POR SANTI ORTIZ.
CARTA ABIERTA A PABLO IGLESIAS
Muy Señor mío:
En referencia a su propuesta de referéndum nacional para decidir si continúa o se prohíbe la fiesta de los toros en nuestro país, quisiera dirigirme a usted desde una posición de izquierda; pero desde una izquierda que tal vez le huela a moho y a bolas de alcanfor porque nada tiene que ver con esa “izquierda indefinida” –como la bautizó el filósofo Gustavo Bueno–, hoy tan al uso, de la que ustedes forman parte para seguir colaborando al mantenimiento del Sistema.
La izquierda desde la que le hablo, aunque le parezca antigua, fue la única capaz de acabar a lo largo del tiempo con una serie de privilegios y explotaciones que, gracias a la lucha de la clase obrera –esa que brilla por su ausencia en sus discursos y alocuciones de burguesito de universidad–, desembocaron en el estado de bienestar que los de Pudimos (ha leído bien), entre otros, se han dejado arrebatar sin que nadie apelara a un cambio radical de la situación.
Esa izquierda antigua, obrera, solidaria, cuyos militantes gozaban de una preparación, sin másteres ni tesis doctorales, que ya la quisieran para ustedes; con un sentido de la igualdad y una forma de predicar con el ejemplo que haría caérsele la cara de vergüenza (si la tuvieran) a todos los corruptos y trileros que medran en política (No puedo olvidarme que Marcelino Camacho prohibió a su mujer adquirir un calentador porque había compañeros pasando frío sin poder comprárselo); esa izquierda, repito, nunca tuvo necesidad de convertir la fiesta de los toros en un frente de batalla.
Ya tenían otros mucho más importantes para concentrar en ellos esfuerzo y energía.
Entonces, la cosa era bien simple: al que le gustaban los toros, y tenía dinero para la entrada, iba, y al que no le gustaban con no ir tenía de sobra.
Y eso valía para el comunista, para el anarquista, para el socialista o el republicano progresista, que en todos estos campos había y sigue habiendo aficionados.
Ahora no. La nueva izquierda se ha vuelto absolutista y pretende erradicar del mundo todo aquello que a ella no le gusta.
Lo que ella defiende, vale, y lo que no, se prohíbe.
Pero además lo hace de la manera más irracional, desde el más absoluto desconocimiento. No se apoya en razones fruto de un pensamiento, sino de modas o eslóganes que se siguen como si fueran dogmas.
Porque, por ejemplo, ¿cuánto tiempo ha dedicado usted, señor Iglesias, a pensar sobre el toreo? ¿Sabe qué es un toro bravo, cómo vive, cómo se selecciona, qué persigue el ganadero con su crianza?
¿Se ha detenido a leer alguna historia del toreo? ¿Ha reflexionado cómo éste ha venido evolucionando a través de los siglos, o se ha limitado a creer las majaderías que el antitaurinismo analfabeto vuelca en internet? Por su cargo político, y más si pretende abolirlo, usted está obligado a informarse sobre el toreo y no caer en las cotas de impresentables como Lucía Etxebarría con su “toro marrón” y su “toro negro”.
Debería usted saber, por ejemplo, que de todas las razas autóctonas de bovino que hay en España –que son varias decenas–, la única que no está en riesgo de extinción es la raza de lidia.
¿Y sabe usted por qué? Muy sencillo: porque en el ecosistema del toro de lidia, que no sólo comprende las dehesas, sino también las plazas de toros, hay un equilibrio entre lo que el hombre mata y el hombre cría, de tal forma que desde que disponemos de datos –y me atrevería a decir, desde que el toreo existe–, anualmente sólo muere en las plazas un 6% de lo que en esos momentos vive en el campo, es decir: la raza brava paga con un seis por ciento de
muertes, la vida del 94% restante. Dígame qué otra raza o especie silvestre o salvaje paga tan bajo coste por su supervivencia.
La tauromaquia no mata al toro, le da vida.
Así que los argumentos que pretenden erradicar la Fiesta para “salvar” al toro están absolutamente equivocados. Claro que estoy hablando desde el punto de vista de la Ecología, que es una ciencia, porque si usted se aferra a esa religión de nuevo cuño que es el animalismo, entonces resulta que todos los lobos deben vivir, pero también todas las ovejas, y todos los zorros y todas las gallinas.
Para el animalismo, la vida no se alimenta de vida, sino de piensos compuestos como sus mascotas.
Y por ahí van ustedes, creando problemas que no existen para luego darles solución, como si de una religión se tratase.
El toreo es un espectáculo legal y reglamentado, que no puede ser abolido mediante decreto ley.
Y usted quiere ahora someterlo a un referéndum que socialmente nadie le ha pedido a ver si por ahi 51 dicen que toros no y 49 que sí, para privar a estos últimos de una parte de su cultura.
Algo parecido al referéndum del independentismo catalán, con el que ustedes están de acuerdo, que pretende dejar sin voz y sin espacio a los millones de catalanes que no están de acuerdo con perder su condición de españoles. ¡Qué cosas!
Pero, volviendo a los toros, de los puestos de trabajo que se perderían, del impacto económico negativo que tendría la erradicación de la Fiesta, ni hablo.
Eso qué les importa a ustedes, si lo único que pretenden es que no se gaste ni un euro público en subvenciones al toreo, como si lo que el toreo mete en las arcas públicas y privadas no existiera. ¡Y mira que hay datos!
Además, ¿por qué se puede subvencionar a un grupo de rock –punta de lanza de la colonización anglosajona– o cualquier otro evento y no a un espectáculo taurino?
Y no sólo es eso, sino que en todos los ayuntamientos donde está Pudimos (ha leído bien), se ponen todas las trabas posibles a la celebración de corridas o incluso se pretende invisibilizar una feria con el calado y la trascendencia que a nivel económico y cultural tiene para la ciudad de Madrid el serial de San Isidro .
Habla usted del referéndum sobre los toros para “democratizar” la Fiesta, ¿por qué no pide un referéndum para nacionalizar la energía, luz y agua incluidos y así las democratizamos?, o ¿por qué no democratizamos la política y propone un referéndum, para acabar con todos los privilegios y prebendas de que hoy gozan ustedes los políticos?
Eso sí que sería de izquierda, y estoy seguro de que los que votaríamos SÍ ganaríamos por goleada.
Además, estos son dos temas –lo apostillo–, que sí interesan de verdad al conjunto de los españoles.
Atentamente.
Santi Ortiz
Sanlúcar de Barrameda, 21 de septiembre de 2018