sábado, 3 de diciembre de 2011

En el adiós a Diego Puerta







La historia de Diego pueden ser sus números: 16 años de matador de toros. Despedida definitiva de los ruedos con 33 años. 58 cornadas. 4 cornadas de extrema gravedad. Primera Oreja de Oro de RNE. El torero que más orejas ha cortado en los Sanfermines. 8 puertas grandes en Madrid. Se puede seguir. Son números.

Fuera los números. Me faltan han faltado algunas cosas. Esa Medalla de las Bellas Artes, que por no tenerla algunos como Diego y tenerla alguno que la tiene está devaluada. Ha faltado más Sevilla en su adiós. Y han faltado los toreros en activo. He sentido envidia sana del adiós recibido por Antoñete hace muy poco. Es verdad que a Diego sólo le vieron torear vestido de luces quienes ya rondan los cincuenta años, pero Sevilla no ha entendido la dimensión artística de quien se ha muerto. Es posible que la propia forma de ser de Diego haya tenido la culpa.


Sólo toreó en el ruedo. Nunca toreó en la calle. Y ahí puede estar la clave. Son tiempos de exhibicionismo (basta ver lo que se ve en la televisión). Y Diego era cualquier cosa menos exhibicionista. Le tildaron de tacaño, pero era muy generoso. Lo puede contar Tomás Campuzano cuando toreó un toro de su ganadería y lo dejó vivo para que así no se lo pagara. El toro se murió en el campo porque en verdad no lo quería para semental. Era una excusa para que Tomás no se gastara el dinero. Y ahí está su Cruz de Beneficencia por tantos festivales como forma de entrega para las causas necesitadas. En Higuera de la Sierra pueden hablar de ello, de tantos festivales con Litri y el padre Girón. En fin, debe ser el signo de los tiempos, que sube a los alteres a minucias y olvida a los aristas y a los héroes. Diego está en la cumbre de los recuerdos de mucha gente. Eso es fundamental, pero qué pena Sevilla no haber estado a la altura. Y qué pena de los toreros de nuestros días. Qué mediocridad más grande.





Fdo. Carlos Crivell

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