Tentadero en la Ganaderia de D. Mariano Cifuentes. Encaste Coquilla |
La jara ya está en flor por el camino. El coche de cuadrillas sube cuestas adivinando tardes de corridas.
Atrás
van los fundones de capotes, la muleta, la espada simulada que es lo
único falso en este coche, donde el apoderado va explicando los carteles
de mayo en San Isidro, y el maestro, sentado junto al chófer, reposa la
mirada por los montes, los blancos caseríos de la sierra, y las vacas
que aguardan esta tarde. Un silencio de campo nos espera en cuanto que
se abren cancelines y caminos de albero hacia la casa. La casa llama
siempre el ganadero a la finca, al cerrado, a la placita en donde por
los días de tambores y de vísperas ciertas de la cera, las eralas
nacidas de los vientres de las vacas sagradas de los libros embestirán
un peto, mientras muestran en el lomo su sangre de bravura.
El
cuarto del cortijo es esta tarde habitación de hotel para el maestro.
Los machos se han cambiado en los caireles del pantalón campero que
ahora ciñe el mozoespadas que los botos lustra, todo dispuesto siempre
como un rito. El patio está en silencio cuando sale. Cantan pájaros y
todo suena a campo. Encinares le llevan a la plaza, que es una tapia
blanca de silencio, apenas roto por la flor bravía. Suena el campo esta
tarde a primavera cuando las vacas al corral llegaron entre galopes de
los mayorales, y los muchachos en la tapia esperan, la muleta guardada
en un hatillo.
“Cuando
quiera, maestro”, dice el dueño, mientras ronda las yerbas el caballo
del picador que ahora entra en la plaza. Todo es rito, silencio, la
corrida más campera que nunca vio la jara. Tendidos de humedades, la
libreta donde se apuntan hierros y embestidas, el burladero roto de
cornadas de eralas que repiten la bravura. Nadie mira, no hay público ni
banda, el paseíllo apenas es este gesto, del maestro mirando al de la
puerta. Y se abre el portón por donde sale una erala, un número que
canta el mayoral que ha abierto los cerrojos. El caballo la espera entre
los cantos del silencio de pájaros de siglos. Voz de campo, el piquero
cita y llama. Levanta la garrocha mientras pone el pecho del caballo
recibiendo. Se oyen la embestida, las pisadas de la becerra sobre el
pisoplaza. Vuelve y recuerda al peto su linaje. Un capote la cierra,
otro la lleva nuevamente al caballo, ahora la ponen en donde una libreta
apunta cifras que sólo el dueño de esta casa entiende.
Hasta
el vuelo se oye del capote cuando el maestro va templando ahora la
embestida, tan nueva, de la vaca. En la encina los pájaros contemplan un
horizonte donde está apartada la corrida, tan seria, de Sevilla, la
otra de Madrid, la novillada que mañana se embarca para El Puerto. Y el
usted, y el maestro por delante, y ese rito perfecto que les sale de los
fondones de la misma historia. Y con miradas, hombres que se entienden,
ese peón que ahora echa el capote, y a una mano se trae a la becerra
hasta un tercio soñado de vegueros. Y la muleta, breve, bien armada, por
bajo la recibe, da salida a esa sangre tan nueva que enrojece el lomo
vareado de la erala. Y cumpliendo esa sangre, la becerra mete la cara en
esa tela roja, como si nunca hubiera hecho otra cosa, y repite
embestidas que barruntan tardes de dos orejas con sus hijos. Acaso en el
tendido de humedades, alguien dice ese “bien” con que acompaña el
sentimiento a un natural templado.
“Ya
está vista”, comentan en la boca de un burladero viejo de olivares.
“Muchacho baja”, dicen al que espera. Y la muleta del hatillo imita lo
que ha visto el muchacho a ese maestro, que ahora fuma un cigarro y bebe
un trago. “Otro más y el de pecho” es la medida que el dueño de la casa
dicta ahora. Y la puerta se abre nuevamente a libertad de campo y de
jarales, y la erala, encelada en los engaños, se encampana en la gloria
de su hierro, hasta que a gritos los vaqueros logran que retorne a los
campos su bravura.
La jara que está en flor por el camino ceremonial se ha puesto en esta tarde en que tientan las vacas en el campo.
Antonio Burgos
El Recuadro, 01/04/98
El Mundo de Andalucía
Antonio Burgos
El Recuadro, 01/04/98
El Mundo de Andalucía
Impresionate descripción!, tal cual sucede....
ResponderEliminarDesconocia este texto del amigo Burgos, le felicito por ello amigo Marín.