Jesús Janeiro, el otrora peculiar y popular torero de Ubrique, en un alarde expresivo dictó una sentencia que pasará -lo decimos de verdad- a los anales de la tauromaquia: “los buenos aficionados caben en un autobús”. O en varios, que viene a ser lo mismo, pues refleja su pequeño porcentaje sobre el total del público que acude a los tendidos de una plaza de toros.
Los toros se alejan de ser el mayor centro de divertimento del pueblo llano como antaño -de ahí la hoy cuestionada denominación de fiesta nacional- para convertirse en un acto social más, quizás con alguna peculiaridad, pero uno más dentro del programa de fiestas.
Todo cambia, un esfuerzo enorme supone, adaptarse a las modas y los tiempos actuales en una sociedad destaurinizada.
Los toros se alejan de ser el mayor centro de divertimento del pueblo llano como antaño -de ahí la hoy cuestionada denominación de fiesta nacional- para convertirse en un acto social más, quizás con alguna peculiaridad, pero uno más dentro del programa de fiestas.
Todo cambia, un esfuerzo enorme supone, adaptarse a las modas y los tiempos actuales en una sociedad destaurinizada.
Pero a los buenos aficionados corresponde no dejar llevarse mansamente por ellas, sino conservar en lo posible la tradición y defender las raíces de la tauromaquia. Nunca instalados en la controversia, en discusiones sobre gustos o preferencias, sí desde la información y, en su caso, formación o divulgación sobre la verdad del toreo y del toro.
Desde el simbólico autobús en que nos recluyó numéricamente Jesulín, queremos extender este convencimiento: si se asiste a la fiesta de los toros, el conocimiento de la misma permite la mayor apreciación de sus distintos matices y proporciona una satisfacción distinta y, por descontado, mayor del más grande y verdadero espectáculo del mundo.
Desde el simbólico autobús en que nos recluyó numéricamente Jesulín, queremos extender este convencimiento: si se asiste a la fiesta de los toros, el conocimiento de la misma permite la mayor apreciación de sus distintos matices y proporciona una satisfacción distinta y, por descontado, mayor del más grande y verdadero espectáculo del mundo.
Pues sentado en la última fila del autobus Pepe, en esa fila donde se suelen sentar los chicos "malos", seguiremos intentando defender esto como a mi me enseñaron a verlo. Ni mas ni menos.
ResponderEliminarUn saludo.
Lo que pasa es que no es fácil subirse en ese autobús: Esa es la aspiración de muchos de nosotros, pero eso no quiere decir que haya que permitir que esto se convierta en una farsa.
ResponderEliminarUn saludo
Los del autobus estamos hartos de los janeiros y todos los populistos que degradan el toreo con el beneplacito del poder taurino que maneja el cotarro de espaldas al buen aficionado.Suerte con su cruzada
ResponderEliminar