martes, 21 de febrero de 2012

Juegos de guerra

Una vuelta de tuerca más en la guerra que mantienen toreros y empresarios por los derechos de televisión.

Por Francisco Belmonte

Y es que ahora, en un acto de inmolación silenciosa que debiera hacer sonrojar al empresariado taurino español, El Juli ha dejado entrever la posibilidad de su retirada de los ruedos, no sé si con la intención de evitarse la humillación de no verse anunciado en las ferias más importantes del año, -así es como se presiona a una figura del toreo cuando habla o reclama- o quizá harto del sistema feudal que consagra por encima de lo justo y de lo que es bueno un derecho de pernada que se antoja anacrónico y vomitivo y que hace de los toreros pobres peleles al servicio de un gran señor. Contentos pueden estar Choperas, Choperitas, Lozanos, Canoreas y Taurodeltas. Ya tienen cuatro duros más en su cuenta de resultados y los aficionados una razón menos para ir a los toros. ¡Valientes ignorantes!

Uno piensa que a El Juli no le queda otra, si quiere salvar la cara y salir con dignidad de esta patética historia, que coger las de Villadiego como hizo en su día José Tomás, al que estos mismos del puro y la guayabera le hicieron la vida tan difícil que no tuvo más remedio que irse. Cinco años tardó en asomar la coleta por los ruedos.

Claro que entonces ninguno de sus compañeros toreros movió un sólo dedo por él. Tampoco El Juli. Debieron pensar, piensan ahora, que la cosa no iba con ellos, que el díscolo tenía que pagar y que al que San Pedro se la dé que Cristo se la bendiga… ¡Ea!, a mirar hacia el infinito silbando para disimular ¡Qué majos, los compis!

Y lo peor de todo esto es que el toreo necesita a El Juli en este momento porque anda cuajado y pleno para echarse la temporada a sus espaldas. Se necesitan éxitos, orejas, triunfos y puertas grandes que den aire a una actividad que anda puesta en cuestión. Lo necesitan ustedes, mis queridos taurinetes, aunque su soberbia y codicia no les deje pensar. La paciencia del aficionado puede ser infinita, pero la del público no. Tiene ante sus ojos demasiada oferta de ocio y en sus bolsillos poco dinero para gastar.

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