martes, 1 de mayo de 2012


El Palermo y Paquili, orejeados en el Día del Trabajo de 1.966




                                                                                  Vicente Parra Roldán





Archivo Manolín Prieto
Para la fecha del Día del Trabajo del año 1.966, la empresa Morenito, que regía la plaza de toros de Huelva, organizó una novillada pro afición con la presencia de cinco jóvenes que soñaban con ser figuras del toreo. Por aquellas fechas, a los aspirantes a toreros se les ofrecían oportunidades para mostrar sus cualidades, algo impensable en la actualidad.

El cartel estuvo conformado por Florencio Pérez “El Onubense”, continuador de una zaga taurina; Manuel Rodríguez “El Palermo; Francisco Sanpedro “Paquili”, que iniciaba una familia taurina; Enrique Jara, continuador de la labor de un gran taurino; y Santi Ortiz, un estudiante que, sin vinculación taurina, llegaría a ser matador de toros y, en la actualidad, un insigne escritor taurino.

En los chiqueros, cinco reses del hierro de Juan Tassara Buiza dieron un buen juego, excepto el que salió en tercer lugar que fue un manso de solemnidad.

Muy quieto fue el capotear de El Onubense en el que abrió plaza al que logró sacarle algunos muletazos de calidad antes de fallar estrepitosamente con los aceros, por lo que recibió un recado presidencial.


Con soltura se mostró El Palermo tanto con usando el capote como la muleta, recibiendo algunos sustos durante su actuación, que finalizó con algo de cierto, siéndole concedida una oreja con la que paseó el ruedo.

El manso del encierro le correspondió a Paquili que recibió de rodillas y a  espaldas a la puerta de chiqueros. Estuvo muy voluntarioso con un animal que no le acompañó aunque abusara de los pases de rodillas y aunque no estuvo bien fue con los aceros, cortó una merecida oreja.

Muy verde se mostró Enrique Jara con su novillo pero se mostró muy voluntarioso y con muchas ganas pese a los muchos revolcones que recibió durante la lidia, donde dejó estela de sus deseos. Mató mal y fue avisado.

Santi Ortiz fue el que ofreció mejores cosas a lo largo de la tarde, manejando suavemente el capote al torear a la verónica y al usar la muleta cuando interpretó el toreo al natural. Su triunfo se diluyó por el mal uso de las espadas y eso que lo intentó con ambas manos. Pese a los numerosos intentos, los tendidos le pidieron con fuerza la oreja que la presidencia no concedió.

La plaza registró una buena entrada, con presencia de partidarios de los distintos diestros, destacando los llegados de Palos de la Frontera para estar con su paisano. Y, a lo largo del festejo, los espectadores pasaron una tarde agradable y salieron satisfechos pese a no haber ningún triunfo redondo.

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