Francisco Rivera Ordóñez ha dicho adiós al toreo en Zaragoza.
Y lo hizo a los 38 años de edad, sin aspavientos, con discreción, sin ni siquiera proceder al tradicional corte de coleta y arropado por algunos íntimos, entre ellos su hija Cayetana a la que brindó la muerte de su primer toro.
Deja los ruedos después de 17 años como matador de toros, desde su alternativa en Sevila el 23 de abril de 1995, siendo su padrino Espartaco. Confirmaría en Madrid el 23 de mayo de 1996 de manos e Joselito.
Una carrera que tuvo su mejor momento en los dos primeros años para continuar luego un largo trayecto, hasta ayer, en el cual su figura mediática superó a la taurina, aunque aquella estuvo sostenida por esta.
Se va, además un torero de dinastía en el que se juntan los Ordóñez y los Dominguín, además de los Rivera a través de su padre el inolvidable Paquirri. En su última tarde estuvo muy digno y cuajó los tres mejores muletazos de la corrida en su primero. Zaragoza lo despidió con una enorme ovación.
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