.........Manuel Escribano firmaría esta noche treinta contratos, aunque para ello se le tuviera que retirar el carnet de torero a unos cuantos (que no sería mala idea, por cierto). Ello, al hilo de la portentosa tarde de toros ofrecida por el joven matador sevillano desde su recibo de rodillas y en los medios al tercer miura del encierro, hasta la estocada que tumbó al sexto, y que le valió las dos orejas.
A estas horas no sé qué destacar más: si su arrojo para irse a esperar a su lote en chiqueros; o su buen hacer capotero en los saludos a la verónica, galleos o quites; o su solvencia, facilidad y pureza en banderillas; o su deslumbrante manera de estar en la plaza, impropia de un torero inexperto; o el hecho de que se enfrentara a los toracos de Miura con la templanza del que está delante de dos añojas. Fue increíble: una colocación impecable, unos toques sutiles, una soltura total para conducir las embestidas y un juego de muñeca final que abría las embestidas y dejaba colocado al toro para ejecutar el toreo ligado con ambas manos. Estuvo inteligente y centrado en su primero, al que le corrigió el defecto de vencerse ganándole siempre un paso hacia delante, pero por pinchar le perdió la oreja. Y estuvo soberbio frente al sexto, un toro de buen galope que embistió cada vez mejor en la muleta porque Escribano lo imantó en las telas, y lo condujo con la suavidad, limpieza y tacto que demanda el toreo de caricia. Magistral. Después de unas manoletinas finales y la estocada, al buen toro de Miura, noble, suavón y de menos a más gracias a la perfección técnica de su matador, le dieron una cariñosa vuelta al ruedo póstuma. Y Escribano, en clamor, paseó las dos orejas y honró a su compañero herido, el maestro Juli, tras una sensacional tarde de toros.
Pero el público se emocionó más veces a lo largo del festejo. Por ejemplo, con el oficio y desparpajo de Rafaelillo, que le dio fiesta a un lote complejo y orientado, siendo meritísima su labor al sobrero lidiado en cuarto turno después de que el titular (excelente) se partiera un cuerno.
Y qué decir de Javier Castaño, autor de una faena emocionante y ligada a su primer toro que no rubricó con la espada; y otra muy seria, de excelentes naturales, al quinto cárdeno del encierro. No acertó al matar y se quedó sin trofeos ante un muy buen lote de miuras, así que Escribano se marchó a hombros en solitario. A partir de mañana, por cierto, sabremos si el toro pone a cual en su sitio
Por Álvaro Acevedo
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