sábado, 28 de septiembre de 2013

Los toros sólo necesitan para defenderse... TOROS

¿Y nosotros qué sabemos de esas politiquerías de la ILP para declarar a los toros como patrimonio cultural inmaterial (PCI)? ¿Qué sabemos y qué nos importa ese examen de reválida que tiene que pasar la tauromaquia ante las señorías?


Los toros lo que necesitan no es que unos oportunistas políticos se dediquen a husmear en ellos rastreando los taurobolios del Gárgoris Sánchez Dragó, las fotos gore de los antis, las verónicas de Teseo en Creta o un verso de Federico; los toros lo que simplemente necesitan para defenderse es... toros. Y nada más.
 El toro se defiende por sí mismo, y no hay ecologista que valga frente a la mezcla de miedo y devoción que produce el toro, pues no hay emoción más auténtica que ver a un hombre burlar las acometidas de una fiera furibunda, en la soledad de la plaza de toros, armado con la levedad de un trapoencarnado.
 Esa simplísima ecuación no es preciso llevarla a parlamento alguno, a que los llamados «representantes de la sacrosanta voluntad popular» se dediquen a hurgar con un palito a ver si sí o a ver si no, con el voto particular de uno del grupo mixto; esa ecuación se defiende por sí misma a cambio de que siempre se apoye en la incontrovertible verdad del toro, si éste es fiero, agresivo y peligroso.
Pero ¡ay! Cuando el mal llamado toro es un pobre animal bobalicón y estúpido, cuando en ese pobre animal ves al herbívoro y no a la fiera, cuando el bicho está vencido desde que sale del chiquero, cuando el disfrute no se basa en el conocimiento del lidiador que es capaz de sortear con guapeza las tarascadas de la fiera sino en un evanescente y decadente ‘arte’, entonces todas las ayudas son pocas, porque ese ballet cutre que hace a tantos poner los ojillos como los de Jonatan Matthias, el de ‘El último hombre vivo’, y entonar esas deplorables jaculatorias sobre parar el tiempo, hay que ir poniendo algún otro valor añadido -en este caso la pamema del patrimonio cultural inmaterial- para justificar que esa sinrazón que consiste en hacer ir y venir a un bichejo semiamaestrado a base de parar relojes es algo especial, acaso porque lo dice el parlamento.
 En esa lógica el siguiente paso sería abolir la muerte a estoque del pobre bicho que no se mete con nadie y encima colabora lo que puede a que mane el ‘arte’.
En los años sesenta del pasado siglo la tauromaquia en Francia atravesó unos momentos harto delicados a costa del fraude, del afeitado, del engaño generalizado. Hoy día podemos decir que los vecinos del norte son quienes de manera más decidida han apostado por la regeneración de la Fiesta que consiste en echar a la plaza toros de libras y de poder y que se apunte a torearlos quien tenga redaños y luego, promover lo del PCI.
 No debemos equivocarnos, pues el toro está antes que el PCI, tal y como lo hicieron en Francia: primero el toro y luego el PCI, porque por mucho PCI que haya, la tauromaquia ful hecha a base de arte y sin toro es sólo una pura decadencia.

Por José Ramón Márquez ( Del toro al infinito )

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