domingo, 30 de marzo de 2014

Higuera de La Sierra y Andrés Romero

Corría el 1 de julio del año 2006. Un joven rejoneador del todo desconocido, de Escacena del Campo por más señas, se presentaba en público en esta misma plaza, rincón como es y como ha sido donde tanta vocaciones toreras se probaron alguna vez en busca de seguir o de abandonar. Hizo entonces más calor que hoy. 
Y no llovió nada a diferencia de hoy, cuando la lluvia y lo gris de las expectativas que cantaba el cielo llegaron a poner en peligro de verdad la celebración del festival de los festivales. "Vamos palante" tardó dos segundos en exclamar Diego Ventura cuando se asomó a ver el estado del ruedo. Y adelante fue todo. Porque había ganas de toros hoy en Higuera. La tenían los toreros, que nunca dudaron, y la tenía el público que pedía que el festejo empezara aun cuando más llovía. 

Y Andrés Romero asomó entonces montando a Cantú pisando la arena donde sembró sus primeras semillas. Nadie hubiera creído aquella tarde primera de julio de hace casi ocho años que volvería siendo el torero que es. Pero el tiempo tiene estas cosas: que pone a cada uno en su sitio... 
Verle hacer el paseíllo de igual a igual junto a dos figuras del toreo a caballo como Fermín Bohórquez y Diego Ventura demuestra que Andrés Romero le ha sacado mucho partido a estos ocho años que pasaron entre aquel joven que quería ser y el hombre que ya va siendo aquello por lo que trabaja a diario como si nada tuviera todavía.

Apuntó de salida el novillo de Benjumea mejores cosas de las que al final desarrolló. Sobre todo, el son, el temple. Pero resultó ser una vela de pabilo débil que se fue apagando como castigada por el aire frío de la tarde que se empeñaba en avisar de que lo más gordo estaba por llover. Se aquerenció en los terrenos de la cobardía y Romero puso en liza parte de lo mejor de su cuadra, léase Carbón de salida o Guajiro en banderillas, para echar arriba la faena. Lo consiguió por la vía de la emoción para imponerse a la condición cada vez a menos del novillo de Benjumea. Un rejón certero y contundente le sirvió para coronar su actuación y conseguir, con el mismo rápido efecto, que los dos pañuelos asomaran sobre el balcón presidencial.

Tras la vuelta al ruedo, besó Andrés la arena de Higuera de la Sierra agradecido. 
Por el cariño del público hoy y por el recuerdo de aquella primera vez, un 1 de julio de hace casi ocho años, cuando sembró las primeras semillas de un sueño en el que, probablemente, sólo él creía entonces. Pero el tiempo tiene esas cosas: que pone a cada uno en su sitio...

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