lunes, 26 de mayo de 2014

Sudoku taurino

Dejando al margen las repercusiones políticas -que no son propias de este espacio-, una lectura ponderada de lo que la sociedad ha dicho el 25 de mayo diseña un panorama social e institucional distinto, que preanuncia un cambio de calado en el contexto en el que debe moverse todo lo taurino. 
Si antes de esta llamada de atención ya era necesario, hoy el cambio taurino pasa a ser una prioridad. Hace unos pocos días la Unión de Criadores ha delineado un diagnóstico de situación que no puede menos que compartirse. Urgidos además por la nueva situación social, la gran incógnita radica en si los distintos sectores del taurinismo están dispuestos a encabezar y desarrollar ese nuevo modelo necesario.
 El problema es complejo, un verdadero sudoku de difícil solución. A ello nos deberíamos poner.




  

En una reciente convocatoria de la Unión de Criadores dirigida a sus componentes más jóvenes, entre otros asuntos los reunidos coincidieron en un diagnóstico fundamental: resulta necesario “impulsar el diseño de un nuevo modelo de espectáculo que bajo un espíritu de libertad se apueste verdaderamente por la promoción de nuevos valores, por el abaratamiento de las entradas y por la generación de competitividad entre los actuantes”.  No se puede ser mas certero y atinado, cuando además lo anterior venía acompañado de dos premisas fundamentales:
--uno de los problemas prioritarios de la Fiesta es la lejanía existente entre la sociedad y el mundo del toro, y por tanto, su desconocimiento, además del elevado coste de las entradas.
--se hace indispensable la creación de una unión entre los principales actores del espectáculo para trabajar en favor de su difusión y promoción.
Con todo, se echa en falta un punto, quizá porque esta reunión no era el lugar adecuado para reivindicaciones propias: cada vez resulta más necesario que los criadores de bravo recuperen aquellas parcelas de poder y decisión que tuvieron en otras etapas. Demostrado está que el papel de ser moneda de cambio entre empresarios y figuras no es lo que más beneficia precisamente a la Fiesta; es posible que le resuelva el negocio a algún ganadero, al conjunto le perjudica seriamente.
Muchos serán a buen seguro los que compartan lo que los criadores ha dicho con tanta precisión, porque se trata de un asunto que debe ser considerado esencial y prioritario. Sin embargo, por más claro y hasta evidente que resulte, encierra una dificultad que hasta ahora ha sido insalvable:  en su seno anida un sudoku, que ni quienes aspiran a recibir algún día el Premio Nobel han conseguido hasta el presente resolver, entre otras cosas porque los actores de la Tauromaquia no parecen dispuestos a ofrecer ni una sola facilidad para ello.
Cierto que fácil no puede ser, cuando si miramos simplemente a lo Anales de la tauromaquia observamos que se trata de una situación recurrente. En ocasiones ha estado más en el candelero, en otras etapas queda en un segundo plano.
Cambios en el panorama
Por lo general esta diferente consideración discurre de forma muy pareja con la situación del toreo. Y así, cuando en la Fiesta ha mandado una figura indiscutible, ese debate se dejó debajo de la mesa. Era tal la fuerza de ese torero omnipotente que todo lo demás no dejaba de ser una minucia. En el fondo, porque esa primera figura era la locomotora que por sí sola tiraba de todos los vagones, sin necesidad de otras ayudas, tapando con su apabullante liderazgo los problemas de fondo.
No es esa, desde luego, la situación de hoy. Y sobre todo, la sociedad de nuestro días, sus gustos, sus ocios, sus costumbres, quedan lejísimo de aquella que existía en España cuando en el toreo mandaban Juan y José, o cuando lo hizo “Manolete”, o cuando arrasó “El Cordobés”. Hoy están a nuestra disposición innumerables opciones para el ocio, buena parte de ellas gratuitas; los usos y criterios sociales son absolutamente diferentes, ya sea en la gestión de la economía familiar, ya en el propio orden de las prioridades. Todo ha cambiado en este siglo XXI, y lo hace a una velocidad que da un cierto vértigo.
Si estos razonamientos los trasladamos al planeta de los toros  el dibujo que sale nada tiene que ver con el pasado. De hecho, a lo mejor porque ese concepto de la globalización todo le llena hoy en día, algunos taurino, y con relevancia, bien parece que aspiran a un modelo de Fiesta que resulta  tan insostenible como la fórmula que hoy rige.
Dicho sin otros rodeos, si se les oye hablar a determinados taurinos bien parece que el modelo del futuro al que aspiran vendría de lo que ocurre en México, donde el propietario de la plaza es a su vez dueño de la ganadería que se lidia, dirige los destino del torero que actúa y es el editor de los medios que informan sobre el festejo. Esté o no de acuerdo con el Derecho mercantil, se trata de una fórmula que constituye un despropósito que sólo puede nacer por la subversión del curso natural de las cosas. Por eso camino sólo se llega al abismo, incluso con mayor rapidez que la que hoy imprime el desorden vigente.
Un falso cierre de filas
Cuando hoy los toreros que aspiran a mandar, aunque salvo uno --que además va de independiente--  no reúnan las condiciones necesarias para asumir el liderazgo, sino que tienen que caminar en cuadrilla, porque de uno en uno no tienen capacidad alguna de decisión; cuando ese torero todo lo reduce a seleccionar los seis o siete espadas con los que coincidir, eligiendo no ya la ganadería sino hasta la corrida concreta que debe enchiquerarse; cuando en el mes de marzo tiene ya comprometidas sus fechas para octubre…. Cuando todo eso es el pan nuestro de cada día,  resulta hasta ontológicamente imposible tratar de introducir eso tan necesario de la “competitividad entre lo actuantes”, que con buen sentido reclaman los criadores jóvenes. Es más: experimentado tiene el aficionado que al torero que sale a competir, se le saca del cartel y, a ser posible, se le sienta en el banquillo de la suplencia.
De forma natural, esa realidad trae de la mano la inviabilidad de promocionar a nuevos valores, no se les deja hueco. Sin remontarnos tan al pasado, “El NIño de la Capea” tomó la alternativa mediada la temporada de 1972 y estuvo en todas las ferias posteriores, al año siguiente contabilizó en total 84 corridas y así siguió en lo sucesivo, sin que ninguna  figura del momento le cerrará el paso. En aquella época, el salmantino caminaba al amparo de una Casa muy fuerte y eso pudo ayudarle en alguna medida, aunque la mayor partida correspondió a los méritos del torero y a lo abierto que entonces estaban los carteles.
Pero si ahora repasamos lo ocurrido con los novilleros punteros de las últimas dos temporadas observamos como, con Casa de alguna importancia o sin ella, ninguno ha pasado con posterioridad de la docena de corridas, no se les ha dado eso que en el argot taurino se denomina “cuartel”, cuando resulta indispensable para dar vía libre a nuevos valores. Y estos toreros no reúnen menos méritos y condiciones que los que funcionaban en los años 70.
La unidad que ha sido imposible
Miremos, en fin, a un tercer ejemplo de los que citan los criadores, a nuestro entender el más importante: crear una unión entre los principales actores de la Fiesta. Sin entrar ahora en mayores interioridades, fueron esos principales actores quienes en realidad dinamitaron desde dentro ese último intento unitario que se llamó “Mesa del toro”, pese a que resultaba una propuesta no sólo innovadora, sino sobre todo importante. Los intereses particulares de unos cuantos se impusieron para hacer inviable el interés colectivo.
Si en cuestiones tan básicas, tan vitales además para los propios interesados, todo intento fracasa, lógico es que, pese a las actuales realidades económicas, a poca fuerza que tenga nadie quiere ceder para alcanzar una necesidad perentoria: que el precio de las entradas resulte asequible para el gran público.
En esto de lo dineros, no pocos taurinos lo primero que reclaman son aportaciones públicas, ya sea modificando a la baja los pliegos de las plazas, ya con cualquier otra fórmula. La realidad es que de darse esos dineros púbicos, no vendrían más que a ser una simple tapadera de la realidad, un cierre en falso.
Se pueden buscar todas las argumentaciones colaterales que se quieran, pero la realidad sólo es una: el problema de fondo es que el esquema de costos que hoy se mantiene en la Fiesta no resiste el menor análisis. Cuando se le explica a un experto no puede creer que bajo ese esquema algo pueda sobrevivir en la economía moderna. Claro que aún entiende menos cuando se le añade que no sobrevive, sino que simplemente malvive  a trancas y barrancas, a base de dejar unos elementos intocables mientras se aprietan las tuercas por la parte  más débil, ya sea en los escalafones inferiores, ya --y eso es mucho más peligroso todavía-- abusando de los desequilibrios del sector ganadero Una fórmula completamente artificial, en la medida que no garantiza la continuidad, sino tan sólo un transitorio salir del paso.
Atención al cambio social
Pero no resulta precisamente una ocurrencia ocasional que todo lo anterior se enmarque en el cambio social que se está produciendo en España. Lo ocurrido en las urnas en el 25 de mayo es mucho más que un clarinazo. Lo de menos es que el PACMA --los antitaurinos institucionalizados en partido-- hayan avanzado posiciones, que no deja de ser un dato marginal; lo relevante es que las urnas dicen que una amplia mayoría se inclinan por una sociedad diferente.
Y es que, dejando al margen sus repercusiones políticas concretas --que no hacen ahora al caso--, las urnas han dictaminado que los criterios sociales, los deseos de la sociedad española, se han modificado de forma sustantiva. Y esto es mucho más que un cambio político: anuncia un cambio social al que la Fiesta no va a resultar ajena. Los taurinos suelen dar una escasa importancia, si dan alguna, a estos cambios; suelen mirar hacia otro lado, si es que no se desentienden por completo. Un error grave.
Sin embargo, lo ocurrido es más que posible que esté preanunciando un contexto social nada fácil para lo taurino. Si esto se confirmara, y camino de ello vamos, mal favor nos haríamos si todos nos pusiéramos a mirar hacia otro lado. No se trata de ser anunciadores de desgracias; es, sencillamente, la constatación de una nueva realidad, que nos afecta de lleno. Con mayor claridad: pensemos si con el mapa que se dibuja hoy se darían las circunstancias necesarias como para que la nueva Ley sobre la Tauromaquia fuera viable.
Y si no se quiere reconocer esta nueva frontera social, que es el asunto más profundo,  tengamos al menos en cuenta que a partir de ahora las instituciones públicas en cualquiera de sus opciones --locales, autonómicas, nacionales-- van a encontrar nuevas dificultades a la hora de acercarse a lo taurino y colaborar a solucionar sus problemas. Sólo estos nuevos condicionantes ya constituyen una llamada de atención que debiera tenerse muy en cuenta. Si las instituciones van a tener más dificultades y los sectores taurinos se empeñan en su inmovilismo, el cuadro que se dibuja no puede ser más preocupante.
Un sudoku
El amable lector que haya llegado hasta aquí entenderá perfectamente por qué se considera que estamos metidos en sudoku de muy difícil solución; de hecho, de ninguna, si quienes cuentan con más capacidad de decisión no modifican su modo de entender la Tauromaquia como espectáculo y su propio entramado institucional, algo que va mucho más allá de sus intereses personales en el corto plazo.

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