domingo, 15 de junio de 2014

La Corona y los toros



El pasado miércoles 4 de junio S. M. Don Juan Carlos ha presidido por ultima vez la Corrida de Beneficencia, en la plaza de Las Ventas.
 Fue una tarde de homenaje emotivo y unánime al Rey por parte de los aficionados. Con una afición heredada de su augusta madre Doña María, que siempre se declaró currista, el Rey ha sido a lo largo del tiempo un amante de la Fiesta y uno de sus defensores más cualificados.
 Y es que, como escribe Juan Manuel Albendea, Presidente de la Comisión de Cultura del Congreso de los Diputados, con todo tipo de vicisitudes "la historia de las corridas de toros no se puede escribir sin su relación con la Corona".


Juan Manuel Albendea, Presidente de la Comisión de Cultura del Congreso de los Diputados  
 El Rey inicia la sucesión en la Corona de España; la Fiesta seguirá contando con un gran aficionado


La decisión de S.M. el Rey de abdicar tras casi cuatro décadas de fructífero reinado está siendo analizada en España desde múltiples perspectivas. Naturalmente es un momento adecuado para hacer un balance de su reinado desde ópticas muy diversas.
Me atrevo a hacer unas consideraciones sobre lo que ha supuesto la actitud de la Corona ante la Tauromaquia.
 Hemos de partir de un somero balance histórico sobre esa  relación. La historia de las corridas de toros no se puede escribir sin su relación con la Corona.
 Aunque esa relación tenga luces y sombras. Unas veces para prohibirlas como hizo el Rey Don Carlos III, tan gran monarca en tantas cosas, pero tan influido en la interdicción por los ilustrados; otras, aunque con grandes vacilaciones, para impulsarla, como hizo el Rey Don Fernando VII al crear la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, es verdad que de efímera vida.
Si nos remontamos el árbol heráldico, no podemos olvidar que el Emperador Don Carlos I, alanceó un toro en Valladolid. No olvidar a Don Felipe II que resistió las presiones del Papa San Pio V, quien en la Bula De Salute Gregis prohibió la fiesta bajo pena de excomunión.
 El argumento del Rey para no respetar la Bula papal, fue que el correr torosera una antigua y muy general costumbre destos nuestros reinos”. 
Precisamente, el catedrático de Salamanca, Gonzalo Santonja acaba de publicar un libro titulado “La Justicia del Rey, Felipe II y el Consejo Real a favor de los toros” En la familia real española hubo una apasionada aficionada, la Infanta Isabel. 
Es verdad que no puede compararse con la sensibilidad artística de doña María, la madre de Don Juan Carlos. Mientras La Chata era partidaria de Vicente Pastor, doña María se situó como aficionada en un nivel muy superior, al afiliarse al bando del currismo.
Cuando la Corona ha apoyado la Fiesta, ésta ha alcanzado sus momentos de máximo esplendor. No es un tema baladí. El apoyo a las tradiciones culturales de España forma parte del oficio de los miembros de la Familia Real.
 No han sido precisamente intelectuales conservadores los que han puesto de relieve la esencia de las corridas de toros.
 No por conocido es ocioso recordar como Ortega y Gasset afirmó “de la manera más taxativa que no puede comprender bien la historia de España desde 1650 hasta nuestros días quien no se haya construido con rigurosa construcción la historia de las corridas de toros en el sentido estricto del término” 
O, como olvidar la conocida afirmación de Tierno Galván de que “cuando el acontecimiento taurino llegue a ser para los españoles simple espectáculo los fundamentos de España en cuanto nación se habrán transformado”.
Y vamos con Don Felipe, en pocos días Felipe VI
Si no me equivoco Don Felipe habrá ido dos o tres veces a los toros y si me equivoco media docena de veces. Una de ellas, desde luego a La Maestranza 
 Al final da igual para lo que pretendo sostener. Soy muy contrario a que se haya abierto la veda para que cualquier plumilla entre a saco en la vida privada de los miembros de la Familia Real.
 Enorme impresión me causó la primera vez que leí aquella frase de Balzac: “Aun detestando a los reyes, debemos morir defendiéndoles en el atrio de los palacios, porque un rey somos nosotros mismos, un rey es la patria encarnada” Desde entonces concibo la realeza como “a sacramental ideal” que decía Hilaire Belloc, algo más que un profundo respeto.
Pero si me atrevo a abordar el frágil tema de de la ausencia de Don Felipe en los cosos taurinos se debe a que tengo la firme convicción de que, al margen de sus respetables gustos personales,  su presencia o ausencia en las plazas trasciende de su esfera privada y entra a formar parte de las tareas que el duro oficio de Rey de España lleva aparejadas. De otra parte, resulta evidente el apoyo que para el auge de la Fiesta supondría la presencia de Felipe VI.
 Como aficionados a los toros, preocupados por los ataques que algunos parlamentarios europeos están profiriendo a las corridas de toros, necesitamos el apoyo del próximo Rey con su presencia, siguiendo el ejemplo de de su Augusto Padre, Juan Carlos I, quien, por cierto, defendió la fiesta con ardor ante la TV inglesa.
Y, finalmente, ¡que caramba!, como le queremos a Don Felipe, nos da pena que se prive, por desconocimiento, de una de las mayores emociones estéticas que puede depararle la vida.

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