viernes, 13 de febrero de 2015

No voy a pedir perdón por ser aficionado a los toros

¿Hasta cuando he de aguantar que me sigan llamando asesino y torturador en Cataluña? 
Durante años, cada domingo de toros he soportado que me insultasen cuando me dirigía a la Monumental, he aceptado que amables mossos d’Escuadra me indicaran que no había que hacer caso a la nimiedad de que te mentaran a la familia.

Resultado de imagen de Congreso Taurino de Cataluña El Parlament prohibió las corridas de toros y cuatro años después he tenido que soportar los mismos insultos, he tenido que aguantar como caras vociferantes llenas de ira intentaban intimidarme cuando trataba de entrar en un centro cultural para participar en un acto programado con todas las bendiciones legales.
Hace poco en  se ha celebrado en el centro cultural La Bòbila de L’Hospitalet el III Congreso Taurino de Cataluña y allí unos cientos de aficionados han tenido que soportar esa vejación por parte de unos intolerantes que, más protegidos que controlados por la policía, han campado a sus anchas contra quienes solo querían vivir en paz una pasión.
Pues ya no estoy dispuesto a aguantar más vejaciones, no. ¡Ya está bien con la broma de los antitaurinos! 

Ni tengo que pedir perdón por que me apasionen los toros, ni eso es una provocación para nadie y mucho menos para ese puñado de maleducados que parece que nos persiguen como si la salvación de sus almas dependiera del número de infieles intimidados.
Miren, en ese centro cultural de L’Hospitalet se habló de sentimientos, de liturgia, se rindió culto al toro, se gritó libertad, pese a que esos -los seguiré llamando maleducados antes de que se me caliente la sangre-, pese a que esos maleducados se atrevieran a pisotear la libertad de unos cientos de personas. 


Y puede que cercenar libertades sea una acción política cada vez más en boga por esta tierra que quieren llevar a no se sabe muy bien dónde, pero pisotear la libertad es de malnacidos. Y  en un centro cultural han querido pisotear la de cientos de personas honradas y apasionadas, cientos de catalanes soñadores que luchan con las armas de la razón y la palabra por la herencia que recibieron de sus mayores, por volver a vivir la Fiesta en su tierra.

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