domingo, 8 de marzo de 2015

La empresa de Sevilla no tiene un pase

No son pocos los que opinan que la empresa Pagés, dirigida por Eduardo Canorea y Ramón Valencia, tiene los días contados al frente de la plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla. 
No, no es que la propiedad esté dispuesta a romper el contrato de alquiler que la ata, parece ser, hasta la jubilación de los actuales empresarios, pero la empresa ha perdido la credibilidad, y la afición sevillana ofrece síntomas de cansancio ante la gestión de unos señores que se han convertido en un lastre para la ciudad y la fiesta de los toros.

La lógica dice que los descendientes de Diodoro Canorea seguirán en la plaza porque sería altísima la indemnización que debiera abonarles la corporación maestrante por una ruptura unilateral del contrato de arrendamiento. Pero, ¡cuidado!, un avispado despacho de abogados puede encontrar ocultos y extraños resquicios legales para denunciar la validez de un documento firmado hace 83 años por Eduardo Pagés, abuelo del actual empresario. O alguien, vaya usted a saber, puede llegar y poner encima de la mesa los billetes necesarios para que los caballeros maestrantes piensen en las bondades de un posible cambio.
Porque, señores, estamos hablando de dinero, y eso son palabras mayores. Y la realidad es que la Real Maestranza, que ingresa un tanto por ciento de la taquilla, ya vio muy mermadas sus arcas el año pasado a causa del conflicto con los toreros. Y en 2015 -por segundo año consecutivo- se repite la misma historia.
Bueno, no es la misma; es mucho peor. Y varias son las razones.
Primera: los empresarios han cerrado en falso la mayor crisis que ha sufrido la Maestranza en los últimos años. Han mostrado una manifiesta incapacidad para que las figuras vuelvan a la feria. Según la versión ofrecida por Ramón Valencia el pasado martes, la negociación ha sido larga y personal con cada uno de los afectados, y solo han conseguido que José María Manzanares -uno de cinco- cambie de opinión. Un fracaso mayúsculo.
Segunda: ¿Cuál es la verdad del conflicto surgido entre las figuras y la empresa sevillana? ¿Es tan grave como para que cuatro toreros de primera fila veten por segundo año consecutivo una de las ferias más importantes del mundo? ¿Serán ciertas las acusaciones de ‘trato arrogante, despótico, soberbio e insolente’ de los empresarios sevillanos en las negociaciones con los toreros, como denunció uno de ellos? ¿Qué daño le habrán causado a Perera, por ejemplo, para que desista de alcanzar en Sevilla los triunfos del año pasado en Las Ventas?
Tercera: Las espadas están en todo lo alto. Las relaciones están hechas añicos. ¿Y el futuro? ¿Puede alguien asegurar que Morante, El Juli, Talavante y Perera volverán a pisar algún año el albero de la Maestranza mientras la empresa Pagés siga en su puesto?
Cuarta: Ante los tristes hechos consumados, los empresarios diseñan una feria interesante y vuelven a equivocarse gravemente. Se quedan fuera toreros que merecerían un lugar en la puerta de cuadrillas, y se estrellan inexplicablemente con el imperdonable olvido de Diego Urdiales. ‘No había sitio; ni siquiera hemos podido ponernos en contacto con él’, dijeron cuando se les preguntó por su ausencia. O sea, que no contaban de antemano con uno de los toreros más atractivos del año pasado. ¡Hay que ser torpes…!
Quinta: Ramón Valencia aseguró en la rueda de prensa de la presentación de los carteles que los precios de las entradas no sufrían variación respecto a 2014. Pero no aclaró que se refería a las entradas sueltas, porque el precio del abono aumenta una media del ¡17 por ciento!, con lo que Pagés inflige así un severo castigo a los abonados. ¡Vaya premio a la fidelidad! Y esta barbaridad sucede en un año en el que la empresa contará con el canon de Canal Plus, que televisa la feria, y se ahorrará los altos emolumentos de las cuatro figuras ausentes.
Y sexta: Los empresarios sevillanos han sufrido una sensible pérdida de prestigio porque no han estado a la altura de las circunstancias. Se han revelado como malos negociadores con las figuras, ineficientes en la confección de los carteles e irrespetuosos en el precio de los abonos. Y, por si fuera poco, ambos no son buenos comunicadores; serán los nervios o, quizá, la timidez, pero informan muy poco, con oscuras maneras y medias verdades, y casi siempre alcanzan el efecto contrario al deseado.
En fin, que ni los aficionados, ni el público ni los medios de comunicación conocemos la raíz del problema ni el trato que la empresa de Sevilla tiene con los toreros, pero algo hacen mal los empresarios cuando los toreros poderosos vuelven a darles la espalda.
Vamos, que la empresa de Sevilla no tiene un pase, y más de uno opina que se ha puesto en marcha el reloj de su despedida.
Ya verán cuando la muy noble Real Maestranza de Caballería, propietaria del coso, haga números y compruebe por segundo año que las cuentas no le salen. Ya veremos…
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