lunes, 9 de marzo de 2015

Perdemos los inviernos

Lo peor de los inviernos taurinos es que no sirven para la reflexión y el remedio de los problemas. 
Más aún: es que no se da ni un paso, ni un intento de aproximación, ni un renunciar un cachito a los intereses personales; y buscar el bien del colectivo.


El estado cuenta milongas sobre el IVA y la protección a la Fiesta.
 Las novilladas -Pío García-Escudero lo intentó- deberían estar desgravadas de impuestos.
Nadie, aunque todo el mundo es consciente, busca una solución para ese pozo de ilusiones rotas que es la novillería. Nadie apeló nunca porque el novillero, al menos hasta su despegue, si no es muy espectacular, no puede ser un profesional. 
Y no puede serlo porque no gana nada. Mucho menos que uno de sus peones o de sus picadores. 
 Y es todo lo contrario. Y aunque duela habría que revisar los gastos de una cuadrilla (y yo he defendido siempre los derechos de los subalternos) porque no puede ser que el de oro gane infinitamente menos que el de plata.
 Y ahora que los ponedores (curiosa especie de filántropos que cobran su ego por un burladero en el callejón) han desaparecido.
 Pasan los años y no se cuida este segmento. 
Pasan los años y se sabe que hemos arruinado al cuarenta por ciento (ya sé que me quedo corto) de ganaderos y no hay una reunión de alto nivel para depurar y ordenar esta sangría. 
Ganadería que muere, la Fiesta se achica. 
Y los que más derecho tienen de todo el colectivo a gritar la ruina que les han buscado son los ganaderos. Somos tan cafres que dinamitamos con la mayor impunidad lo que es la base, la madre, la fuente, el tronco de esta Fiesta: el toro.
 Y sin toro esto sería un ballet ridículo. Pues leña al mono por que cada invierno se congelan un puñado de ganaderías bravas.

Por Manolo Molés, http://www.aplausos.es/

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