martes, 13 de octubre de 2015

Feria de Otoño 2015, Paco Ureña, VÍDEOS

Paco Ureña ha toreado en Las Ventas como una gran figura, profundo, entregado, inspiradísimo, pletórico, sublime, arrebatador y magistral.

Acababa de salir de la enfermería, con el antebrazo izquierdo y la muñeca derecha contusionados después de las dos volteretas que sufrió ante su primero. Tomó la muleta, se colocó cerca de los pitones y volvió a volar por los aires sin más consecuencias que otro testarazo en el cuerpo entero. Se recompuso, asentó las plantas de los pies y comenzó a torear. Tenía delante un buen colaborador, un toro de noble condición, y los muletazos surgieron largos, suaves y profundos en una primera tanda de derechazos de alto voltaje. Grandes y templadísimos brotaron los naturales, rubricados después con otra tanda, de frente, con la mano zurda, honda, emotiva, hermosa y magníficamente abrochada con un largo pase de pecho. Otra más, hubo, del mismo tenor, con la plaza extasiada, arrebatada y conmovida por la visión del toreo más grande siempre soñado.
Unos ayudados por bajo, largos, sentidos, eternos, fueron el punto final a una de las faenas más bellas que se hayan visto en esta plazaAquí debiera acabar la crónica porque ahí debió acabar la corrida. Un fogonazo de belleza tan deslumbrante no mereció el infortunio de un fallo garrafal con la espada, que lo emborronó todo, lo mancilló y lo oscureció. Ureña, que estaba en los cielos del arte, se despeñó de sopetón, como en otra maldita voltereta del destino para que el alma le duela hasta el aliento.
Dio una apoteósica vuelta al ruedo, con el semblante pálido, sin saber si reír o llorar, si responder al reconocimiento o darse un chocazo contra las tablas. Era el infortunio, indisolublemente unido, también, a la grandeza del toreo.
Durísimos fueron los cuatro primeros toros de Adolfo Martín, -el quinto fue un noble inválido-, complicados, orientados, listos, inciertos, bruscos…; y los tres toreros fueron tres valentísimos jabatos de la lidia, que se jugaron el tipo en cada cite, que nunca volvieron la cara y sortearon las tarascadas y las miradas de toros que los radiografiaban en décimas de segundo. Y a todos les robaron capotazos y muletazos de categoría.
El propio Ureña lanceó a la verónica a su primero maravillosamente bien, jugando los brazos, apretado el mentón, embraguetado… Después, le dio todas las ventajas a un oponente muy dificultoso, de corto recorrido y rápido aprendizaje, se llevó dos volteretas y el respeto del tendido. 

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