sábado, 2 de enero de 2016

La hora del gran cambio


La temporada de 2016, cuando hay que demostrar la vigencia y la realidad de la fiesta de los toros
Cuando las corrientes que se declaran antitaurinas no se cortan un pelo de la hora de proclamar su propósitos abolicionistas, pocas respuestas más rotundas pueden localizarse que un resurgir con todas las fuerzas de la Fiesta.
 Para desmentir tales supuestos, nada más convincente con unas plazas llenas y unas tardes de toros íntegras y con todos sus valores culturales e históricos intactos. 
En el fondo, ha llegado a hora del gran cambio, en el que todos debiéramos trabajar a favor de la Tauromaquia, dejando a un lado nuestros propios intereses particulares, aunque fueran legítimos, para embarcarnos en un empeño común y superior.

Con la antesala y contrapunto de Alejandro Talavante (10 de enero), Morante de la Puebla (el día 17) y “El Juli” (el domingo 24), el último día de enero volverá José Tomás a la Monumental del paseo de Insurgentes, el mayor coso del mundo, en un mano a mano con quien en este momento es la primera figura de México, Joselito Adame. Un comienzo a lo grande para la nueva temporada de 2016.
Junto a Ajalvir y Valdemorillo, en España comenzaremos con la miniferia de invierno en el Palacio Vista Alegre con dos carteles interesantes:  el sábado 20 de febrero, se anuncian novillos de Daniel Ruiz para Álvaro Lorenzo, Ginés Marín y Varea; al día siguiente se lidiaran toros de Parladé para la reaparición de David Mora y de Jiménez Fortes, tras sus muy graves percances. Y a partir de ahí, se echa andar el carrusel.
¿Será la temporada del cambio? En una actividad tan poco proclive a dar un vuelco a sus criterios, costará trabajo que ocurra. En el fondo, todo va a depender de las dos ferias levantinas y, sobre todo, de Sevilla, que será donde los nuevos valores tengan que hacer valer sus razones como alternativa frente a lo establecido.
No ha llegado la fiesta de los Reyes y ya está cerrado un cartel para el 29 de mayo --que en 2016 se celebrará la festividad del Corpus-- en Ledesma: un mano a mano de Castella y López Simón, con toros de El Pilar. Será cierto aquello de “a quien madruga, …” Pero mucho madrugan los gestores de la plaza salmantina; madrugan tanto como para llevar a pensar que el añorado cambio no encontrará facilidades para cuajar. Desde luego, muchas mentalidades tienen que cambiar para que se imponga la razón del mérito y el triunfo como criterio último para la contratación.
Naturalmente es buena cosa que a quienes resultaron triunfadores durante 2015 se les tenga en cuenta desde el primer momento. Siempre fue así en la historia. La novedad con respecto al pasado es que ahora ya los carteles se confeccionan con muchísimo adelanto, sin dejar opciones libres para quienes en las primeras ferias del año vayan descubriendo sus cartas.
Una condición que se hace necesaria
Pero no podemos obviar una condición necesaria, a la que en nuestro pasado inmediato se era muy sensible, pero ahora mucho menos, metidos como andamos en el sota, caballero y rey de todos los días. La condición parece evidente: la aceptación en la taquilla que tengan los carteles con los nuevos toreros. La experiencia dice que, salvo que vayan arropados por todos toreros con mucha fuerza, irremediablemente la entrada se resiente.
Unos aducirán que con los precios que ponen las taquillas de modo necesario hay que ser selectivos en la compra de localidades. En esa hipótesis, se apuesta por lo más seguro. Un concepto de seguridad que, al final, resulta muy relativo: por Madrid pasaron casi todas las figuras y los triunfos fuertes para los que fueron: salvo Castella, la Puerta Grande la acabaron disfrutando los nuevos. Y es que, en el fondo, los primeros que tenemos que echar por delante las razones del mérito somos los aficionados.
En cualquier caso, la temporada de 2016 se nos presenta con mayores atractivos que las anteriores. Si las condiciones económicas se  ponen razonables, tendría que constituir un año de recuperación. Salvo la duda, poco comprensible, de Miguel Ángel Perera, a Sevilla volverán todas las figuras, por lo que se espera un abono con nuevos alicientes como animar su adquisición. Salvo la incógnita habitual de los últimos años, que se llama Enrique Ponce, por Madrid pasarán todos, como antes habrá ocurrido en Valencia. Es decir, el año puede ser competitivo desde sus comienzos.
Pero, además, la competencia se presenta más abierta, con la incorporación de Diego Urdiales a un papel protagonista, con la recuperación demostrada por Iván Fandiño tras su bache madrileño, con la irrupción de la novedad ilusionante de Roca Rey…  Con la llegada, en suma, de los nuevos, que por fortuna son muchos más que el ahora tan cantado López Simón.
El colofón para lanzar la temporada radicaría que José Tomas decidiera torear una docena de tardes en España. Pero este trébol de cuatro hojas resulta impredecible en sus decisiones. Le gusta ir paso a paso, y ahora lo primero es el compromiso mexicano del 31 de enero. Cuando pase, ya se verá. En este caso, cualquier apuesta que se haga es jugar a la ruleta rusa. Pero no por eso la realidad deja de ser que nada sería lo mismo con o sin José Tomás en España.
En el momento oportuno
En cualquier caso, una cosa es cierta: hoy es el momento más oportuno para que todos se sientan urgidos para hacer realidad una recuperación incontestable de la Fiesta. Como del refranero hay que hacer u uso selectivo, poco vale decir que “a mal tiempo, buena cara”. Frente al antitaurinismo no sirve la buena cara, hacen falta hechos incontestables, acontecimientos y comportamientos que resulten prácticamente imposibles de refutar. Y tales hechos comienzan por unas plazas con mucho pública, para seguir luego con unas tardes taurinamente ejemplares.
En definitiva, hay que volver a demostrar las profundas raíces sociales de la Tauromaquia, su raigambre en el pueblo, como una de sus razones históricas. El toreo no resulta precisamente un invento de nuestros días, sino que responde a una cultura milenaria que forma parte del propio ser de España. O dicho en lenguaje más directo: el arte de los ruedos no es un algo pasajero de cuatro a los que un tal Meijide, en su ignorancia profunda, les llama “sádicos asesinos”.
Se trata de un empeño común para cuantos declaran su amor por la Fiesta, con independencia del papel que le corresponda a cada uno. En aras de ese objetivo común, poco oportuno resulta mirar hacia otro lado, sino que cada cual debe renunciar a todo aquello que dificulte el camino, incluso cuando sean intereses legítimos.

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