jueves, 28 de abril de 2016

6 Toros indultados en Sevilla 6

 "Cobradiezmos" es el sexto ejemplar en la historia de las reses bravas que merecieron el perdón de su vida en la Real Maestranza.
 El inmediatamente anterior, que aún está en la memoria de los aficionados, fue "Arrojado", con el hierro de Núñez del Cuvillo.
 Pero antes ya hubo otros cuatro casos: en 1965 un novillo de Albaserrada, de nombre "Laborioso"; en 1897 un toro de Joaquín Murube que atendía por "Playero"; en 1887 se le perdonó la vida a "Manzanito", también de la ganadería de Murube; finalmente, en 1861, tocó su turno a "Zancajoso", con el hierro de José Anastasio Martín.

 El gran ejemplar de Victorino Martín, marcado con el número 37, de 562 kilos de peso y nacido en diciembre de 2011 en algún cerrado de la finca Monteviejo, ya se recupera de las heridas de la lidia. El toro retoma fuerzas en otra finca cercana del campo cacereño, Las Tiesas de Santa María, muy cerca de la cola del embalse de Alcántara que se nutre de las aguas del río Tajo. No hay que olvidar que Manuel Escribano se enhebró a su gran bravura y su extraordinaria calidad inscribiendo su nombre en los anales de la plaza de la Maestranza.
Resultado de imagen de arrojado toro indultado
Hace un lustro escaso fue el turno de Arrojado, otro boyante ejemplar de Núñez del Cuvillo que mereció el perdón de su vida en manos del mejor Manzanares, que en aquel momento saboreaba los momentos más dulces de su idilio con la plaza de la Maestranza. Arrojado falleció prematuramente pero su simiente quedó para siempre en El Grullo. 
El indulto de este excepcional cuvillo también puso a prueba la memoria taurina de los aficionados más veteranos que aún recordaban el gran juego de otro animal de nota,  "Laborioso "un novillo del marqués de Albaserrada[1] que fue indultado por el trianero Rafael Astola el 12 de octubre de 1965, hace poco más de medio siglo.
Pero había que ir más allá; desempolvar viejos libros y bucear en los anales de la plaza de la Maestranza para encontrar otros indultos en otros tiempos muy distintos en los que la lidia giraba en torno a la suerte de varas y la bravura se calibraba, fundamentalmente, en función del comportamiento del toro en el caballo.
En realidad ese no fue el caso del toro Playero, un ejemplar marcado con el hierro de Joaquín Murube que llegó a la plaza precedido de la fama de docilidad que atestiguan multitud de fotografías en las que el animal se dejaba acariciar, montar y hasta posar con el ganadero acostado a lo largo de su lomo como si fuera una chaise longe.
El encierro del toro en la plaza de Sevilla constituyó todo un acontecimiento. Las corridas aún llegaban conducidas a caballo desde los encerraderos de las afueras hasta los corrales del coso. Las viejas crónicas recuerdan los detalles de aquel encierrillo nocturno: “Abría paso al encierro la duquesa de Alba, acompañada del ganadero Joaquín Murube y del conocedor, Manolillo Cabezas. Marchaban detrás el general Sánchez Miura y los señores Miura, Murube, Ramos, Turmo, Naranjo y otros. Entre la concurrencia se hablaba que la madre también se dejaba acariciar, aunque en el tentadero demostró una bravura extraordinaria”.
Playero fue lidiado en la plaza de la Maestranza el 18 de abril de 1897 --Domingo de Resurrección-- en un mano a mano entre el mítico matador Antonio Reverte y Bonarillo, que tenía que haberlo estoqueado. 
El animal recibió seis varas, pero en el perdón de su vida --solicitado por la parroquia-- pesó esa bondad que le llevó a volver a los campos de Los Palacios. 
De allí salió de nuevo para ser lidiado el 20 de junio en Lisboa en una corrida mixta en la que actuaron los cavaleiros Reposo, Alves y Oliveira y los diestros Valentín Marín y Joseíto. Entonces, como ahora, los toros no se sacrificaban en público en las corridas a la portuguesa, pero el toro de Murube tampoco fue apuntillado en los corrales y pudo volver a los cerrados del histórico cortijo familiar de Juan Gómez en los que acabó muriendo de viejo.
La mayor parte de las fuentes también dan por cierto el indulto de otro animal de cualidades excepcionales, seguramente el primero que se indultó en Sevilla. 
Se llamaba Zancajoso y fue lidiado en la plaza de la Maestranza en el muy lejano 3 de mayo de 1861. El toro estaba marcado con el hierro de José Anastasio Martín, tomó la friolera de 33 varas y mandó al despeñadero hasta once caballos.
Pero las brumas de la historia se enmarañan en torno al indulto de otro toro de la familia Murube, de nombre Manzanito, que fue lidiado en Sevilla en 1887. Las distintas fuentes consultadas no coinciden en algunos datos pero la versión más extendida señala que Manzanito fue lidiado el 9 de junio de aquel año en un cartel que, además de los toros de Murube, completaban los diestros Salvador Sánchez Frascuelo y José Machío. 
Parece que el bicho salió con ganas de guerra: se llevó por delante todos los caballos disponibles y mandó a la enfermería a los cinco picadores que quedaban operativos. Manzanito salvó su vida y cierra este sexteto de toros indultados en la Maestranza.
[1] Este novillo atendía por el nombre de Laborioso, pesó en vivo 425 kilos y era de capa negro zaino. Lo lidió en 5º lugar  Rafael Astola (de rosa pálido y oro), a quien acompañaban en el cartel Paco Puerta y Pedrín Benjumea. Lo picó el varilarguero Velázquez, que por tres veces realizó la suerte con gran gallardía y acierto. El indulto fue rubricado por el presidente en aquella tarde, el célebre don Tomás León. POR Álvaro R. del Moral

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