sábado, 16 de abril de 2016

Volvió MORANTE prima

De repente, un silencio de sepulcro se hizo en el templo. José Antonio el de la Puebla se mecía despacio, muy en corto, para poner fin al sueño estoque en mano. De lo de antes, con certeza no recuerdo nada. Cuentan que meció el capote al compás de un cante grande, en un rosario de lances, unos lances muy gitanos, de seda por el albero, de haber nacido torero, de vámonos que nos vamos.

Me han contado, entre tinto y tinto, que Morante se fundió con el toro en una danza extraña, muy antigua, y que hasta los más fuertes temblaron de locura. Un pase cambiado, de otros tiempos, anunció la catarsis, y la Maestranza renació de pasión en cada suerte. 
Como el amor, muy lento, se fue derramando un toreo que hoy ha resucitado, y el gentío se estremeció con ese pulso muerto, con ese embroque hondo, con esa verdad que es tan bella  y tan inmensa.
Parece que brotaron redondos en pureza, y un ramillete de naturales dolientes, muy profundos; un farol barroco, por Triana; y hasta un baile por sevillanas con la muleta hecha un trapillo y el corazón por delante. Parece que su obra, su descarnada obra de arte, fue un clamor de temple, un arrebato de inspiración, una lección de ese toreo clásico que faltaba como el agua. Parece que acarició el pitón del toro recordando a José; y que hizo la suerte de matar según la ley de Costillares. Y cuentan que lo pasearon a hombros Arenal arriba, pero que allí, en aquel lugar del Baratillo, se había dejado el alma para los restos.
Cuentan que El Juli derramó su sangre de figura en el albero; y que un chavea de por ahí, Roca Rey, va para torero grande. Y cuentan que, de los arrozales de la Puebla, llegó el genio tres años después de aquella media a pies juntos.
Y que puso orden, prima.Por Álvaro Acevedo 

No hay comentarios:

Publicar un comentario