viernes, 29 de abril de 2016

La vida insólita de 'Playero'

Indultado en la Maestranza.

El astado se lidió el 18 de abril de 1897 en Sevilla y el 20 de junio del año siguiente en Lisboa

La historia de Playero es una de las más insólitas en la tauromaquia. Negro, meano, número 24, bien puesto de cornamenta, de bella lámina, se tentó como eral adelantado en 1894, siendo calificado con la nota de sobresaliente. 
Playero fue herido en una pelea por otro toro. 
Hasta aquí todo entra dentro de la lógica. Pero lo sorprendente sucede cuando uno de los vaqueros, preocupado por las heridas del animal, se aproximó y lo llamó. El toro acudió y Joselillo, que así se llamaba el zagal, llegó a acariciarlo, para más tarde curarle las heridas. Desde aquel día, Playero acudía a la voz de Joselillo. El toro terminó por dejarse acariciar y hasta montar por diversas personas, como fue el caso de la duquesa de Alba. 

Playero cobró tanta fama que se daba cuenta de su vida en la prensa. Así, se narró que en la noche previa a su lidia, el Domingo de Resurrección de 1897, se realizó un encierro, con mucha animación: "Abría paso al encierro la duquesa de Alba, acompañada del ganadero Joaquín Murube y del conocedor, Manolillo Cabezas. Marchaban detrás el general Sánchez Miura y los señores Miura, Murube (hijo), Ramos, Turmo, Naranjo y otros. Entre la concurrencia se hablaba que la madre también se dejaba acariciar, aunque en el tentadero demostró una bravura extraordinaria". 

En la magnífica revista La Lidia se publicó una cromolitografía en la que aparece Reverte sentado a lomos de Playero, que ya era archipopular cuando se lidió en tercer lugar en Sevilla el 18 de abril de 1897.
 
Tomó seis varas y a petición del público, ganado de antemano por la leyenda, se le indultó. Hasta se dejó rascar el lomo por Reverte antes de volver a los corrales, sin que Bonarillo, el otro espada que actuaba en mano a mano con Reverte, se llevará el disgusto de matarlo. 

La historia continúa el 20 de junio del año siguiente, cuando se lidió en Lisboa, con otros once de Faustino de Gama, actuando de caballeros en plaza Reposo, Alves y Oliveira y de espadas Valentín Martín y José Ruiz Joseíto. De allí volvió vivo y no porque se le indultase, sino porque en Portugal no se practicaban más que simulacros de muerte y no se sacrificó en los corrales, viajando de nuevo a la dehesa de los Murube, en Sevilla.

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