lunes, 16 de mayo de 2016

"Entereza y autoridad de Roca Rey"

(COLPISA, Barquerito)
Era argumento mayor la repetición y el reencuentro de Talavante y Roca Rey solo dos días después de su exhibición del viernes. Ambiente eléctrico, escorado del lado de Talavante, a quien nadie reprocha nada.
Ni siquiera su poca decisión para atacar con la espada al cuarto. 
Y, de parte de una ruidosa minoría, exigencia desmesurada con Roca Rey. 
Pero de Roca Rey fueron los grandes momentos de la corrida. Al sentirse exigido como figura principal del reparto, Roca Rey asumió papel protagonista.
Una entereza más que llamativa. Desde su salida a quitar en el primer toro de Talavante –en los medios, intercalando tafalleras y caleserinas, remate de larga notable, runrún de los grandes- hasta el momento de echarse encima del toro de Marca con la espada en un segundo viaje de torero de valor.

Talavante renunció a replicar en el primer quite y esa baza, menor, la ganó Roca Rey. Desafortunado el tercio de varas y moroso el de banderillas, Roca Rey toreó de capa al tercero por abajo pero solo en lances de brega. Talavante quitó discretamente: dos verónicas, y claudicó el toro. Vino entonces una faena de Roca Rey distinguida por su autoridad –el toro en la mano, gobierno del terreno, temple- y marcada por el ritmo muy cadencioso en tres tandas en redondo, enroscadas, de listeza para ligar y rehilar cuando le convino. A los veinte viajes estaba el toro molido, abierto de manos, rendido. Entre pitones se cruzó Roca Rey para sacar casi a tenaza muletazos con la zurda.
No teniendo el toro sino ganas de pararse, se creó una tensión nada sencilla. La primera y única vez que Roca tiró un cambiado por la espalda, más de alivio que de alarde, lo castigaron los exigentes. La mayoría subrayó con eco mayor los logros de la faena, que fue larga por tensa. Un aviso antes de la igualada. Dos pinchazos, una estocada sin puntilla. No quiso el torero limeño salir a saludar. Pero volvió a quitar en el segundo toro de Talavante. Quite mixto y redondo de chicuelinas y tafalleras, y media buena.
Talavante tuvo la feliz idea de abreviar con ese cuarto toro, acapachado, grandullón, que fue de los de ir y venir rebrincado y sin una sola embestida de emoción. Con el primero de lote, que intencionadamente Talavante se dejó crudo de varas, abrió en distancia con una pedresina muy aparatosa y, firme, planteó enseguida faena en los medios, donde el toro, venido a menos, se resistió no poco, y le acabó costando un mundo.
Así que al soltarse el quinto la cosa estaba para Roca Rey. Gigantón el quinto,  que romaneó pero se repuchó en una primera vara. Cómo arrastraba una pata, surgió una bronca que parecía contra el toro pero rebotaba en el torero. Antes de cambiarse el tercio, y tras la segunda vara, Roca se fue a los medios, se plantó en ellos capote a la espalda, citó de largo y le pegó al toro por los dos pitones cuatro, cinco saltilleras de supino ajuste. Al rematar sobrevino la caída y casi cogida, el autoquite rodando y el derrumbe del toro. El quite se celebró como acontecimiento. Pañuelo verde, pero la ovación, la mayor de la tarde, fue de trueno.
Al sobrero salió Roca a fijarlo en los medios capote a la espalda otra vez. Corretón, el toro se soltó de los primeros lances, hasta que Roca, más difícil todavía, lo sujetó con gaoneras templadas y ceñidas, con caleserinas de limpio caracol intercaladas y media de rodillas que puso la plaza boca abajo. Un intento de galleo de frente por detrás, se volvió a soltar el toro, que se cayó dos veces al cobrar un picotazo. Pañuelo verde. Un tercer sobrero, el serísimo toro de Marca que tomó al salto el capote, fue bravucón en dos puyazos y se paró en la muleta demasiado pronto. Antes de pararse, probó bastante, fue mirón y tardo, ninguna entrega, algún cabezazo. Solo en ese momento pareció flaquearle a Roca Rey el ánimo. Un poquito nada más.
El toro de mejor son fue el primero. Posada lo toreó de capa con decisión, encaje y regusto bueno. Por arriba no quería el toro, sino todo lo contrario. Faena más de acompañar que de dominar. Cuando se embraguetó, perdió Posada pasos. La vieja lesión de tendones del brazo derecho pasó factura: cuatro pinchazos sin confianza, una estocada. El sexto de corrida se desencuadernó a las primeras de cambio. Un sobrero cuajado de Mayalde, serio galán, que, muy sangrado, no duró casi nada. Afán visible de Posada, muletazos cortos, reuniones provocadas, naturales de buen trazo pero de uno en uno. Y una estocada.

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