miércoles, 29 de junio de 2016

UN DÍA IMBORRABLE PARA PEDRO QUINTERO


                                                                            Por Vicente Parra Roldán
La fecha del 29 de junio de 1964 es imborrable en la memoria del torero onubense Pedro Quintero que, en sus inicios, se hizo anunciar con el apodo de “Sapolio” y, posteriormente, ser conocido por “El Gallero”, pues ese día cumplió con la gran ilusión de debutar en la plaza de toros de su tierra.
Desde su infancia, la vida de Pedro Quintero ha estado ligada al planeta taurino en el que goza de una bien ganada reputación y cuyas opiniones son muy respetadas por sus conocimientos y experiencias.
 Desde niño, Pedro ha vivido el mundo del toreo. Sus primeros juegos, en Viaplana, fue con su amigo Rafael Carbonell, cuya trágica desaparición dejó un hueco muy importante en el corazón del adolescente que redobló su afición, compartiéndola con otros jóvenes de la barriada cómo y con aquellos que frecuentaban la plaza de toros de Huelva hasta donde Pedro se había acercado para vivir con más ahínco el mundo taurino choquero.

La llama había prendido y Pedro soñaba con ser torero, dedicándose a prepararse para ello, por lo que dejó sus estudios y su trabajo. Horas de esfuerzos físicos, de entrenamientos, de toreo de salón, de búsqueda de oportunidades, etc. jalonaban su vida mientras aguardaba verse anunciado en un cartel.
Como las oportunidades no llegaban, Pedro decidió tirarse de espontáneo y analizó pormenorizadamente todos los detalles. Y, sorprendiendo a todos, saltó al ruedo y se pasó, muy cerca y con mucha decisión, al novillo en varias ocasiones entre los vítores de los tendidos. La ovación que escuchó Pedro Quintero cuando era retirado del ruedo por la Policía Nacional aún le resuena en sus oídos por justa y merecida.
Aquel esfuerzo tuvo su recompensa y, unos días después, se vio anunciado en una novillada en la que estuvo anunciado junto al sevillano Juan Benjumea y al comprovinciano Juan Luís Llanes “El Calañés” para lidiar reses de Juan del Cid. En esta ocasión, Pedro puso mucha voluntad y ganas pero demostró su inexperiencia y la carencia de fortuna, especialmente a la hora de matar y su buen quehacer tanto con el capote como con la muleta no tuvo refrendo con el uso de los aceros y de un posible triunfo se pasó a la indiferencia de los tendidos que pronto olvidaron lo realizado por Pedro Quintero.
Pedro no se amilanó tras esta actuación y siguió en su empeño de querer ser torero, actuando en muchas plazas de nuestra provincia en las que se anunció bajo los auspicios de su buen amigo Miguel Báez “Litri”, que se había convertido en su protector y con quien trabajó en la película “El Litri y su sombra”.
Cuando su carrera taurina empezaba a emerger llegó el momento de cumplir con los deberes militares y hasta Sidi Ifni tuvo que marcharse un desilusionado Pedro, consciente de que durante más de dos años iba a estar alejado del planeta taurino y aquello podría suponer el olvido de los aficionados.

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