sábado, 4 de junio de 2016

Victorinada light

Tarde de "No hay billetes" de los auténticos, ambiente como el reservado para las grandes ocasiones, tras el justo homenaje que por la mañana se le rindió al ganadero de Galapagar, un histórico ya en la cría del toro de lidia. 
Pero luego las cosas no salieron como se hubiera deseado. Es la grandeza y el riesgo de la Fiesta: nunca se desarrolla según un guión preestablecido, sino que es de las pocas cosas que verdaderamente se viven en directo. 
Hubo un par de toros --3º y 5º-- con opciones para el éxito, siempre sobre la base de que no es una ganadería bobalicona, como hay tantas; pero los otros cuatro no estaban criados para ofrecer muchas alegrías.
 Al concluir el paseíllo se guardó un minuto de respeto y memoria por Rodolfo Rodríguez “El Pana”.
Expectación y lleno, después de 29 días. Y para los dos últimos, el climax ambiental no parece que vaya a ser diferente. Acabarán pasando por los tendidos más de 600.000 personas, que se dice pronto. Y más de media docena de “No hay billetes”. 
 A pesar de las decepciones y gracias a los éxitos, pero sobre todo gracias a una realidad incontestable: la afición existe y está viva, le pese aquien le pese. No había más que ponerse a observar el ambiente que este viernes se registraba en Las Ventas cuando faltan poco minutos para el paseíllo. 
Qué contrariedad que tan bonitos como son esos momentos, luego las cosas no discurrieron como todos hubieran querido.
Victorino Martín, tan justamente homenajeado por la mañana: ahí es nada, su nombre junto a la Puerta Grande, trajo una corrida de inconfundible tipo. No hace falta más para que seis toros tengan el trapío que la Fiesta requiere. 
Ninguna exageración innecesaria, pero toda la seriedad; en todo caso, un poquito más de remate a los tres últimos. Luego en su juego, como en botica, hubo de todo. Y digámoslo pronto: menos de lo bueno, porque no abundó la casta.
Complicaciones presentó el que abrió la tarde; sin fijeza alguna el que hizo 2º; humillaba y con un razonable tranco el 3º, que se ofrecía para el lucimiento; un escalón por debajo el 5º, también tomando los engaños por abajo; 4º y 6º llevaban problemas en su interior.  Con este resumen quiere decirse que a unos había que lidiarlos con buena y sobria mano; al menos 2, e incluso 3, se prestaron a mayores empresas. En todos los casos tratándose de una corrida exigente, como suelen ser todos los albaserradas.
“El Cid” tuvo casi en la mano el levantar vuelos. En su primera tarde madrileña no tuvo opción alguna. En esta ocasión “Garrochista” se le estaba ofreciendo. Adviértase que no era precisamente el heredero de “Cobradiezmos”, pero metía la cara con humillación para seguir los engaños. 
 Se comprobó, en primer término, en los entregados lances de recibo y se confirmó en las tres primeras series, dos con la derecha y una sobre la izquierda, como en los viejos tiempos. Pero tres golpes de viento, que más a destiempo no pudieron soplar, rompieron la racha, dejándole descubierto y obligado a rectificar. Intentó de nuevo el de Salteras que las cosas volvieran por su cauce, pero ya había pasado la hora.
 No acertó a dejar la espada en su lugar natural.
Más complicado era, pero volvió a intentarlo con el que cerró la tarde, que ese traía más de un gatito en la barriga. Y lo hizo con sinceridad, poniéndose donde debía, ofreciendo los trebejos como  es debido, pero todo resultó un esfuerzo sin futuro.
No llegó a centrarse en ningún momento Uceda Leal. Desde luego, su primero no ofrecía alegrías, pero con su capacidad habría que habérsele dado el trato necesario para un toro con muchas complicaciones. El torero madrileño prefirió tirar por la calle de en medio y a las primeras de cambio le recetó una estocada en los blandos del rincón. Trató de enmendar la situación, pero el 4º tampoco  regalaba nada y además se puso andarín. Intentos varios, sin mayor lucimiento, como paso previo a otra espada que acabó en los bajos.
Es mínimo de posibilidades que no ofrecía el que salió como 3º, las trajo luego el 5º, que dentro de sus limitaciones quería embestir. Cumplió Miguel Abellán escuetamente con el malo, en el que la espada –el mal signo de toda la tarde-- no funcionó. Pero su segundo le ofreció la oportunidad de reivindicarse de nuevo. Entre las molestias que provocaba el viento, el recurso a torear de las rayas para adentro y alguna que otra duda, la cosa no rompió. Detalles  sueltos, algunos muletazos de mano baja… Insuficientes en todo caso. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario