Todos celebran, y con razón, la irrupción en las ferias de los toreros nuevos, ese grupo de toreros de reciente alternativa que han comenzado a codearse con las figuras, que antes iban sistemáticamente agrupadas de a tres en tres, e incluso las desplazan de no pocos carteles.
Y los nuevos, además, no andan con rodeos: que hay que anunciarse tres o cuatro tardes en Madrid o en Sevilla, pues se firman.
Hasta ferias más reducidas pero importante hacen doblete.
Esta feliz circunstancia, sin embargo, deja como damnificados a otros toreros que antes cumplían esa misión complementaria en los abonos.
Pero esto ha ocurrido siempre en el mundo del toro.
En el mundo del toro, como en la misma vida, todo tiene dos caras. Ahora celebramos que una hornada de toreros nuevos, la cosecha de 2015, venga ocupando puestos en los carteles feriados y en otras muchas tardes. Se han abierto un hueco que hasta hace poco parecía de imposible. Pero lógicamente han desplazado de los carteles a otros toreros que hasta ahora venían a completar los abonos.
En el ecuador de la temporada, tan solo con tres nombres --López Simón, Roca Rey y Garrido-- se han ocupado ya casi 60 de los puestos disponibles. Si a esos sumamos la venturosa novedad de los recuperados
David Mora y Jiménez Fortes, nos vamos ya en torno a los 80 puestos. Y además ha comenzado a anunciarse con frecuencia Cayetano, que en esta etapa es casi como si fuera nuevo. Total, que nos acercamos a los 100 puestos en los carteles, que conlleva de modo obligado el desalojo para otros tantos.
En pasadas temporadas añorábamos la formula del 2 figuras+1 nuevo. Pero es que algunos de los toreros que han abierto paso en vez de formar parte de ese “1”, que suponía un complemento, se han unido con todo derecho al “2”, para volver a la formula del tres en tres que mantenían antes las declaradas formalmente figuras.
Si comparamos con campañas anteriores, entre quienes forman parte del pelotón de cabeza el más afectado parece Miguel A. Perera, que anda ahora por la docena de actuaciones. Pero, sobre todo, los más “damnificados” vienen el segundo grupo: Finito de Córdoba, El Cid, Daniel Luque, Juan J. Padilla, El Cordobés, Iván Fandiño, entre otros.
El propio Fandi, que llevaba años en cabeza, en estos momentos va del orden de una doce de corridas abajo con respecto a otras temporadas. Pero algo parecido le ocurre a Diego Urdiales, que al ritmo en el que discurre su campaña con una treintena de actuaciones, si las alcanza, cuando parecía que era su momento más dulce de la mano de la FIT y entrando en carteles de primera.
Morante al margen, que el de la Puebla marca sus propios ritmos, las figuras no solo se mantienen en sus puestos, sino que incluso han ido recuperando posiciones. Hoy Ponce, El Juli, Manzanares, Castella y Talavante disputan y comparten con los nuevos los primeros puestos en el escalafón.
Naturalmente quienes formaban antes el tercer escalón, los nuevos movimientos les han llevado aún más abajo en la estadística. Por eso se comprende que tantos toreros españoles anden en estos meses haciendo las Américas --básicamente México y Perú--, para ocupar sus demasiadas fechas libres.
No deja de ser significativo que de los más de 100 matadores de toros que se han vestido de luces en lo que va de temporada, tan sólo un de cada tres haya pasado de las cinco corridas contratadas y una cincuentena de ellos lo haya hecho una o como mucho dos veces.
La cosa se termina de complicar cuando se comprueba que en la actualidad, y es muy de lamentar, el mérito ha dejado de ser un motivo fundado para la contratación de un torero. Salvo Pamplona, que es muy respetuosa con los que antes han triunfado en Madrid o Sevilla, en las demás plazas cada cual va a su aire, sin que un triunfo anterior devenga de modo necesario en un nuevo contrato.
Y para completar el cuadro, en nuestros días la situación se complica por la reducción del número de espectáculos que se monta. Ferias que antes eran de 8 días, ahora han pasado a serlo de cuatro o como mucho cinco. Ahí está, por ejemplo, el caso de la feria de San Jaime en Valencia o el abono de Almería, en los que ni siquiera caben todos los que están más arriba.
Esta realidad ha generado de hecho una doble competencia. Entre los andan en la cresta de la ola, porque saben que no les queda margen para tomarse un respiro: o se sale a revientacalderas un día tras otros, o se pierde comba. Y entre los andan más abajo, porque cada vez resulta más disputado coger sitio en los carteles que complementan un abono, sobre todo si no tienen a favor ese plus de ser “el torero local”.
¿Y esto es justo?, se podría preguntar alguno. Pues no es ni justo, ni injusto; es, sencillamente, la ley del mercado. Pese a que en el mundo del toro siga imperando la fórmula del intercambio de toreros entre los grandes grupos empresariales, esta competencia que acaba siendo excluyente para algunos se ha dado siempre.
Cuando el número de puestos disponibles en los carteles está prácticamente tasado de antemano y además van a menos, de modo necesario se produce una reordenación de los escalafones. Con todo, siempre queda la esperanza de que, al final, el toro pone a cada cual en su sitio. Ahora costará más tiempo que en otras épocas, incluso habrá que sembrar en esta temporada para recoger la cosecha en la siguiente, o en la otra; pero ese adagio tan taurino generalmente se cumple. Ahí está el caso de Manuel Escribano, que tuvo que esperar pacientemente 10 años para meter la cabeza en las ferias gracias a una sustitución; hoy está anunciado en todas.
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