domingo, 24 de septiembre de 2017

Una alternativa ilusionante

Pablo Aguado tomó la alternativa y dejó en los tendidos el buen sabor de boca de un torero con aroma y sensibilidad. Acaba de empezar la que ojalá sea una larga y fructífera carrera como matador de toros.
Rubricó Aguado lo que ya había anunciado como novillero: que maneja con soltura el capote y la muleta, que su toreo posee hondura y gracia, y se entregó como la ocasión merecía. Tanto es así que hubiera alcanzado un triunfo grande si mata a la primera al sexto de la tarde; pero pinchó dos veces y lo hizo saliéndose de la suerte, lo que enfrió los ánimos y emborronó una tarde que pudo ser de gloria.
Lo mejor lo hizo ante ese toro último, en una faena de menos a más; se entretuvo antes en cuatro tandas de aceptables y desapasionados muletazos, hasta que a partir de la quinta, la muleta en la mano derecha, se entregó, se vació y trazó muletazos largos, hondos, bellísimos, con los que la plaza vibró como en las mejores tardes. Fueron tres tandas más en las que obligó al toro a humillar, llevándolo prendido en la franela y cantando de verdad el toreo auténtico. Unos airosos ayudados por bajo presagiaban un triunfo grande.

 Se perfiló para matar y se echó fuera. ¡Horror! Y volvió a hacerlo. ¡Terror! Y a la tercera, cuando el éxito se había esfumado, enterró la espada. ¡Mucho se va a acordar Pablo Aguado de esos dos pinchazos…!En el toro de la alternativa, de insípida dulzura, dejó pasajes toreros de gran mérito. Antes de pedir permiso al presidente y brindar a su padre, el toro se le arrancó y lo recibió, la muleta en la zurda, con cuatro o cinco muletazos por bajo preñados de categoría. Después, ante un animal agotado y sin celo, dejó detalles sueltos de buen toreo. Antes se había lucido a la verónica, y, después, en un quite por elegantes chicuelinas ante el quinto.
El que se retiró a lo grande fue el picador Manuel Quinta, después de toda una vida -27 años- a las órdenes de Enrique Ponce. A lo grande porque ha dicho adiós en la Maestranza, y porque su maestro le obligó a bajar del caballo tras picar al cuarto de la tarde, lo abrazó emocionado, le brindó la muerte del toro y lo invitó a que lo acompañara en la posterior vuelta al ruedo. Un broche de oro a una brillante carrera profesional.
Fue un momento emotivo, refrendado por el cariño y el respeto de los tendidos.


A ese toro quinto, de poca clase, Talavante, (que vuelve este domingo sin justificación alguna para sustituir al lesionado Manzanares), le hizo una faena construida desde la mediocridad, carente de dominio y sin interés. Y le había cortado una oreja al tercero, el mejor toro de la tarde por nobleza, movilidad y prontitud en la muleta; pero fue una oreja generosa y barata, solicitada minoritariamente. Comenzó con muletazos por bajo, largos y cadenciosos, en los que el animal mostró sus excelentes cualidades; se preocupó, después, más por la postura que por la hondura; destacó en tres naturales, un farol, un pase del desprecio y el de pecho, y se acabó. Había toro de dos orejas y le concedieron una que no mereció. No hubo obra, ni intensidad ni emoción.
Nada pudo hacer Ponce ante su primero, un animal amuermado y noqueado. ¡Cómo sería el toro para que el maestro valenciano no le pudiera dar un pase! Complicado fue el cuarto, y el torero desplegó, entonces, su oficio, su conocimiento y su técnica para impartir una lección de torero grande. No fue un faenón porque la poca calidad del toro lo impidió, pero cualquiera sabe lo que hubiera ocurrido si mata a la primera.
P.D.
“Esto se acaba, amigo; y los responsables no serán los antitaurinos, sino los de dentro. ¿Cómo se explica este empacho de Talavante, por Dios? Cuando leí que se caía Manzanares, pensé que lo sustituiría Pepe Moral, triunfador en la Feria de Abril, o algún chaval de los nuevos. Pues, no. Sin explicación alguna -y creo que la empresa Pagés estaba obligada a ello- nos han colocado injustificadamente a Talavante. ¿Por qué? Otra vez, las componendas de los despachos. Estos taurinos no aprenden. Dan la espalda a los aficionados y se equivocan gravemente. Yo ya le digo que me están robando la afición. Esto da asco”.
(Reflexiones de un veterano aficionado en las puertas de la Maestranza).

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