La tarde no pudo ser más desagradable. Si todo el jueves estuvo metido en lluvias, y en lluvias recias, sentarse en los tendidos maestrantes tenía mucho mérito. Por eso se entiende la deserción de tantos en esta tarde insufrible. Los que no le echaron valor a irse a la calle, se perdieron una faena muy notable de Luís Bolívar, con mucha torería y de torero ya muy cuajado.
El resto de la tarde fueron oportunidad imposibles tanto para Joselito Adame que estuvo sobrado con su lote--, como para el más novel Rafa Serna.
La corrida de La Palmosilla apuntó buenas intenciones, que luego no pudo explicitar por su poca fortaleza.

Tomás López y Fernando Sánchez saludaron tras banderillear de forma excelente al 5º.
La frialdad se había instalado en los tendidos, hasta que trabajosamente los aficionados presentes entraron en la muy bien trazada faena de muleta de Luís Bolívar con el 4º. Les costó su trabajo despertar del mal sueño, pero a base del temple y de la calidad el torero de Cali, en muletazos largos y por abajo, les hizo entrar en la lidia. Un feliz despertar, culminado con la vuelta al ruedo con la oreja de su enemigo, bien concedida por el palco. En medio de la lluvia fuerte y la muy mermada fortaleza del que abrió la tarde, Bolívar estuvo tesonero, hasta que optó por acudir a los aceros. Buen momento el que atraviesa el diestro colombiano, pese a lo poco que ha toreado en España en los últimos años.
Otro sí
¡Qué difícil es acertar cuando llueve!
Cuando en el cartel andan las figuras, la suspensión tiene menos discusión: tienen la agenda llena de contratos. Pero cuando se acartelan toreros necesitados de un triunfo que reafirme su carrera, con una solo tarde en el abono, tiene toda su lógica que se aferren a ese “vamos para adelante”, por más que desde la Presidencia se les advierta que “si se comienza, se termina”. Necesitan esa oportunidad, porque no tienen seguro que haya otra; con lo cual, quieren echar adelante el festejo a toda costa.
Sin embargo, habría que buscar una solución alternativa a tan legítimo propósito de los toreros, antes que ese someter al aficionado, y nada digamos al espectador de ocasión, al calvario de una tarde de agua y frío, sentados en la piedra, que en ese trance hasta parece aún más dura. Reconocían los tertulianos del Colón con mucho sentido común que hoy un festejo taurino es colindante con un espectáculo de lujo, en el que resultan impropias tales penalidades, cuando además el escenario es una pura incomodidad.
Pero ahí queda ese conflicto de intereses, de tan complicada solución. Qué difícil es acertar, cuando además el clima ha perdido un poco la chaveta: lo mismo llueve que sale el sol, como ocurrió este jueves. Las novias, cuando ven peligrar un día soleado para su boda, lo arreglan mandando unas docenas de huevos a un monasterio cercano. A lo mejor don Ramón Valencia podría probar esta fórmula. Por probar que no quede.
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