domingo, 25 de agosto de 2019

TRIUNFAL CONMEMORACIÓN MAGALLÁNICA



Por Santi Ortiz


     Hace cinco siglos, una flotilla de cinco barcos al mando de Francisco de Magallanes partía de Sanlúcar de Barrameda con el propósito de abrir una ruta comercial con las islas de las especias por occidente, lo que implicaba descubrir un paso entre el océano Atlántico y el Pacífico. Aproximadamente, tres años después, una sola nave –la Victoria– regresaba al puerto de partida, al mando de Juan Sebastián Elcano, después de circunnavegar por primera vez el mundo.

     La hazaña, que dejaba demostrada experimentalmente la redondez de la Tierra, contuvo una concatenación de penosos episodios contabilizados por el hecho de que, de los 239 hombres que emprendieron el periplo, tan sólo regresaron 18.

Resultado de imagen de CORRIDA MAGALLANICA    Cinco siglos más tarde, sobre un ruedo cubierto de sal lleno de motivos alegóricos, la Sanlúcar taurina conmemoraba la gesta de Magallanes y Elcano, anunciando por vez primera en su historia una corrida de Victorino Martín, a la que deberían enfrentarse tres esforzados navegantes de la torería actual: Octavio Chacón, Emilio de Justo y Pepe Moral, quienes, junto con sus cuadrillas, lucieron para la ocasión un vestuario rescatado del siglo XVI.

     Esta vez, por suerte, el desenlace de la “gesta” no deparó el dramático balance de los que dieron la vuelta al mundo, pues al término de la corrida, nada menos que cinco protagonistas cruzaron en hombros la Puerta Grande del coso de El Pino, aclamados por una multitud agradecida por lo que había presenciado en el ruedo. 
Fueron éstos: los tres matadores, el ganadero y Carmelo, el empresario, que había llevado a buen puerto su aventura, después de satisfacer las más exigentes expectativas.


     Éxito, en primer lugar, compartido con el ganadero, que envió seis capítulos de casta para que el aburrimiento no encontrara lugar en la plaza. De ellos, cuatro toros exigentes para los toreros, uno bueno –el primero-, que acabó rajadito y otro excepcional –el sexto–, que se hizo acreedor a que en el palco de la presidencia asomara el perdón naranja.

     Y éxito compartido con los tres toreros, pues cada uno dio de sí todo lo que llevaban inscrito en sus sentimientos. 
Chacón dio dos versiones de su tauromaquia, bajo el común denominador de una técnica que siempre fue herramienta para situarse por encima de sus toros. Con el primero, templó el toreo y se gustó por ambos pitones, llegando a sufrir una fea voltereta de la que salió ileso de milagro. Con el cuarto, tuvo que jugar la baza del arrojo y la firmeza, ante un toro que lo radiografiaba a cada pase, colándose por el derecho y reponiendo y rebañando por el zurdo.
 La faena se convirtió en una pelea que el torero admitió con valor, para terminar ganando la partida pues el toro acabó dominado. Las cuatro orejas que se llevó en el esportón han de darle buenas vibraciones para afrontar hoy el reto de los miuras en Bilbao.

     Muy exigente fue el lote de Emilio de Justo. Toros que reponían buscando lo que se dejaban detrás y que pedían al diestro el carnet de firmeza. Tanto su primero, cada vez más orientado y embistiendo con la cara a la altura del palillo, como el quinto, al que tuvo que exponer a cara de perro para, poco a poco, ir ganándole la pelea. Vibrante actuación del extremeño, que dejó para mejor ocasión su contrastado toreo de clase, para fajarse con sus enemigos sacando todo el amor propio que le cabía en el cuerpo a fin de mantener su cartel en alza.
 Dos estoconazos rubricaron su esfuerzo y una oreja de cada toro fueron a engrosar su estadística.

     Pepe Moral llegaba en un momento delicado para él, con el ánimo muy quebrantado y con sus alforjas prácticamente vacías de confianza.
 A su primero, que reponía con repetición y exigía firmeza, se la dio con cierta intermitencia, alternando pasajes templados y seguros, con otros de mayor desconfianza, de ahí que la faena no acabara de tomar vuelo. Pero faltaba el sexto, ese número 9 que la bolita del sorteo había querido incluir en su lote. Entre toreros, siempre se ha dicho, que un toro te quita la confianza y otro te la devuelve. 
Pues bien, este “Milhijos”, negro entrepelado, que iba a poner broche de oro a la corrida, estaba designado para que Pepe Moral se reencontrara consigo mismo y volviera a paladear las mieles del arte del toreo. “Milhijos” –que ojalá haga honor a su nombre– fue un toro excepcional de entregada fijeza desde el primer momento, que se comía la muleta yendo tras ella a lo largo del extenso recorrido que le dibujó Moral y que se llenó el hocico con la sal del ruedo de tanto como humilló. 
Debo confesar que, a veces, en su encastada nobleza me recordó a “Cobradiezmos”, el Victorino indultado en Sevilla. Si encastado, noble y claro fue por el derecho, por el pitón izquierdo rozó la excepcionabilidad haciendo que el diestro de Los Palacios sintiera dentro de su alma esa emoción, esa afición, que tan postergadas ha tenido durante esta temporada. “Milhijos” fue un toro de vacas que puso a funcionar a un torero perdido. Un toro de indulto.
 Y con ese premio prestigió a su divisa y al ganadero que lo ha criado.
 La conmemoración magallánica no pudo tener mejor final, y Pepe Moral, después de empaparse de toreo,  experimentó la felicidad de pasear por el salado ruedo las orejas y rabo simbólicos de su inolvidable colaborador.

http://www.canalsur.es/noticias/toros/asi-fue-la-faena-a-milhijos-el-victorino-indultado-por-pepe-moral-en-sanlucar/1472103.html

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