Por Santi
Ortiz
Manuela Mena es historiadora de arte y se la tiene por la mayor experta
en Goya del mundo. Es además comisaria y responsable de la exposición que, bajo
el título de “Sólo la voluntad me sobra”, muestra desde el pasado 20 de
noviembre unos trescientos dibujos del pintor, aprovechando la conmemoración
del 200 aniversario del Museo del Prado.
Y es también responsable de que en las
audioguías de la citada exposición se afirme que Francisco de Goya fue “un
pionero del movimiento antitaurino”, pese a que ello choca frontalmente con la
imagen de apasionado aficionado a los toros que tradicionalmente se tiene de un
artista cuya extensa producción se encuentra totalmente salpicada de obras de
temática taurina.
Para la señora Mena, que lleva más de veinte años dedicada a “limpiar”
la imagen de Goya, librándola de sus etiquetas de persona machista,
nacionalista o torero, lo que pretende el pintor de Fuendetodos con sus cuadros
o grabados de toreo es denunciar la violencia que la Tauromaquia entraña.
Es
cierto que Goya sigue siendo sobre todo un misterio, un jeroglífico difícil de
descifrar, oculto tras una percha legendaria que hace embarazoso, cuando no
imposible, saber quién fue en realidad este hombre de genio fuerte y humor
tormentoso. Sin embargo, esta falta de documentación no puede llevarnos a caer
en la tentación en que incurre la comisaria Mena de hacer de Goya todo lo
contrario a lo que su vida ilustra y hacerlo, además, sin dignarse a justificar
ninguna de estas nuevas afirmaciones.
Como historiadora, Manuela Mena sabe que la historia se escribe con
hechos y no con imaginaciones, por eso le hace flaco favor a su prestigio con
las afirmaciones gratuitas que vuelca sobre el pintor maño. ¿Dónde están los
hechos que avalan que Goya era antitaurino? Antes al contrario, pues en una
carta fechada el 23 de abril de 1794, dirigida a su fiel e íntimo amigo Martín
Zapater –correspondencia que Mena conoce bien, pues de ella extrae alegremente
la homosexualidad del pintor–, en la que se queja de su mala salud y del humor
de perros que le asiste, le dice: “Sólo te digo que el lunes, si Dios quiere,
iré a ver los toros, y quisiera que me acompañaras para el otro lunes”. Es la
corrida de toros del lunes siguiente la única que le anima en su desazón con la
esperanza de que en ella se divierta.
También existe otra carta a Zapater, en
la que el pintor firma como “Don Francisco el de los toros”. Además, ¿qué
denuncia de violencia cabe en los retratos que pinta de Pedro Romero y su
hermano José? En cuanto a los grabados de La
Tauromaquia, conocidas en la época como “Colección de las diferentes
suertes y actitudes del arte de lidiar los toros. Inventadas y grabadas al agua
fuerte por Goya (Madrid, 1855)”, todas las láminas son ilustrativas de épocas
históricas del toreo o de sucesos de su época juvenil. La violencia no existe
más que en la corriente antitaurina que parece embargar a la comisaria Mena y
al resto de sus posmodernos allegados.
Goya
llega a Madrid en 1775, el mismo año que debuta en la Corte Pedro Romero y uno
antes de que éste comience su competencia con Costillares. Son tiempos en que
España está totalmente inmersa en una corriente que, perdida para la
aristocracia la ejemplaridad, es el pueblo llano el que sirve de canon y son
las clases superiores quienes lo imitan en sus formas de vida. Es lo que Ortega
y Gasset, con su lucidez característica, llamará “plebeyismo”, de cuya mano
experimentarán un auge sorprendente las dos manifestaciones artísticas más
importantes de nuestro pueblo: las corridas de toros y el teatro.
Nada tiene de extraño que Goya –independientemente de que hubiera hecho
o no sus pinitos taurinos como sostiene la leyenda– participara de la corriente
de su época y se aficionase apasionadamente a los toros. De hecho, no hay ninguna
prueba de lo contrario, por más que a la comisaria Mena le moleste el asunto y
quiera presentarnos un Goya falsificado exhibiéndolo como un adelantado del
antitaurinismo. Para rematar el retrato que encuadre al pintor dentro del
perfil de lo “políticamente correcto” en estos tiempos de buenismo, fake news y manipulación de la verdad,
la señora Mena no tiene reparos en deducir de la relación epistolar del pintor
con su amigo Zapater la naturaleza homosexual de aquél, como si fuese imposible
que dos amigos alimenten un profundo y mutuo cariño sin tener que caer en el
campo de las relaciones sexuales.
Sin embargo, mostrándolo de esta forma, como
antitaurino y homosexual, deja a Goya en perfecto estado de revista para ser
identificado con el prototipo de persona que alienta la progresía actual y que
le hace decir a Mena que “los jóvenes, tan sólo por serlo, están más de acuerdo
con lo que decimos actualmente de Goya. Pienso que lo que estamos haciendo lo
tienen asumido y saben que hay que seguir por ahí.” ¿Se trata pues, de
complacer el pensamiento de la juventud actual, aunque sea erróneo, y no de
tratar de esclarecer quién fue Goya en realidad? Verdaderamente, vivimos en
tiempos de una quiebra moral gigantesca.
Si la más cualificada experta en Goya,
la gran autoridad nacional sobre este tema, se atreve a expresar todas estas
cosas, ya me dirán ustedes adónde estamos llegando. Con una izquierda que ha
perdido su memoria y su identidad y una industria animalista que pretende
ejercer una censura a niveles civilizatorios, o reaccionamos en consecuencia, o
estamos irremisiblemente perdidos.
Al hilo de los comentarios de Ortiz, y sin entrar en tormentosas disquisiciones sobre la biografía del Pintor, tan solo decir que parece, parece, que ya nosotros los españoles, quienes si no, hemos matado al artista. Epitafio, ea, se murió y adiós con la mano!!!!!!!; no tenemos mas que decir de tan excelso personaje????, artista, humanista, talentoso y poco ortodoxo, de ahí su creatividad y distinción de los demás....., lo dicho, los españoles nos lo hemos "cargado" nos hemos aburrido de él.
ResponderEliminarY ya muerto, y ya que lo hemos dicho "todo", con esa osadía tan nuestra de creernos haber agotado al que nunca dejó de crear, al que no se agotó hasta su último día en la lucha voluntariosa de vivir para crear....; pues bueno vamos a meternos en lo otro, en lo que parece sea la moda y lo destacable de esta sociedad, que hay que renegar de la tradición y la historia, ahora toca a lo taurino (como ya hicieron los ochenteros modernos con el Flamenco en la época que les tocó) y además redondear y meternos en lo sexual, que vende, agita conciencias. En los setenta nos vanagloriamos del destape, y ahora nos toca la homogenidad en lo sexual, que nadie se distinga, eso no vende, lo "cool" es lo del día del orgullo. No tengo idea a quien le importara o dejara de importar por donde soplara el amor de Goya,eso pinta poco en la vida del pintor. Y vaya recurso triste acudir a lo epistolar en la amistad de un buen amigo. Toma ya. Ni escribir podemos dado que el esfuerzo del trazo se traduce en querencia sexual, del tipo que sea...
Lástima que apenas unos siglos, un par, y ya estemos hartos de Goya y nos lo tengamos que reinventar