lunes, 13 de abril de 2020

NIÑO DE LA ISLA, CABALLERO DE FINA ESTAMPA TORERA

Por PACO GUERRERO.

Entre la tristeza, el cansancio y la desesperación de este encierro involuntario y sin embargo necesario que recrea las horas de nuestros días me entero de la muerte de Manuel Roig, el Niño de la Isla
A Huelva se le ha muerto un torero y esta puñetera pandemia nos deja a todos los que le admirábamos sin poder despedirlo como se hace con las personas decentes y nobles que esta cosa grande del toreo nos fue arrimando desde la condición de cronistas.
 Ya escribí de él un día que esa figura espigada y seria no dejaba sino reminiscencias de lo caro que habría sido su toreo si tal como reza el dicho “se torea como se es”. Y Manolo Roig siempre se me apareció en algún día de encuentro en Peñalosa, ese reducto litrista en la madurez del patriarca al que tan cercano siempre se sintió o entre la mendigada mediocridad de semejantes sabelotodo del toreo en tantas reuniones de gentes, destacar siempre como un personaje rezumando una increíble pose torera y humana de las que pocas hay. Manuel, El Niño de La Isla, se ha llevado entre ese reguero de fina estampa su imagen de ese rincón cabal entre el bullicio de la Plaza de Las Monjas.

Foto Arizmendi
A ese puro, impenitente compañero entre sus dedos, que desparrama su humo con temple al azahar de este abril sin procesiones ni nazarenos; sin Cristos ni Esperanzas en las calles de su Huelva lo ha rematado con un leve macheteo dejándolo apagado y se ha marchado en busca de otras soledades que no abrumen tanto el alma como lo hacen estos tiempos tanto a la vida como al toreo que tanto amó.
 Mas el Niño dela Isla seguirá siendo por siempre ese hombre afable, de fina estampa como diría María Dolores Pradera en el cantar y esa infinita educación a flor de piel. A Huelva se le ha muerto la exquisitez de este onubense con pinta de lord inglés y la vida se ha llevado por delante un trozo más de la historia torera de esta ciudad.
 La historia de alguien que ilusionó, que soñó y seguramente hizo soñar a gente que vivió ese tiempo torero en el que Manolo Roig señaló el temple como su mejor cualidad torera aunque desde luego no fue la única que ostentó frente al toro. Hay que joderse que tan buen tipo se tenga que ir solo y sin sus amigos y admiradores en su postrera y más determinante actuación. La penúltima – siempre la penúltima- de toda una vida donde lo mejor no son estadísticas y datos voluminosos de temporadas y rastros de orejas sino el que incluso sin ellas a Manolo Roig se le puede reconocer como uno de los importantes nombres toreros de esta tierra que ya le despide.

 No sería decente decir que se me marcha un amigo porque no tuve la suerte de frecuentar su talento y su humanidad como hubiese sido preciso pero sí estoy seguro que a Huelva se le ha muerto un trocito más de alguien que la amó desde su primer paseíllo en aquellas calles de su barrio de Isla Chica.
 Descanse en paz y mucha suerte, caballero de la vida, en ese ruedo eterno de los toreros

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