martes, 11 de agosto de 2020

AL SEÑOR MONEDERO, CON TODO MI RECHAZO

Por Santi Ortiz

    

Llevo décadas cubriendo asiduamente la información taurina en la plaza de El Puerto de Santa María y sólo motivos de salud me impidieron estar en dicho coso el pasado 6 de agosto, por lo que me creo en el derecho de incluirme entre los agraviados de su lamentable tuit –cuyo texto ilustra este artículo– y en el que arbitraria y sibilinamente identificaba con la ultraderecha a los aficionados a los toros.

     Nací republicano por parte de padre y herido en mi familia por las dos Españas, pues en ella se cobraron ambos bandos su cuota de muertos. A pesar de ello, y aún frescas las heridas, cuando yo vine al mundo esa familia convivía puerta con puerta, pues, aunque cada cual conservaba su dolor y sus propios fantasmas, había aprendido a ejercer la tolerancia, capacidad sin la cual se hace imposible, no ya la democracia, sino la mera convivencia; capacidad que, sin embargo, ustedes pretenden erradicar con su “tolerancia cero” y un maniqueísmo que exige expulsar del mundo a quienes no se plieguen religiosamente a sus dogmas e imposiciones; esto es: al pensamiento único de Podemos.

     Mi roce con la ética, y sobre todo con su carencia, me inculcó unos principios de justicia, libertad, igualdad, honestidad y pluralidad política, que mal podían casar con los del franquismo entonces imperante. De ahí hasta el presente, mis ideas han venido evolucionando, sin bandazos, en el territorio de la izquierda paralelamente a mi amor al toreo, al que he dedicado, tanto dentro como fuera del ruedo, bastante más de media vida. Así que, ya ve usted, soy un acérrimo aficionado a los toros y me considero de izquierda, algo que ustedes no admiten, quizá porque les rompe el guion. Si es así, lo lamento; pero yo existo, vivo, hablo, escribo y estoy aquí: como otros muchos, que en esta dualidad taurino-izquierdista no represento ninguna excepción. Y no sólo en estos tiempos. Si se hubiera detenido a estudiar la historia de España más a fondo, sabría que había toreros y aficionados liberales en tiempos del absolutismo, o toreros y aficionados que defendieron la República en la Guerra Civil. Como los había del bando contrario en ambas épocas. Lo mismo que hoy. El toreo es del pueblo, por eso caben en él todas las banderías políticas, hasta la del PSOE con el que ustedes cogobiernan.

     Identificar a los aficionados a los toros con la extrema derecha, como usted hace, es faltar a la verdad, es mentir, es engañar buscando concitar odio contra los amantes de la tauromaquia de forma premeditada colgándoles un sambenito que muchos no llevamos. Pero claro, ustedes pertenecen a lo que el filósofo Gustavo Bueno denominó “izquierda indefinida”, que nada tiene que ver con la izquierda en la que me he educado, esa que se alineaba con la clase trabajadora y propiciaba la socialización de la política, el desarrollo de la democracia y lo que hemos dado en llamar Estado Social. Ustedes no tienen conciencia de clase –eso se les ha quedado antiguo–, ustedes son una panda de burguesitos pijoprogres y transversales que extraviaron los escrúpulos en algún peldaño de la trepa y, acogiéndose al principio posmoderno de que la verdad no existe, no dudan en mentir, falsear, disfrazar y corromper lo que sea necesario para lograr satisfacer sus ansias de poder; para dar gusto a lo que se ha revelado –véase Pablo Iglesias– como único objetivo: la política institucional.

     Desde mi corazón republicano, pocos vivas al Rey emérito iba yo a entonar en una plaza de toros. No soy partidario de la Monarquía. Sin embargo, cuando pienso en la posibilidad de una nueva República, le mentiría si no le digo que siento pavor de que usted, o Iglesias, o el racista de Torra o algún otro elemento del mismo jaez e ínfulas republicanas, obtuviera el cargo de Presidente. Os convertiríais ipso facto en una máquina de fabricar monárquicos, como dicen que Franco lo hacía de comunistas y como, desde Podemos, estáis arrojando a los aficionados a los toros a la derecha, con vuestra política animalista y antitaurina. ¡Anda que, después de robarle el pan de sus hijos, como está haciendo la prevaricadora Yolanda Díaz, os iba a dar su voto cualquier banderillero o picador obligados a hacer las colas del hambre para arrimar algo caliente al estómago!

     También nos acusa en el tuit de culpar a las mujeres y los emigrantes; esto es: a todos nos pone usted el sello de machistas y xenófobos. Eso es muy inteligente por su parte, así nos crea el perfil idóneo para que sus adeptos o los incautos que os dan su confianza sientan repugnancia de nosotros y, a través de nosotros, del toreo. Y además, nos tacha de subnormales que van a los toros a contaminarse. Lo malo es que todo esto es falso, pero eso a usted le da igual.

     Siempre he abominado de la injusticia y, en particular, la que se ha venido ejerciendo contra la mujer. La discriminación salarial, el no reconocimiento de sus derechos –derechos de persona; esto es: en el mismo plano de igualdad que el hombre–, el maltrato, los abusos de cualquier tipo, constantemente me han tenido de enemigo. Reivindico, por ello, la vindicación feminista. Sin embargo, por abominar de esa misma injusticia, también estoy frontalmente en contra de ese feminismo radical que ustedes fomentan y defienden, que se ha convertido en un lobby de poder y que ha transformado lo que debería ser una lucha contra la desigualdad, en un nuevo sistema de discriminación y privilegios, beneficioso para las mujeres que ya cuentan con posiciones de influencia en los distintos campos, a desprecio de las de poca o nula educación, clase baja o ejercientes de la prostitución. Ahí tiene usted al fenómeno Me Too, empeñado, no en la igualdad, sino en la demonización del varón; un fenómeno que lejos de reflejar la opresión de las mujeres, es exponente de su poder. De hecho, no es casual que sólo haya tenido éxito en los países donde la mujer goza de mayor independencia económica, igualdad de oportunidades, etc.

     Estas apreciaciones, a usted y a su grupo le son indiferentes. En dicho feminismo tienen un jugoso caladero de votos, como en la aberración ecológica llamada animalismo, y eso lo justifica todo, por algo hoy en Podemos es el electoralismo lo que prima. Además, a ustedes les gustan las “verdades reveladas” que están más allá de cualquier crítica y eso y no otra cosa resultan las ideologías del animalismo y el feminismo radical.

     Usted y los suyos, en vez de promover una cruzada contra la tauromaquia, deberían centrarse en tratar de resolver los problemas vitales del país y sus gentes, entre los que no se cuenta el del toreo. Lo que ocurre es que creando problemas falsos, se ocultan mejor los problemas reales. En eso sois maestros. Creáis “urgencias” que nada tienen  que ver con las que demanda el grueso de los ciudadanos. Son “necesidades” impuestas que se infiltran como intrusos entre los menesteres reales de las gentes. Nadie os ha pedido un referéndum sobre los toros, ni está el grueso de la sociedad demandando un debate sobre la monarquía; como tampoco era visto como necesidad por una mayoría el traslado de los restos de Franco. El pueblo, la sociedad, tiene otras cosas en qué pensar. Les interesa más —aparte de la pandemia que nos afecta a todos y la ruina económica que conlleva– cómo se están degradando los derechos laborales y sindicales, cómo se va agrandando la desigualdad social, cómo proliferan las bolsas de pobreza extrema y cómo encontrar políticas que aspiren al pleno empleo. Ahí es donde tendrían ustedes que volcarse. No hacerlo os ha llevado a diluir vuestra vinculación social. Habéis perdido compromiso, activismo y, quizá por ello, militancia. Y votos. Y escaños… Y la autocrítica sin aparecer.

     Sigan ustedes así, haciendo volatines con el abolicionismo antitaurino, el radicalismo feminista, el animalismo antiecológico y los nacionalismos que quieren fragmentar el Estado. De momento, el volatinero se ha roto la crisma en las elecciones gallegas y vascas persistiendo en una senda de empequeñecimiento que viene de años. Siga usted así, señor Monedero, con sus tuits venenosos, emulando a Goebbels. Como él, está usted convencido de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Por eso, usted hace suyo lo que afirmaba el ministro de Propaganda hitleriano: “Miente, miente, que algo quedará. Cuanto más grande sea una mentira, más gente la creerá.”

     ¡Cómo para no temer que un día alcancen una mayoría política suficiente que les permita a usted y al señorito Iglesias imponer sus obsesiones en el Boletín Oficial del Estado!

     Sin embargo, por el camino que llevan, eso va a quedarse a vivir en la isla de Utopía.

 

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