miércoles, 18 de noviembre de 2020

LAS NUEVE RÉPLICAS


A lo largo de los siglos los antitaurinos lo han sido esgrimiendo la defensa del hombre. Denunciaban la gratuidad con que ponía en riesgo sus vidas: primero los mozos, después los caballeros y más tarde los toreros. Su denuncia también merece una respuesta, pero no vamos a darla porque hoy a los antitaurinos no les importa el hombre sino el animal.

El pasado 12 de febrero, un antitaurino venezolano, Rubén Alexis Hernández, ha publicado en Internet 9 puntos que argumentan su repulsa a las corridas de toros. 

Las leo y le respondo.

1.- El toreo no es violento.

"Hay que ser bien cínico para asegurar semejante cosa. Entiéndase que se trata de un espectáculo en el que un sujeto usa armas blancas para causar un gran daño al toro, y por lo general todo termina en la muerte del animal, de una manera horrible por cierto, prácticamente ahogado en su propia sangre. Obviamente el torero también puede ser presa de la violencia generada durante las corridas, con la diferencia de que anda armado, mientras que el toro solo cuenta con su propio cuerpo para defenderse. En tiempos tan violentos como los actuales, es inaceptable la persistencia del espectáculo taurino, toda vez que la sociedad consciente debe luchar por un mundo pacífico, solidario y armónico".

Respuesta. La violencia sin adjetivos carece de sentido. Hay violencia buena y la hay mala. Un cirujano que saja el cuerpo de un paciente no es malo. Un hombre que lucha contra los invasores de su país, tampoco. Un asesino sí lo es. ¿Son asesinos todos los animales omnívoros que cazan y matan para subsistir? ¿Es malo el humano cazador que, dada su superior inteligencia y menor fortaleza, caza auxiliado con las armas? En las corridas de toros, el hombre usa dos tipos de armas, unas defensivas –y creativas-, el capote y la muleta, que utiliza para torear, acto que para ser realizado exige al torero recibir, asumir y resolver toda la violencia del toro; y otras ofensivas, la puya, que mide la bravura del toro, las banderillas, que estimulan su oxigenación, y la espada, que lo mata. Por su parte, el toro es un animal violento, fuerte y armado (cuernos), un especimen singular, un depredador herbívoro que mata y no se come a su víctima, una fiera territorial, siempre dueña de su espacio, en el campo y en la plaza. En las corridas de toros se hace presente la violencia en estado puro, encarnada por el toro, para ser vencida, acoplada a la cadencia impuesta por el torero. Son un triunfo escénico del hombre sobre la naturaleza en su versión más agresiva, incluso sobre su propio destino humano, que es morir. Por eso, las corridas además son fiesta.

2.- Las corrida de toros es arte.

Casi nada es tan falso como este argumento. El arte es creación y no destrucción, y por tanto no puede considerarse arte al derramamiento de sangre, al menos no al que se hace de forma irracional en las corridas.

Respuesta. El arte es una interpretación imaginaria y estética del mundo, de la vida. El toreo expresa la actitud ética y estética del hombre en el marco de una situación límite, la del hombre-en-peligro. Y la corrida de toros codifica dicha situación en tres actos en los que el toro expone su distinta e intransferible versión de la violencia, su bravura, y el hombre su personal creatividad ante la muerte, su valor, su destreza, su inspiración para componer dramático y estético. ¿No es esto un arte? El toreo es la única obra de arte interpretada por el hombre y el animal. Maravilloso. Y la única que exige a uno la muerte y a otro, que la comprometa con su obra. Fascinante.

3.- El toro no sufre durante la corrida.

Habría que preguntarle a los promotores y aficionados taurinos, ¿saben cómo funciona el Sistema Nervioso Central? Sólo los estúpidos pueden creer que un mamífero no sufre cuando se le castiga repetidamente con armas blancas, por más que el SNC libere betaenforfinas (proceso insuficiente para calmar el dolor).

Respuesta. En España, varios patólogos del dolor animal han analizado el estrés y el dolor del toro durante la lidia. Según dichos estudios, el toro bravo dispara con mayor rapidez e intensidad la liberación hormonal de betaendorfinas, tanto la de la felicidad como la de la ira, ambas muy superiores a la sensación de dolor. Obviamente, éste subyace, paliado, a la lucha. Claro que eso ya lo afirmaba la sabiduría popular cuando decía que el toro bravo se crece al castigo y el manso se duele. Para el científico es un mecanismo hormonal, para el aficionado una cuestión de bravura. Una pregunta: ¿por qué el toro vuelve y vuelve al caballo desde el cual se le castiga? ¿por qué no le disuade su supuesto dolor? No se debe llamar estúpidos a los aficionados, sobre todo si no se sabe lo que le pasa al toro cuando combate. Quien se interese por las diferencias zootécnicas del toro bravo sí debería inquirirse sobre cómo la lidia ha incidido en la evolución de su sistema endocrino y nervioso, y en su paradigmática morfología.

4.- El toreo es deporte.

Para nada se puede considerar deporte a esa basura de espectáculo; un deporte es una competencia de igual a igual entre los rivales, y no se busca la destrucción del oponente, mientras que en una corrida uno de los contrincantes lleva una gran ventaja, portando y utilizando armas blancas para dañar y matar al otro. Para considerar deporte, tendrían que dejar de usarse las banderillas, las espadas, las picas y los rejones, y de esta manera se preservaría la integridad y la vida del animal.

Respuesta. En efecto, la tauromaquia no es un deporte. Eso sí, su destreza contiene aspectos deportivos. Tampoco es una competición entre iguales, un hombre y un toro no son semejantes. Bien lo sabe el público, que no confunde combate con lidia y va a la plaza a ver cómo un hombre se comporta ante el peligro, no a que el peligro lo venza. El hombre torea con sus armas y el toro lucha con las suyas. (Al señor Hernández se le olvida que el toro tiene cuernos). Finalmente, es un hecho incuestionable que las corridas preservan la continuidad del toro bravo. La ganadería de bravo repone todos los años el número de toros lidiados. Su mortandad anual, en España, corresponde al 6’7 de la población, su número aproximado en los países taurinos es de 25 mil reses (toros, novillos y erales), nada que ver con los 10 mil millones de bovinos sacrificados anualmente para el consumo mundial. En este punto habría que diferenciar cómo vive el toro bravo en el campo (1’6 individuos por hectárea), cómo subvive el vacuno de carne (enclaustrado, estabulado, por miles en espacios mínimos contaminantes), cómo se nutren con praderas y piensos naturales a unos, de ahí la excelencia de su carne, y cómo se manipula la nutrición de los otros en busca de una mayor productividad.

5.- La tauromaquia es una tradición.

Es posible que sea así en la mayor parte de los lugares en los que aún se realizan las corridas. Sin embargo esto no significa que la masacre taurina haya sido aceptada históricamente por el grueso de la población; de hecho en  no pocas ocasiones fueron prohibidas las corrida, y en algunas ciudades “taurinas” de América y Europa es cada vez menor la asistencia de público a los ruedos. Incluso la tauromaquia ha tenido que recibir apoyo financiero del Estado (subvención) para no fenecer. Entonces, sí es tan popular el toreo, y su tradición le respalda, ¿por qué no genera suficientes recursos económicos por sí solo, y no absorber así fondos necesarios para satisfacer diversas necesidad sociales?

Respuesta. La Tauromaquia es un espectáculo tradicional, como lo son casi todos los deportes, y también la música, el teatro, la danza, etc. Lo que evidencia que se trata de un hecho enraizado secularmente en diversos países. Pero lo decisivo es que no se trata de una manifestación arqueológica. Por el contrario, está viva y es cambiante. Su historia lo demuestra. Ni el toreo es el mismo que el de hace siglos, ni la morfología del toro y su comportamiento se parecen. El toreo evolucionó a partir de unas suertes elementales, entonces llamadas empeños, a unas suertes cargadas de expresión que, unidas por nexos “lingüisticos”, forjaron un lenguaje visual capaz de desarrollar un discurso estético y dramático, el cual permite a sus actores distintas formas de interpretación, establecer un discurso artístico, apasionante para el público.

Este espectáculo vivo, la actual corrida de toros, fue en el paasado una fuente de ingresos para las administraciones locales, hospitales y juntas de beneficencia. En España, actualmente, está gravado con el 21 por ciento (IVA), factura más de  1600 millones de euros (datos oficiales) y no recibe nada del Estado. Es cierto que en las pequeñas poblaciones, con cosos diminutos que no permiten financiar los costes de un festejo, los ayuntamientos subvencionan parte de su coste en las fiestas patronales, mas por desgracia la crisis económica acabó, casi totalmente, con dicha ayuda.

Si la Fiesta existe es porque se autofinancia. Otra cuestión: ¿va la gente menos a los toros? Que se lo pregunten a los bogotanos que abarrotaron la Santa María tras varios años de inquisición abolicionista. Un dato más, en los tres últimos años de la crisis económica padecida en España, se redujo el número de festejos. Mas paradoja, aumentó el número de espectadores. Por cierto, no todo el mundo es aficionado al teatro, al cine o al fútbol, ni siquiera son mayoritarios, y no por eso hay que suprimirlos. La democracia defiende el derecho de las minorías, no es la dictadura de la mayoría.

6.- El toro de lidia es una especie.

Ni especie ni raza, y por tanto no desaparecerá de la faz de la Tierra si las corridas son abolidas en los lugares en los que aún se lleva a cabo. Más aún, no se trata de un animal bravo como señalan los protaurinos, sino de un bóvido que reacciona simplemente de acuerdo a su instinto de supervivencia, cuando es acosado y siente que su vida corre peligro: “En definitiva: los toros de lidia actuales no son sino animales mestizos que no pertenecen a ninguna raza determinada, y sólo para fijar un concepto que sirva de referencia, me permito definirlos como animales pertenecientes a diversas pseudorrazas de Bos taurus, con la característica frecuente, indefinible científicamente, de manifestar una agresividad instintiva cuando son provocados o acosados, característica que comparten con otras muchas especies e incluso con ejemplares de otras razas bovinas” (http://asanda.org/documentos/tauromaquia/la-presunta-raza-de-lidia/)

Respuesta. El toro bravo es una subespecie del toro ibérico. En las antiguas ganaderías de bóvidos (hasta el siglo XVIII), sólo se diferenciaban por su comportamiento. A los más agresivos, los de imposible domesticación, se los confinaba en un cerrado llamado “El Toril”. En casi toda Europa, este toro ofensivo, territorial, de difícil pastoreo, fue eliminado. En la península ibérica, en el sur de Francia y en algunos países de Latinoamérica, se conservó porque con él se jugaba o se lo toreaba. Según el análisis mitocondrial, el toro ibérico procede del toro asiático, el africano, el italiano, y en menor medida, del uro europeo. No sé por qué lo va a demeritar su origen mestizo. Eso le sucede al purasangre inglés, español, árabe, lusitano, etc.: todos son equinos, a veces cruzados, aunque distintos. Exactamente como casi todos los animales que conforman distintas subrazas. Y algunos se mestizan. Como hacen los humanos entre sí, lo que no es ningún desdoro.

Otra cosa es lo que la influencia ambiental ha hecho con ellos. La domesticación, por ejemplo, ha conseguido que algunas subespecies bovinas perdieran algunos atributos (los cuernos, la agresividad, por ejemplo) y sobredimensionaran otros (las partes más productivas de carne o de flujos). En el caso del toro bravo, su mejor agresividad en la lidia ha alargado su cuello, fortalecido su culata, ampliado su pecho y vigorizado su morrillo hasta convertirse en el paradigma atlético de los bovinos. Sus sistemas nervioso y endocrino también han sido impulsados, desarrollados en su transformación evolutiva a lo largo de cientos de generaciones, gracias al influjo de la corrida. ¿Saben los antitaurinos que el toro bravo es el único animal de la tierra, datado genéticamente, uno a uno, desde hace casi doscientos años? ¿Saben que es el único animal de la tierra que tiene garantizado, protegido, un hábitat acorde con sus exigencias biológicas? Ni el autor de estos puntos, ni el portal antitaurino que lo ampara tienen idea de lo que es un toro de lidia.

7.- El toro de lidia es un animal salvaje.

En aquellos países en que hay normas jurídicas que protegen la fauna doméstica, los defensores de la fiesta “brava” argumentan que los toros empleados en los cosos son salvajes, lo que es absolutamente falso por el simple hecho de que son  animales manipulados por los humanos.

Respuesta. Todos los animales no domesticados por el hombre son salvajes. A los agresivos los llamamos fieras. A los que no lo son, silvestres. Un tigre enjaulado en un zoológico sigue siendo una fiera. Un toro bravo en su campo, también. No le aconsejo al autor de estos puntos antitaurinos que entre al descuido en un cercado de toros bravos. Sería como hacerlo en la jaula de un tigre. El toro bravo ejerce una violencia territorial y no tolera la presencia del hombre en el terreno que asume como propio. Le agreda éste o no. Por otra parte, la manipulación humana del bovino bravo consiste en la selección genética de los sementales y vacas de vientre más bravos. Sus resultados, en genotipo y fenotipo, son mejores que los derivados de la selección natural entre machos y hembras.

8.- Si se prohiben las corridas de toros habrá mucho desempleo.

Es una verdad a medias, considerando que el negocio taurino no es precisamente una gran fuente generadora de empleos, y un elevado porcentaje de los trabajadores labora de forma temporal, al menos en aquellas poblaciones en las que sólo hay corridas durante algunos días del año (¿qué hacen estas peronas el resto del año?). En este caso los desempleados tendrían que explorar otras opciones, tal como aquellos que han perdido sus empleos tras formar parte de negocios legales e ilegales, muchos de ellos más prósperos que la tauromaquia.

Respuesta. Si usted no es torero, ganadero, veterinario, mayoral, vaquero, veedor, apoderado, empresario de toros, sastre de toreros, herrero, artesano taurino, transportista de ganado bravo, fabricante de aperos varios, el paro no le afectará en absoluto. Si no se beneficia por ser hotelero, restaurador, comerciante, etc. en las ciudades taurinas, tampoco verá mermados sus ingresos. Pero si tiene un empleo taurino directo, se va al paro, y si es indirecto, le afectará parcialmente. No sé si ambos son muchos o pocos; para los que son taurinos el drama es definitivo. Por lo demás, ni unos ni otros participan de un “negocio ilegal”.

9.- Los antitaurinos que consumen carne vacuna son hipócritas.

 Adiviértase que jamás puede compararse la matanza por simple placer lúdico-psicopático, como en las corridas, con la muerte de animales por razones alimentarias y biológicas racionalmente justificadas. ¿Qué necesidad hay de matar por matar a un animal?

Respuesta. Nadie cree que el antitaurino que consume carne vacuna sea un hipócrita. Pero pienso que le falta ecuanimidad. Se somete al dios de la productividad –la necesidad- para el que todo sacrificio está justificado. Pero niega al dios del juego, o del arte, incapaz de legitimar nada. Lógico, juzga la corrida sin conocerla. Lo que distingue el sacrificio lúdico del industrial es el carácter artesanal, ancestral de uno, el hombre y la bestia frente a frente, y el estandarizado, seriado e impune del otro. Al respecto he de decir que el sacrificio lúdico no es psicopático. La situación hombre-en-peligro, en la que el actor de la tauromaquia se sumerje al enfrentarse con el toro, provoca una atávica solidaridad de la especie, la del hombre con el hombre en peligro, así como la muerte del toro bravo, que obliga al hombre a lanzarse sobre sus letales pitones, contiene un pathos solidario que ni siquiera el antitaurino puede evitar… a no ser que sea un psicópata. En cambio, la visión de cientos de toros alineados en un matadero industrial, a la espera de ser sacrificados, obligados a la pasividad, con su instinto de muerte reflejado en los ojos, creanme, no es muy soportable, no es comparable con la expresión bravía del toro en lucha, con el instinto de muerte sustituído por su activa energía vital.

Un consejo al señor Rubén Alexis Hernández: no juzgue lo que desconoce y no insulte al aficionado a los toros. Le ha llamado usted en estas líneas cínico, falso, estúpido, psicópata, adicto a un espectáculo basura, participe de un negocio legal o ilegal (¿narcotraficante, por ejemplo?). Demasiados insultos y demasiadas falsas razones. 

      
                                                                  
Por José Carlos Arévalo

 

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