martes, 10 de noviembre de 2020

SERGIO GARCÍA ENSEÑA EL COLMILLO

POR SANTI ORTIZ.


Miente más que habla. Entre otras cosas, para eso lo colocó ahí su señorito Iglesias. A dedo. Y por eso, entre otras cosas, le pagamos –maldita sea su estampa– la friolera de unos 80.000 euros anuales. Tiene el “honor” de ser, en la historia de España, el primer director general –y ojalá el último– de los (inexistentes) Derechos de los Animales. Es un mindundi que cuando perora se le llena la boca de imperio, como si hubiera venido a poner a cada cual en su sitio y a los animales en el de todos. Pero no nos mira por encima del hombro de su sangre azul ni de las telarañas nobiliarias de la aristocracia, lo hace desde el pesebre del elitismo progresista al que pertenece, la neo-casta chic y política que está protagonizando una de las mayores agresiones de todos los tiempos a las clases populares de este país, ya sea en su cultura, en su ocio, en su lenguaje y hasta en su gastronomía.

Se llama Sergio García Torres y ha llegado a este mundo de crápulas políticos con la mesiánica misión de acabar con la tauromaquia. No sabe nada del toreo, salvo las cuatro consignas de las que viven él y sus secuaces. Lo mismo podría censurar el Quijote sin haberlo leído, que animar a blindar al lobo sin tener ni idea de la problemática de los ganaderos que lo sufren o, lo que sería peor, sin importarle un bledo dicha problemática. Simplemente, como conversos animalistas, su razón es dogma y la imponen siempre que pueden, aunque no suelan hacer uso de esa cualidad tan exclusivamente humana y sean de entre los hombres los más irracionales.

Don Sergio tiene una cosa saludable: que ataca a cara descubierta. No se esconde. Como todo iluminado, lanza a los cuatro vientos las soflamas de su fanatismo y advierte y amenaza del castigo divino que va a caer sobre nosotros desde el reino de la animalidad. Tiene a la tauromaquia en su punto de mira y sólo aguarda el momento oportuno de apretar el gatillo. Entretanto, va preparando el terreno a la usanza de los animalistas; esto es: deformando realidades, sembrando mentiras y lanzando acusaciones sin mostrar prueba alguna de ellas.

Muy ilustrativa a este respecto resulta la entrevista concedida días atrás en “Público” a Alejandro Tena, otro de los jóvenes meritorios del cabestraje mediático que el animalismo tiene pastando por los predios del periodismo nacional para meter en la mangada a los incautos. El chico promete como tergiversador y difamador al servicio de los que luchan por la extinción del toro de lidia, que son todos los antitaurinos, aunque se nieguen a reconocerlo, y nuestro director general se sintió a sus anchas acribillando los blancos que le iba presentando el correligionario.

En ella, don Sergio parecía mostrarse muy contento de que, de las 36.000 personas que se beneficiarán del Real Decreto del pasado 3 de noviembre, por el que se establece el acceso extraordinario a la prestación contributiva por desempleo al sector cultural, sólo 350 pertenecieran al sector taurino. ¡Ah!, y según el director general animalista, estos beneficiarios no se trata de toreros, pues éstos –don Sergio, dixit–, en su mayoría son autónomos y… ¡millonarios!, sino de “trabajadores taurinos”. He aquí un ejemplo de la nefasta sinergia que se establece entre el afán de engañar y el desconocimiento. Decir que la mayoría de los toreros son millonarios es faltar a la verdad y afirmar que los receptores de las ayudas no son toreros, sino simplemente trabajadores, es no tener ni idea de lo que se está hablando. ¡Cómo si los banderilleros o los picadores no fueran tan toreros como los matadores! Es como si afirmáramos que un secundario de la pantalla no es tan actor como el protagonista del filme. Pero, claro, se trata de no admitir que el Gobierno da ayudas a los toreros, sino a los trabajadores que, don Sergio, extrayendo del cinismo su condición de buen samaritano, estima que hay que reconvertir –echarlos fuera del toreo– para que dejen de depender de las ayudas públicas. ¡Cómo si éstas fueran una limosna y no el pago de un derecho adquirido por unos profesionales que ejercen una actividad legal y cotizan como el que más! Recuérdese que hasta el Defensor del Pueblo dio la razón a los toreros en este asunto.

La entrevista nos descubre también otro de los caballos de batalla del animalista mantenido con dinero público: lograr que la Tauromaquia deje de estar integrada en el Ministerio de Cultura. Véase hasta qué punto este paniaguado puesto a dedo por uno de los políticos más nocivos que ha conocido la Democracia, se toma atribuciones que en nada le competen. ¡Pero si tú, don Sergio, no has pasado de tener un título de técnico superior en artes aplicadas a la escultura! Un grado de dos añitos. ¿Quién te crees que eres para decidir lo que debe o no debe figurar en Cultura? ¿Acaso entra tal decisión dentro de tus funciones? El nuevo canon mínimo de Las Ventas será de 2,1 millones de euros

No contento con esto, afirma que la tauromaquia es un sector que está en pleno declive “porque no tiene aficionados, porque la gente la rechaza y porque la inmensa mayoría de la sociedad la considera como algo del pasado folclórico del país. Ahora –dice– nos toca avanzar en el sentido de dejar de subvencionar y dejar de mantener un sector que está en declive.” 

Es difícil encontrar una mayor densidad de falsedades por palabra en un escrito. Dice que la tauromaquia no tiene aficionados, pero las corridas siguen siendo el segundo espectáculo de masas de este país. Dice que la gente la rechaza, y aquí toma la parte por el todo. Que haya gente que la rechace no me cabe duda, basta con echar un vistazo a don Sergio y su camarilla. Eso es tan verdad como que hay otra mucha gente que no sólo no la rechaza, sino que la defiende como algo que hay que conservar. Y añade que la “inmensa mayoría de la sociedad” la considera folclore del pasado. ¿De dónde saca ese dato? ¿A qué denomina “la inmensa mayoría de la sociedad”? Y por qué limita el toreo al pasado, cuando es un arte en plena evolución, que en el presente ha alcanzado las mayores cotas de estética y armonía. El señor director general sigue la misma táctica que los independentistas catalanes cuando hablan de Cataluña como si les perteneciera. En Cataluña hay más de la mitad de catalanes que no están por el independentismo, igual que, en este caso, los antitaurinos no dejan de ser una minoría, aunque, eso sí, muy ruidosa y molesta. Sin embargo, unos y otros hablan como si fueran los únicos catalanes y ciudadanos que existen. Además, si la tauromaquia está en las últimas como pretende el director general, ¿por qué no la dejan morir en paz y no la acosan con métodos más propios del crimen organizado –ataques y boicots a empresas anunciantes en festejos taurinos, hackeos constantes y presiones que han obligado a clausurar vídeos taurinos en Vimeo y You Tube– que de beatíficos amantes de los animales?

Queda la cuestión de las subvenciones al toreo. ¿Cuántas veces se les han presentado cifras y datos que desmienten estas patrañas? ¿Y cuántas se les ha pedido que demuestren sus afirmaciones?... Es inútil. El infundio es para ellos un arma a utilizar bajo los goebbelsianos principios de “difama que algo queda” y “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. No tienen el mínimo interés en demostrar nada y la verdad les importa un pito. Lo suyo es machacar y machacar la misma cantinela, las mismas falsedades, para alimentar la subnormalidad de su feligresía e ir aumentando el número de incautos que caigan en sus redes.

Llegados a este punto de la entrevista, al periodista se le aflojan los muelles de la complicidad y babosea: “¿consideras normal que en plena pandemia, con comercios cerrados, restricciones al aforo de eventos deportivos, se sigan permitiendo espectáculos taurinos?” Respuesta: “Sinceramente no. Ni lo entiendo ni lo comparto. Al margen de si estamos a favor o no de este tipo de espectáculos hay que tener cierta lógica” Y concluye: “me cuesta mucho entender que se estén cerrando negocios por obligación sanitaria y que haya espectáculos como estos.”

Miente el entrevistador y miente el entrevistado. La pregunta es insidiosa porque de ella parece desprenderse que los espectáculos taurinos han quedado al margen de la pandemia y no se han visto afectados como el resto de la vida del país. Si los eventos deportivos han tenido restricciones en su aforo más si cabe las han sufrido las corridas y si muchos comercios se han visto obligados a echar la persiana, muchos de los festejos taurinos que estaban programados han tenido que suspenderse por dicha causa, quedando la temporada taurina reducida a una mínima expresión. Y, ¡ojo! los que se han celebrado han cumplido escrupulosamente todas las normas sanitarias. También han sido muchos los profesionales que han tenido que buscar trabajo en otros ámbitos, cuando no pasar a engrosar las colas del hambre. Digan lo que digan estos rufianes, el sector taurómaco ha sido uno de los más fuertemente golpeados por la crisis sanitaria. Eso lo saben, o deberían saberlo, ambos, pero su misión no es informar ni decir la verdad, sino presentar al toreo como una excrecencia al margen de la sociedad y darle el perfil de actividad non grata que fomente hacia él la aversión de la gente.

Como al grito de ¡La sociedad lo quiere!, traslación secularizada del ¡Dios lo quiere!, de las cruzadas, don Sergio opina que ahora es buen momento para que la sociedad y las organizaciones de protección animal se organicen e inicien los trámites para pedirle al Congreso que la tauromaquia deje de ser considerada un bien cultural. A su juicio, debe ser lastimoso que entre los problemas que realmente preocupan a la sociedad española –el paro, la actuación de los políticos, la corrupción, la pandemia, etc– no figure este asunto, tan vital para él, como tampoco la aprobación del DNI animal que pretende instaurar para las mascotas ni la introducción de dietas vegetarianas o veganas en comedores dependientes de la Administración pública, tal que colegios y hospitales.

Resulta indignante el nivel de injerencia en la vida de las personas de estos dictadores de vía estrecha. ¡Hasta lo que hay que comer quieren imponernos! Yo creo que la mayoría de los españoles, en general, y de los aficionados taurinos, en particular, nos resistimos a ser “construidos” por estos pijosprogres. Queremos seguir siendo lo que somos en nuestros gustos y nuestras diversiones; en nuestra manera de hablar y de sentir, en nuestra forma de comer y beber y en nuestra concepción del mundo. Se creen superiores y no lo son, salvo en su incultura y puerilidad, que alcanzan lo descomunal. Sólo pedimos que nos dejen en paz, pero no van a hacerlo porque es su modus vivendi. Por eso hay que echarlos democráticamente, que no tengan cabida en las instituciones ni puedan colocar en ella peones como este Sergio García, en el que malgastamos nuestro dinero. Esos puestos deben ser ocupados por personas cualificadas que luchen por cosas importantes, como, por ejemplo, disminuir la tremenda desigualdad social y económica que nos asola.

 

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