Por Santi Ortiz
Don Sergio no es funcionario de carrera ni ha contraído méritos –salvo que incluyamos entre ellos el servilismo partidista– para ocupar el puesto que hoy tiene, pero el señor Iglesias le creó a la medida la Dirección General cuyo cargo ostenta, con un salario en torno a los 80.000€ anuales, que, como era de esperar, salen del costillar de los contribuyentes. Dado que los derechos de los animales no existen ni pueden existir en ninguna legislación que respete los principios fundamentales del Derecho, ¿a qué se dedica este señor? Fundamentalmente, a dos asuntos: la elaboración de la denominada Ley de Bienestar Animal y a acabar de una vez por todas con la Tauromaquia.
Hoy por hoy, ninguno de estos temas se incluye entre los problemas que preocupan a los ciudadanos –al menos, al grueso de la población, una vez extraída de ésta el animalismo militante y la burguesía progre–, por lo que estamos alimentando a un personaje totalmente prescindible, ya que no hace nada útil ni productivo para mejorar la situación de los españoles. Una persona así, que se lleva un sueldo –en este caso, sueldazo– del Estado sin dar nada provechoso a cambio, es lo que se define como “chupóptero”. Y taxativamente esto es lo que don Sergio García Torres es.
Se me puede objetar que su tarea persigue mejorar la vida de los animales –cosa que en el caso del toro de lidia no sólo es discutible, sino rechazable, ya que al querer eliminar la tauromaquia, se está llevando a dicha raza a su extinción–, pero, siendo así, que sean los grupos animalistas o la todopoderosa industria creada en torno al mascotismo los que corran con los gastos de su trabajo y no nosotros, que bastante tenemos con la ruina que, entre la pandemia y lo que no es pandemia, se nos ha echado encima. España no está para pagar chupópteros. Es un lujo que no nos podemos permitir. Y menos en estas circunstancias.
Mientras tanto, don Sergio sigue a lo suyo
aprovechando la menor oportunidad para atacar al toreo, si no
directamente, a través de quienes se posicionan favorables al mismo.
Esta vez, les ha tocado el turno a la vicepresidenta del Gobierno,
Carmen Calvo, y a Eneko Andueza, portavoz de los socialistas vascos.
¿Sus delitos? El de este último, haber escrito el libro “Los toros,
desde la izquierda” y el de la Vicepresidenta, haberlo prologado,
coincidiendo ambos en la defensa de la Tauromaquia.
Esto ha bastado para que don Sergio, que debe sentirse muy protegido y muy poderoso, se haya permitido la licencia, por no decir la chulería, de advertirles que esa defensa podría haberles ocasionado la expulsión del PSOE si el otro Pablo Iglesias –el fundador del partido– hubiese estado ahora en la Dirección del mismo. Para avalar su presuposición, adjunta en su tuit una página del periódico “El Socialista”, de octubre de 1904, donde aparece un alegato contra la fiesta de los toros. Es del tiempo en que el denominado Instituto de Reformas Sociales incluyó las corridas en el descanso dominical, con lo cual sólo podían celebrarse en días laborables. Era una puñalada trapera al toreo, que, cobardemente, lo mismo que hacen hoy por otros medios, buscaba sibilinamente acabar con la Fiesta. Una vez más, no pudieron. Y las corridas volvieron a celebrarse en domingo, después de una respuesta masiva y unitaria de todos los estamentos del toreo–a ver si aprendemos–, incluidos los aficionados. Como curiosidad, decir que de dicha respuesta unitaria nació el germen de la Unión de Criadores de Toros de Lidia, cuyo nacimiento data de 1905.
Volviendo a lo nuestro, me gustaría preguntar a don Sergio a fin de hacerle reflexionar, ya que a los ganapanes, cuando se vienen arriba, suelen nublárseles las ideas y no ven con claridad: ¿No cree que si ahora estuviera aquel Pablo Iglesias en la presidencia del partido al que expulsaría fulminantemente del PSOE es a Pedro Sánchez por pactar con los representantes de algo totalmente antagónico al socialismo como es el nacionalismo sea del lugar que sea? ¿No cree que a su homónimo de hoy lo echaría a patadas del gobierno por su felonía y con él a toda su cohorte de chupópteros, usted incluido, o cree que iba a subordinar los derechos de la clase trabajadora a los del buitre leonado o la cabra payoya?
Además, con sus pueriles maulerías de segundo grado de FP, don Sergio pretende presentar al partido socialista en bloque como enemigo del toreo, cosa que la historia desmiente. Aficionado era, por ejemplo, Indalecio Prieto, jefe del Gobierno Republicano Español en el exilio, quien dijo después de ver torear a Manolete en México: “Manolete es el único español desde Hernán Cortés que ha venido a México y no ha hecho el ridículo”. Y es sabido que en su despacho campeaba una foto del diestro cordobés firmada con esta dedicatoria: “De español a español”. Ahí tenemos a Ramón Rubial, presidente del PSOE desde 1976 hasta el fin de sus días, que era un gran aficionado y hasta disfrutó poco antes de su muerte viendo torear a Antoñete en un tentadero al que lo invitó Alfonso Navalón. Nombremos también a Felipe González, que, aunque no era aficionado, se declaró defensor de la Fiesta y hasta se opuso a los planes de la entonces ministra Cristina Narbona para acabar con ella, o a Alfonso Guerra, currista confeso, o a Enrique Mújica, extraordinario aficionado, o a Corcuera, a Bono, o al alcalde socialista de Barcelona, Pascual Maragall, que, en 1988, concedió la Medalla de Oro al mérito artístico de la ciudad al diestro Joaquín Bernadó, o a María Aurelia Capmany, concejala de Cultura por el PSC en el Ayuntamiento de la Ciudad Condal, cuya disertación sobre las raíces del toreo todavía se recuerda. Y así muchos otros hasta llegar a la actualidad de Carmen Calvo y José Luis Ábalos.
Si en vez de abordar el toreo con la altanería, la soberbia y el desprecio de quien se cree en posesión de la verdad, don Sergio se hubiera acercado a él con la humildad del que quiere aprender, del que desea enterarse de cómo son las cosas; si en lugar de querer verlo todo evidentemente claro, como un perturbado, se hubiese aproximado con las dudas propias de un intelectual, en primer lugar se hubiese asombrado de la extraordinaria complejidad que encierra este rito, este arte, esta Fiesta, y, una vez metido en ella, le sobrecogerían las profundidades a las que penetra en el alma humana, los arcanos que transita en su recorrido por lo inexplicable, el tremendo misterio que ciñe su latido. Entonces comprendería lo infantiles, peregrinas y superficiales que resultan sus críticas y desaires, y lo pavoroso de su desconocimiento. Quizás así pudiera desprenderse del prejuicio que le vincula el toreo a la derecha y entendiera por fin que la fiesta de los toros puede ser defendida, como avala la historia, desde una visión de izquierda, simplemente, porque de ambos bandos tiene y de ninguno es. He dicho izquierda y no progresía –término este último para mí devaluado– porque “el progre es el caballo de Troya del pensamiento conservador económico”. La frase entrecomillada no es mía, sino de Julio Anguita.
Clausurado el hipotético supuesto, debo confesar que nada espero en ese sentido de quien ha dado muestras sobradas de su fanatismo animalista y sus fobias antitaurinas. Lo único que deseo es que a él y a su señorito lo echen pronto del Gobierno y la Administración y que las dos hostias –eufemísticamente hablando– que se ha llevado el señor Iglesias en Galicia y el País Vasco le continúen lloviendo en otros lugares.
España, la Izquierda y el Toreo, lo iban a agradecer ad infinitum
Excelente el artículo, aquí le estás entrando a matar
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