Por Santi Ortiz
Acéfalo significa falto de cabeza, y se suele aplicar a la comunidad o colectivo donde no existe jefe o autoridad. Precisamente, de esto último adolece la fiesta de los toros. Contamos con asociaciones profesionales para todos los gustos; entre otras: la Asociación Sindical de Profesionales Taurinos (ASPROT), la de Organizadores de Espectáculos Taurinos (ANOET), la de Mozos de Espada (ANME); la Unión Nacional de Picadores y Banderilleros de España (UNPBE), la Unión de toreros (UT), la de Criadores de Toros de Lidia (UCTL), la Asociación de Ganaderías de Lidia (AGL), la Agrupación Española de Ganaderos de Reses Bravas (AEGRB), la Asociación de Ganaderos de Reses de Lidia (AGRL), la de Ganaderos de Lidia Unidos (GLU) y la Fundación del Toro de Lidia (FTL), que se ha autoerigido –tal vez, por aquello del que calla otorga– en máximo representante, a todos los efectos, del sector taurino. Sin embargo, ni ésta ni ninguna otra aborda decididamente el problema principal que tiene hoy la tauromaquia: el de su abolición.
Actualmente, el toreo debe afrontar dos problemas capitales, insoslayables y gravísimos; uno coyuntural: el de la pandemia, y otro sustancial: el del antitaurinismo abolicionista.
El primero acapara los esfuerzos e ingenio de los distintos estamentos profesionales buscando todo tipo de soluciones viables que permitan, dentro de las restricciones sanitarias, dar el máximo número de festejos posibles evitando que la temporada pase en blanco. En este aspecto, la FTL, con más o menos acierto y en colaboración con otros organismos taurinos, ha volcado todo su interés en diseñar ciclos de novilladas picadas, promover la Gira de la Reconstrucción, negociar la retransmisión de las corridas con plataformas televisivas, etc., etc. Son actuaciones que eran y son precisas de acometer coyunturalmente mientras el covid-19 siga contagiando y matando personas. Sin embargo, el segundo, que viene atribulando a la Fiesta desde que ésta existe, conlleva una amenaza aún más formidable, pues nunca había alcanzado la magnitud y peligrosidad que hoy adquiere en nuestro país gracias a dos factores: 1º) la oposición de la todopoderosa industria animalista-mascotista, y 2º) haberse infiltrado en el propio Gobierno de la nación, así como en los de las Comunidades Autónomas, Diputaciones y Ayuntamientos, una progresía de políticos antitaurinos más inclinados a ganar votos exterminando el toreo que sirviendo a los intereses de los ciudadanos. Esta situación, que necesita ser afrontada con absoluta radicalidad por el taurinismo en pleno y con todo el músculo que éste pueda mostrar, no se está confrontando como debiera. A las organizaciones taurinas de más peso, parece venirles grande el problema, dada la tibieza, por no hablar de una intolerable indolencia y permisividad, con que se esconden detrás de la mata y dejan hacer, encajando los atropellos y abusos de autoridad que está sufriendo el toreo, sin otras manifestaciones de repulsa que palabras huecas que los hechos desmienten.
En este aspecto, estimo absolutamente decepcionante la postura de la Fundación (FTL) ante los responsables de los ministerios de Cultura y Trabajo, así como su pasividad ante las manifestaciones antitaurinas del Director General de los (inexistentes) Derechos de los Animales y del Vicepresidente segundo del Gobierno.La FTL decidió mantener una actitud dialogante con el Ministerio de Trabajo –que dio la callada por respuesta las tres ocasiones que la FTL le solicitó una reunión y aún no se ha dignado contestar– y el de Cultura, con quien sí se ha venido manteniendo “una comunicación fluida”; comunicación baldía, que me recuerda mucho a la de Pedro Sánchez con los independentistas catalanes, pues ambas hasta ahora no han conseguido ninguna concesión ni de Uribes ni de los golpistas; esto es: han sido, para el Toreo y para España, un fracaso absoluto. Y no es sólo que esta política dialogante de la Fundación no haya logrado la mínima concesión del Gobierno en materia taurina, es que ni siquiera ha conseguido que el ministro Rodríguez Uribes y la ministra Yolanda Díaz cumplan, como es su obligación, con la legalidad vigente, ya que, tanto la Constitución –Art. 46–, como la Ley que regula la Tauromaquia como Patrimonio Cultural les obliga a garantizar la conservación y promoción de la misma. Esto todavía es más grave, porque el cumplimiento de la ley ni se negocia ni se compra: se exige. Ténganlo en cuenta, el Presidente de la Fundación, Victorino Martín; su Vicepresidente, Fernando Gomá; el Director General, Borja Cardelús, y el portavoz de la misma, Chapu Apaolaza.
La canallesca actuación del incompetente Uribes y la antitaurina Yolanda dejando de manera arbitraria a los profesionales del toreo fuera de las ayudas establecidas por el Ministerio de Cultura para los sectores que están bajo su competencia, a fin de paliar en lo posible el descalabro económico producido por la pandemia, convierte a ambos ministros en enemigos declarados del toreo y en flagrantes prevaricadores. Da igual que el pasado noviembre se concediera a los profesionales taurinos una ayuda “extraordinaria” de 775€ durante tres meses, que lo único que lograba era ratificar la pertinencia de dejar a aquellos fuera de las ayudas que legalmente les correspondían, como así dictaminaron el Defensor del Pueblo y el Juzgado de Alicante que ha fallado contra los SEPEs y a favor de los toreros gracias a una de las demandas interpuestas por la UNPBE. Da igual que el Ministerio de Cultura, en su política de repartir palos y zanahorias, galardone –o pretenda “comprar”, según se mire– a la FTL con el Premio Nacional de Tauromaquia; premio envenenado, por venir de quien viene, y que en ningún caso puede ser aceptado por la Fundación sin caer en la más absoluta indignidad. Y si todavía queda alguien que pudiera albergar alguna duda del maltrato de dicho Ministerio a la Tauromaquia, no tiene más que repasar los Presupuestos Generales del Estado para este 2021 y comparar la “limosna” concedida al toreo –65.000€– con los millones otorgado a otras actividades culturales, como el Cine, el Teatro, Música y Danza, etc. El agravio comparativo es superlativo; tanto que, por cada euro que se lleva la Tauromaquia, el Cine recibe más de 1.500; el Teatro, 800, y la Música y la Danza, más de 1.600. Si todavía nos quedara un ápice de dignidad, un mínimo respeto por la memoria de este acontecimiento único que es el toreo, una pizca de lealtad a toda la sangre derramada, los esfuerzos vertidos, en aras de este arte terrible y magnífico, ¿no sería lo suyo revestirse del decoro, la seriedad y el señorío que debemos al toreo y a nosotros mismos y arrojarles a la cara, junto con nuestro desprecio, su miserable limosna para que no osen nunca más tratarnos como humillados pordioseros?
Sin embargo, la cosa no parece ir por ahí. Desde luego, no por parte de la Fundación, aunque miembros de su cúpula hayan reconocido que con semejante presupuesto es imposible hacer frente al antitaurinismo animalista o que el intento de exterminio cultural que sufre el toreo es un escándalo intolerable. Teniendo la Constitución y las leyes de nuestra parte, no entiendo qué impide a la FTL plantear la batalla jurídica contra los ministros prevaricadores y la Dirección General que incumple la legalidad presumiendo de querer acabar con los toros a la menor oportunidad. Qué pasa, ¿les falta valor? Lo cierto es que me recuerdan a esos apoderados que son magníficos para descubrir chavales con posibilidades de ser toreros, para prepararlos debidamente y encauzar sus carreras, pero que cuando les sale uno con vitola de figura no sirven para defender sus intereses en los despachos. Ante este contencioso, la Fundación parece comportarse como el toro colocado en suerte que, en vez de arrancarse al caballo, donde sabe que está el castigo, pero también el prestigio y el reconocimiento de su casta, lo hace sobre un torero que está más lejos y ni siquiera lo cita. El vocabulario taurino llama a eso “mansear”, y es ese acudir a las ramas y no al tronco, aunque me duela decirlo, el comportamiento que está siguiendo la FTL en este asunto, con consecuencias gravísimas para la tauromaquia.
Más o menos por el verano, se dijo que había que aprovechar el invierno para que todos los estamentos taurinos se reunieran a fin de abordar este problema y buscarle soluciones. Queda poco más de un mes para que el invierno termine y, que yo sepa, nada se ha hecho en este sentido. Hay que advertir, además, que no se trata de ningún comité de crisis ni de que alguna entidad taurina –la FTL, por ejemplo– se proponga aglutinar a los distintos sectores profesionales. Lo suyo es que concurran libremente cada uno a dicha reunión y comiencen por concretar qué aspectos en común pueden salvarse del revoltijo de intereses particulares que contaminan el toreo y, a partir de ahí, con ese acuerdo de mínimos, comenzar a trabajar, todos a una, para atajar sin amiguismos ni concesiones el abuso de autoridad de unos políticos que no tienen reparos en transgredir las leyes para abolir la tauromaquia si ello conviene a sus intereses partidistas.
De esta unión imprescindible es de donde tendría que salir esa cabeza dirigente que afrontara con la valentía y el rigor necesarios un problema que, o se ataja ya con la debida contundencia, o acabará pasándonos por encima como una apisonadora. Aquí no caben –a la vista está– los paños calientes. Los enemigos están perfectamente desenmascarados, la legalidad está presta para que la utilicemos, sólo falta que eliminemos la “mansedumbre” y forcemos a esta casta de medradores a cumplir, por encima de sus filias y fobias, su obligación de respetar, conservar y promocionar el patrimonio cultural de la Tauromaquia. No caben dilaciones. Al toreo le va la vida en ello.
Magnífico mi más sincera enhorabuena.Sin desperdicio
ResponderEliminarQuedan muchos acefalicos todavía en nuestro país, pienso que el mayor enemigo lo tenemos dentro del mundo del toro .
ResponderEliminarEstimado Santi Ortiz! Mi corazon taurina palpita por estas palabras. Saludos !
ResponderEliminarTorodora