CARBONELL EN EL RECUERDO.
El diecisiete de junio 1954, murió en el coso de la Merced el torero de Huelva
La fecha del 17 de junio está marcada en el calendario de los taurinos onubenses que recuerdan como un día como hoy, pero del año 1.954, fallecía en la enfermería de la plaza de toros el novillero Rafael Carbonell, víctima de las heridas que le produjo un astado de la ganadería de Dolores Martín.
Rafael Carbonell había nacido en Huelva el 20 de abril de 1.930, por lo que, al fallecer, contaba con 24 años. Admirador de “Litri”, Rafael comenzó a interesarse por el mundo taurino, probándose en una capea en Trigueros. Tras su éxito, debutó en una novillada sin picadores en la plaza choquera el 11 de mayo de 1.952. Carbonell salió a hombros con las dos orejas de su enemigo, ganando una oreja de plata, que más tarde ofreció a la Virgen de la Cinta. Después de varios éxitos, renovó su triunfo el 3 de agosto de 1.953, alternando con Chamaco y El Coriano, cortando tres orejas y un rabo.
Cuando llevaba veinticuatro novilladas, nueve de ellas con picadores hizo su presentación en Sevilla el 13 de septiembre de 1.953, con Zerpa y Andrés Luque Gago, dando la vuelta al ruedo. El 29 de marzo de 1.954 hizo su presentación en Madrid, acompañado de Francisco Ruiz y Raúl Iglesias, con novillos de Molero Hermanos, resultando cogido. Estos contratiempos no hicieron mella en el ánimo de Carbonell que, nuevamente, actuó en Huelva el 27 de mayo, triunfando ruidosamente. El 6 de junio actuó en Nerva, mano a mano con Cobo, y salió a hombros de la plaza tras cortar dos orejas y rabo. A lo largo de su carrera novilleril, Rafael había sufrido dos puntazos leves en festejos celebrados en Huelva.
Carbonell procedía de una familia muy humilde y trabajaba como peón de albañil. Sus padres estaban enfermos y sus siete hermanos pequeños solo contaban con él para resolver la difícil situación económica que les agobiaba.
Llegaba Rafael Carbonell a este festejo tras un gran éxito obtenido en la misma plaza en la tarde del 27 de mayo, donde el novillero del Barrio de Viaplana había conseguido tres orejas y la consiguiente salida a hombros.
El cartel de este festejo, organizado con ocasión del Corpus, estuvo compuesto por Rafael Carbonell, Joselito Romero y Alejandro Arnós “El Venezolano”. En principio, estaba anunciado un encierro de Moreno Santamaría pero, a última hora, fue reemplazado por otro de Dolores Martín.
Había bastante público en los graderíos del coso cuando dio inicio el festejo con la salida al ruedo del primer astado que, a la postre, resultó ser el más peligroso del encierro, especialmente por el pitón izquierdo. Cuando Rafael pasaba a su oponente con el capote fue volteado en dos ocasiones de forma aparatosa pero, afortunadamente, sin consecuencias.
Al iniciar la faena muleteril y cuando le instrumentaba una serie de redondos, el animal cogió a Rafael que, rápidamente, fue trasladado a la enfermería donde el equipo médico encabezado por el doctor don José de la Torre Verdier le atendió de “una herida por asta de toro en vértice de triángulo de Scarpa, con trayectoria que contunde por debajo del paquete vascular, con sección de la vena femoral, trayecto ascendente por debajo del arco crural derecho, despegando el peritoneo posterior. Hematocele de pecho, hemorragia interna y shock traumático. Se puso transfusión de sangre de 1.200 cc. Pronóstico gravísimo.” Poco después de darse a conocer este parte médico, Rafael dejaba de existir en la misma enfermería del coso.
Mientras se procedía a tratar de recuperar al diestro herido, la novillada continuó aunque entre el público había tristeza porque se presentía la gravedad del estado de Carbonell. Joselito Romero despachó con brevedad al animal causante de la tragedia y, posteriormente, cumplió por lo que dio la vuelta al ruedo mientras que “El Venezolano” solo demostró tener valor y un gran desconocimiento técnico por lo que no satisfizo a los tendidos.
El cadáver de Carbonell permaneció en la enfermería hasta donde fueron llegando sus familiares e íntimos, desarrollándose las lógicas escenas de dolor. En los alrededores, se había congregado también numerosas personas para seguir de cerca los hechos. Al concluir el festejo se fue conociendo la trágica noticia entre el desconsuelo de los aficionados. Y, con rapidez, el hecho se corrió por toda la ciudad que pasó de disfrutar de una jornada festiva a la tristeza por lo que acaba de suceder en su plaza de toros.
Tras los trámites legales, sobre las diez y media de la noche, el cadáver de Rafael fue trasladado hasta su domicilio familiar, en Víaplana, donde se llevó a cabo el velatorio por el que, a lo largo de la noche, pasaron infinidad de aficionados, amigos del malogrado diestro, personajes del planeta taurino y, por supuesto, curiosos mientras comenzaban a llegar telegramas enviados por profesionales del mundo taurino.
Como anécdota del velatorio hay que señalar que, al poco de llegar el cadáver de Rafael al domicilio familiar, su hermana Francisca, que ya conocía la noticia del fallecimiento, fue intervenida quirúrgicamente de apendicitis en la Residencia Sanitaria “Manuel Loís”. Y, durante la noche, su padre, afectado por todo lo que había sucedido, también necesitó ser atendido en el Hospital Provincial, reponiéndose rápidamente.
En la tarde del día siguiente, a las seis y media, comenzaron los actos del entierro, aunque, realmente, desde primeras horas de la tarde ya se habían aglomerados los alrededores del domicilio familiar con las numerosas personas que quisieron seguir el acontecimiento.
La Barriada de Viaplana se había unido al dolor y numerosos balcones, ventanas y puertas aparecieron con crespones negros en señal de luto. Y estas muestras se repitieron por otros lugares, especialmente por aquellos por los que pasaría la comitiva antes de dirigirse al Cementerio de La Soledad.
Ni que decir tiene que muchas personas trataron de entrar en el domicilio familiar para despedirse de Rafael Carbonell, teniendo que intervenir tanto la Policía Nacional como la Municipal para imponer el orden y evitar la avalancha de personas que querían ver por última vez el cadáver. Muchas de estas personas lloraban desconsoladamente por la pérdida sufrida y exteriorizan así sus sentimientos.
Llegada la hora, acudió el clero de la Parroquia del Sagrado Corazón, rezando un responso ante el cadáver, cuyo féretro fue sacado, de la casa familiar, a hombros por los extoreros Diego Gómez Laínez, Niño de la Isla, El Nene, Joselito Romero, directiva de la Peña Carbonell y numerosos amigos del torero, que se fueron relevando durante el trayecto.
La comitiva estuvo encabezada por el Simpecado de la Virgen Milagrosa así como las banderas de las Hermandades de Nuestra Señora de la Cinta y de Pasión. A continuación, numerosas coronas de flores enviadas por autoridades, profesionales y entidades taurinas y admiradores, siguiendo el féretro cuyas cintas eran portadas por toreros y amigos. Sobre el mismo, un capote de paseo y la montera que había lucido Rafael en la tarde anterior.
Seguía un enorme número de personas que había querido sumarse a la comitiva además de las numerosas que se dieron cita durante el trayecto por las calles onubenses, calculándose que unas 20.000 personas habían participado en el acto. El primer teniente de alcalde, en representación del Ayuntamiento, y otras autoridades provinciales y locales constituyeron la presidencia oficial, con representaciones de las peñas taurinas Litri, Chamaco y del propio Rafael y, finalmente, la familiar formada por el padre, hermanos, tíos y numerosos parientes del torero.
En principio, la comitiva se dirigió a la Tertulia de Rafael Carbonell en la misma Barriada de Viaplana, donde se vivieron inenarrables escenas de dolor y algunas personas sufrieron desvanecimientos. En la fachada del edificio se había colocado un gran cuadro, rodeado de crespones negros, del torero. Con dificultad, la comitiva siguió el itinerario previsto, dirigiéndose hasta la Parroquia del Sagrado Corazón donde se rezó un responso. En ese lugar se incorporó la Banda Municipal que, a lo largo del recorrido, interpretó diversas marchas.
Tras esta parada, la comitiva continuó por la Carretera de Sevilla, Alameda Sundheim, 18 de julio (actual calle Berdigón), Primo de Rivera (Arquitecto Pérez Carasa), Vázquez López, Plaza de José Antonio (Las Monjas), Millán Astray (3 de agosto), Capitán Cortés (La Fuente), plaza de San Pedro, Jesús de la Pasión y San Sebastián, donde se despidió oficialmente el duelo aunque, de hecho, fueron miles las personas que acompañaron la carroza fúnebre, tirado por cuatro caballos, que condujo el féretro hasta el Cementerio de La Soledad, hasta donde se trasladaron muchas de esas personas en autobuses.
Ya en la necrópolis, se rezó un nuevo responso por el capellán del Cementerio y se procedió a introducir el féretro en una tumba donada a perpetuidad por el Ayuntamiento de la capital, reproduciéndose las escenas del dolor por parte de familiares, amigos y admiradores.
Mientras tanto, ya habían comenzado los gestos de solidaridad con la familia Carbonell y, prácticamente desde el mismo momento en el que se conoció la triste noticia, empezaron a llegar las ayudas económicas, destacando los ofrecimientos de los profesionales onubenses y de cuantos habían intervenido en el festejo donde se produjo el lamentable hecho.
Mención especial merece el donativo realizado por el diestro Rafael Ortega quien ofreció los honorarios percibidos por su actuación en la jornada del Corpus en la plaza de Cádiz al mismo tiempo que se comprometió a participar en un festival que se organizara para recaudar fondos para la familia Carbonell.
También el torero onubense Juan Posada remitió un telegrama transmitiendo su pesar además de su ofrecimiento para actuar en ese festival, deseo que fueron realizando numerosos profesionales que querían sumarse a la generosidad del mundo taurino con la familia de uno de los suyos.
A pesar de haber transcurrido sesenta y seis años del fallecimiento de Rafael Carbonell, su memoria sigue perenne en el recuerdo de los aficionados onubenses, como quedó patente en el homenaje que le tributó la Tertulia Cultural “Tendido 12” con ocasión del primer centenario de la plaza de Huelva al desvelar una placa recordatoria en los aledaños de la que fuese la enfermería donde falleció el torero.
La muerte de Rafael Carbonell fue la segunda que se produjo en el ruedo onubense, que ya vivió la del aficionado “Faico” en el año 1.913.
Por Vicente Parra Roldán
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