Marco Pérez por la Puerta del Príncipe.
El becerrista salmantino, colocado como guinda del festival a beneficio de la Bolsa de Caridad, rinde la plaza de la Maestranza y se convierte en el máximo valor de la cantera del toreo
Lo había advertido hasta la megafonía de la plaza. La actuación de Marco Pérez, el menudo becerrista que había hecho el paseíllo en medio de los más encopetados matadores, iba a actuar a modo de clase práctica en el epílogo del festival a beneficio de la ejemplar Bolsa de Caridad del Gran Poder, una de las corporaciones penitenciales de Sevilla más implicadas en su labor social y una de las devociones más extendidas entre la gente de coleta. Pero lo que se esperaba con curiosidad se acabó convirtiendo en un auténtico acontecimiento sellado bajo el arco de piedra de la Puerta del Príncipe antes de que el chaval fuera paseado a hombros por las calles del Arenal, aclamado con un mesías, camino del hotel.
El tiempo y la historia dirá si este 12 de octubre contemplamos la génesis de una gran figura. A lo mejor se lo podemos contar un día a nuestros nietos pero el toreo es un camino largo y sinuoso. Eso sí: nada ni nadie quitará a Marco Pérez la gloria de rendir la plaza de la Maestranza en esta hermosa tarde del día del Pilar de mantones y estampas del Señor que bendecían los programas de mano. Guarden las entradas por si acaso; no derroten la memoria... El impacto Marco lo iba a llenar todo desde que el chico, culminada la hipotética ‘parte seria’, tiró de dominio del tiempo y de la escena y se marchó a portagayola. Recibió de hinojos al becerrote de Jandilla que habían preparado para su debut en la plaza de la Maestranza y comenzó el clamor. La larga salió limpia, también un farol posterior y los lances trepidantes que, mientras las palmas echaban humo, hicieron arrancar la música.
A partir de ahí se hizo el amo de la plaza, de la gente, del festejo... Los tendidos volvieron a convertirse en un nuevo clamor cuando se echó el capote a la espalda para trazar un impávido quite por gaoneras. Ya no hubo descanso. Brindó a su madre, presente en una barrera, y se puso a torear con un asombroso y natural desparpajo que une a su menudez corporal. Toda su faena fue una auténtica apoteosis, sumando su capacidad de resolución a una impresionante puesta en escena, al sentido del temple, la variedad de las suertes, la capacidad de entrar y salir del toro e hilvanar las series con la clarividencia de un elegido. Marco Pérez volvió del revés el coso del Baratillo aunque tuvo que refrendar con un descabello una estocada defectuosa. No fue impedimento para que cortara el rabo que toda la plaza –abarrotada hasta la bandera- pidió con impresionante entusiasmo. Era el tercer trofeo que marcaba la diferencia y le abría de par en par la Puerta del Príncipe. Le llevaron a hombros hasta el hotel por las calles del Arenal sevillano.
La primera parte...
Pero no se puede soslayar el argumento del festival propiamente dicho en el que hubo de todo y también bueno. La actuación global de mayor calado artístico la firmó Pablo Aguado frente a un ejemplar de Talavante, tardito y de escaso fondo, con el que se mostró pletórico con capote y muleta cuajando lances de exquisito sabor y series de muletazos marcados por su personalidad diferenciada. Fue una delicia verlo torear a compás abierto, a pies juntos, lanceando en el quite... Los naturales también tuvieron un sello distinto y hasta el torero destilaba una ilusión contagiosa. Fueron dos orejas y un auténtico bálsamo. Enhorabuena.
Una se llevó José María Manzanares del manso pero emotivo ejemplar de Daniel Ruiz que saltó en segundo lugar. Logró lancearlo con excelente gusto antes de torearlo con templanza y sabor al natural. El fondo técnico, el sentido estético y el excelente momento de Daniel Luque también se hicieron patentes con un manso de Victoriano del Río que no dio demasiadas facilidades.
Urdiales dejó algún apunte de su clase con un desfondado ejemplar de Espartaco. Juan Ortega, con un basto, descompuesto y desclasado toro de Domingo Hernández no estuvo nunca a gusto y Diego Bastos lo dio todo con capote y muleta frente a otro deslucido torete de Núñez de Tarifa. Eso sí: todos hablaban del más chico.
Ficha del festejo
Ganado: Se lidiaron, por este orden, reses de los siguientes hierros: Juan Antonio Ruiz Román, blando y sin fondo; Daniel Ruiz, manso pero emotivo; Victoriano del Río, tardo y rajado; Domingo Hernández, descompuesto y desclasado; Alejandro Talavante, tardito y sin brío y Núñez de Tarifa, deslucido. En la clase práctica se lidió un manejable añojo de Jandilla.
Actuantes: Diego Urdiales, ovación.
José María Manzanares, oreja.
Daniel Luque, ovación.
Juan Ortega, palmas.
Pablo Aguado, dos orejas
El novillero con picadores Diego Bastos, oreja
El becerrista Marco Pérez, dos orejas y rabo
Incidencias: Se colgó el cartel de ‘no hay billetes’ en tarde calurosa y espléndida. Dentro de las cuadrillas destacó el picador Juan de Dios Quinta y el banderillero Alberto Zayas, que saludó tras parear al tercero.
- ÁLVARO R. DEL MORAL elcorreoweb.es
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