martes, 5 de septiembre de 2023

Perdón Noelia, nosotros no somos así

 


Noelia López preguntó en directo al ganadero Ricardo Gallardo si él se llevaría al campo un toro para el que se pedía el indulto. La respuesta del ganadero fue ‘A ti te llevaría yo al campo’. Una salida de tono maleducada y absurda, que, más allá del mal gusto y de las implicaciones sexistas que cada cual quiera sacar, pone de manifiesto algo que el toreo no debe de permitir. La falta de clase y categoría. Porque el toreo no es así. El toreo ha adquirido infinidad de adeptos por su cultura educacional de respeto, de saber estar, de señorío y de jerarquía de valores. Pero se han acercado a este mundo gentes que erosionan lo que la cultura educacional del toreo ha tenido como santo y seña toda la vida.

Siendo el toreo la acción de jugarse todo, vida incluida, jugarse patrimonio, ha sido el más gentil reducto del saber estar. La clase. Y la categoría. Que ya se ha perdido. La sociedad española, metida un un día a día chabacano y vulgar, no puede arrastrarnos. Puede ser que lo que más nos diferencie de toda vulgaridad y sectarismo y maltrato, sea la cultura del saber estar. Llegan al toreo gentes que gritan por los callejones cosas estúpidas e insultantes a nuevos toreros con un lenguaje y terminología inventada, nueva, chufletista e irrespetuosa. Toreros que creen que la liturgia es la paja y no el grano. Empresarios nuevos o seminuevos con ademanes de capos, cuadrillas donde la jerarquía se basa en el mamoneo. Ganaderos de tarde de petardo que declaran estar contentos. Toreros que sueñan y sueñan, según declara, sin saber qué es soñar.

Tantas y tantas cosas a las que hay que añadir el ninguneo, el maltrato y la falta de respeto a los periodistas. A los periodistas profesionales que, la gran mayoría, han entrado en este mundo del toro a sabiendas de que en otra especialidad hay más dinero, más respeto en su empresa y en el banco. Y a esa prensa, a los profesionales como Noelia López, hay que ponerles un pedestal. Porque su lucha de día a día es soberbia, grande, constante y siempre contra corriente. Se puede discrepar de todo lo dicho y escrito sin necesidad de llamadas a destiempo que jamás una figura del toreo de los tiempos recientes, donde el toreo era cultura y clase hizo. Las figuras echaban ratos largos con los principales del periodismo, como el poeta o el artista hacía o el gran político o el gran empresario. Eran necesarias, eran símbolo de calidad, de clase, de saber estar, de conocerse para avanzar. Era clase, era categoría.

Cambian los públicos y desde el toreo se critica una y otra vez la ignorancia de los nuevos y jóvenes, sin señalar con el dedo la violencia extrema con la que los rigurosos, en una exaltación de la falta de respeto y de la agresividad, se manifiestan desde su localidad. Resulta que ahora ser íntegro y reclamar es la violencia verbal y gestual. Eso jamás fue así y lo hemos consentido. El toreo ha sido la convivencia de la discrepancia en todo grado y momento, incluso con la voz ingeniosa y critica, pero no con los gestos de amenaza, brazos y manos por los aires, gargantas y rostros de ira, insultos…

No nos podemos contaminar con el deterioro de quienes jamás han entrado en el toreo después de haber mamado su clase, su calidad, su saber estar, su discrepancia, su bronca en su momento, su voz recurrente y ocurrente, su periodismo sensato y reflexivo. Porque esa es la cultura de siempre del toreo, desde que el toro es toro, el torero es torero, el público es público y el aficionado, aficionado. La plaza de toros no es una plaza de tientas para nadie. Ni para el torero, ni para el ganadero ni para el público. No es una taberna de bar, no son las barras bravas de los partidos de fútbol. No es el Congreso de los Diputados, ni los debates a gritos de las televisiones. Aquí no hay Rubiales. A los Rubiales, el toreo no los dejaba ni sacarse una entrada.

Bastante tiene el periodismo taurino encima, sin medios, apoyos, espacios, y sin otra que dedicación y afición. Bastante tienen los profesionales del periodismo con tener que vivir al lado de otros llamados periodistas que no lo son. Bastante tiene el toreo con la que le está cayendo como para ir por la vida creyendo que todo es cortijo propio en el siglo XIX. El toreo es tal que incluso y, sobre todo, en cortijo propio, el que tiene clase y categoría, se comporta como si estuviera en cortijo ajeno. Perdón Noelia López, nosotros no somos así.

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