Morante de la Puebla (44) ha anunciado su retirada "indefinida pero no definitiva" a causa de un rebrote del trastorno de la personalidad y bipolaridad que sufre.
La buena salud mental de los toreros, hasta ahora, se daba por hecha. Qué torero no iba a estar un poco ido como para ponerse delante de un toro, pero lo suficientemente equilibrado como para gestionar la Pyme que levanta cada tarde.
Mantener la tensión durante la temporada, cuajar los toros -poner a funcionar la rueda una y otra vez-, además de mantenerse en forma y cumplir con las exigencias del hábito -el héroe popular debe cumplir con el mandato de redimir a la masa mientras halla el secreto de las élites-, es un asunto complicado para tipos complejos que no deben mostrar fatiga.Algunos toreros han cambiado esa percepción. Todo el mundo sabía de la enfermedad de Morante de la Puebla. Un psiquiatra -que prefiere no participar en el reportaje- viaja con José María Manzanares (42). O Román (31), el torero valenciano, prepara sus tardes con un coach. "Trato de ayudarle a desgranar los patrones que le sirvieron para dar lo mejor de sí. Qué hubo en él en su mejor momento y repetirlo", explica Javier Portal, matador retirado y coach. "No me gusta la palabra coach".
Está especializado en programación neurolingüística. Estuvo al lado de Román la tarde que lidió en solitario seis toros. "La dividimos en tres partes. Cada dos toros". Superó el día y, en San Isidro, acompañado del coach, dio también una buena tarde. "Con Román trabajamos la concentración y la intensidad con la meditación y la visualización".
Al torero Román también le ha ayudado a superar la cornada que casi acaba con él. Un toro de Baltasar Iban le seccionó la femoral cuando entraba a matar hace cinco años en Las Ventas. Portal le ayudó a volver a cargar la espada. "Hay que jugar con el recuerdo. Manosearlo. Estructurarlo es importante para recuperar la confianza", analiza.
Morante de la Puebla forma parte de los artistas asediados por patologías psiquiátricas. En 2022 alcanzó la cifra de las 100 tardes. Ningún torero había toreado tantos días tan bien. Consiguió, tras haber controlado los elementos que lo alejaban de su mejor nivel, acabar con casi todo el escalafón. Al año siguiente algo cambió. Y esta temporada ha acabado -por ahora- de manera abrupta.
En Relación entre creatividad y trastorno de la personalidad, la neurocientífica estadounidense Nancy C. Andreasen da cuenta de los resultados de observar a los artistas. "En un grupo de 24 personas, compuesto por compositores, escritores y pintores, la mitad de los sujetos implementaron una gran mejora al tratamiento de la bipolaridad con litio. El tratamiento impulsó su habilidad para crear. Un grupo de 6 mantuvo su creatividad. Y disminuyó en otro grupo de seis. Estos resultados sugieren que un tratamiento adecuado y apropiado es útil en los artistas que padecen trastorno bipolar".
Andreasen confirma el mito: los escritores estaban fritos. "Los índices de trastornos del estado de ánimo son muy altos entre los escritores. El 80% tenía algún tipo de trastorno del estado de ánimo y el 30% tenía trastorno Bipolar I o Bipolar II. Los autores también tenían tasas más altas de abuso de alcohol".
A los toreros les acompaña la leyenda del hombre disoluto. Como ha contado Zabala de la Serna, Morante de la Puebla se ha retirado cuatro veces. En 2004 tuvo que marcharse a Miami para tratarse de una depresión. Volvió a cortar de golpe en 2007. Y la tercera vez, una década después, tras torear un mano a mano con El Juli (41) en El Puerto de Santa María. "La clave para que no se agrave la enfermedad es llevar una medicación muy pautada", comenta T., psicóloga del deporte, que ha tratado a toreros y a deportistas de élite como Ruth Beitia (45). "Hay profesiones más complicadas, como los toreros, que están continuamente fuera de casa. El toreo ha cambiado mucho. Los toreros son profesionales hasta la médula. De los toreros siempre se ha dicho que no debían mostrar vulnerabilidad. Ahora no pasa nada por hablar de salud mental".
Ayuda a los matadores a atajar problemas. "Los psicólogos debemos buscar el bienestar mental antes de que se convierta en una patología. Los toreros tienen que gestionar muchas cosas. Hay una gestión emocional. Una gestión del estrés. La gestión de las variables que no controlan, como el viento o el toro. Las expectativas. Y hay mucho trabajo detrás de algunas reapariciones. Siempre digo que este trabajo con los toreros es muy completo".
Andre Agassi cuenta en Open el odio que le generaba el tenis. "Los toreros, sin embargo, a pesar de la entrega que ponen en su profesión y de los sacrificios, no lo odian. No saben estar alejados de las plazas de toros. De hecho, muchas veces te dicen que no saben hacer otra cosa. Mi trabajo es convencerles de lo contrario".
NI FISIOS NI COACHS EN LA VIEJA GUARDIA
José Antonio Campuzano (70) tomó la alternativa en 1973. El descubridor de Sebastián Castella (41) y Roca Rey (27), fue figura del toreo en los años del plomo, cuando las embestidas todavía no estaban tan definidas, los públicos eran unos malages y las temporadas iban de punta a punta: empezaban en Valencia y acababan en Zaragoza. "No utilizábamos psicólogo, ni psiquiatras, ni masajistas, ni fisios. Cogías un bastón, te ibas a andar o a correr, echabas todo ahí. Dabas cuenta de las ideas, de las lesiones, de montar tu vida. Analizabas si tenías capacidad o no para ser figura del toreo. Alimentabas la ilusión". Y no hablaban de salud mental. "Todo lo hacíamos por intuición. Eran otros tiempos. Siempre que un torero flaqueaba, como no podías buscar en Google ni nada, pues le preguntaba a los compañeros. Ellos a veces te decían 'yo no te veo'. Y parabas el tiempo suficiente para volver a empezar. Un año o dos. En ese periodo de tiempo, hacíamos la vida que nunca habíamos hecho. Y volvías cuando sentías la necesidad de volver a torear", recuerda.
Juan Antonio Ruiz (61), conocido como Espartaco, lideró el escalafón durante una década. Fue el amo de los 80. Tiró del carro, como dicen los apoderados pesados. "Hablaba con la cuadrilla. Con la gente que tenía alrededor. La psicología es importante y la gestión es muy complicada. Hay una presión tremenda", comenta. "Tenía confianza en mi entorno. Era gente que había vivido más que uno y le pedía consejos. Eso es lo que teníamos antes. Buscaba consuelo en la gente mayor. De ahí sacaba la parte positiva".
Espartaco no concebía, como sus contemporáneos, levantar el pie del acelerador. "Nuestra mentalidad era ir para adelante. A la presión nos adaptábamos a diario. Era muy preguntón, eh. Entonces le preguntaba a los compañeros, para comparar con lo que yo sentía. Si es que sentían el mismo miedo como yo".
Los Lozano, una de las familias más importantes de la industria, le pusieron a Bojilla, el hombre para todo que debía acompañarlo a diario. "Era mi banderillero y lo llamaba maestro. Me daba mucha información. Las anécdotas ayudaban mucho a encontrar la solución a los problemas. De hecho no me sale dar consejos a los que empiezan sino contarles anécdotas".
Bojilla desengrasaba "el temor, el recelo, el rescoldo o la aprensión" (Juncal) con chascarrillos. Ahora Luis Teba del Pino analiza la ansiedad de los toreros en el hotel. Ha recogido los datos de Manuel Escribano (39), el torero de Gerena, en una tesis doctoral. "Desde que empieza a vestirse de torero hasta montarse en la furgoneta tiene un pico de 138 pulsaciones. Estaba somatizando la ansiedad antes de torear en Sevilla".
Y da la razón a El Cordobés, el mito del optimismo: "Cuanto más fuerte estés, más valor tienes". "He comprobado que cuanto más en forma están los toreros, más confianza tienen, al menos en el caso de Escribano, que tiene una preparación casi olímpica". Escribano, refutando a los clásicos, se prepara como un cyborg. "La ciencia ha hecho que entienda mejor su profesión".
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