La "revolución complementaria" de Joselito y Belmonte, el acertado homenaje a la Edad de Oro | ||||
La exposición que en homenaje a Joselito y a Belmonte se celebra en Sevilla constituye un acierto. Nos permite acercarnos a muchos aspectos inéditos de los grandes colosos de la Tauromaquia, a su vida personal, a esos pequeños detalles que para los historiadores pasan desapercibidos. Tanto en sus elementos gráficos como en la serie de recuerdos personales que han conseguido reunir, es mucho más que una exposición curiosa: quien la siga con atención podrá descubrir nuevos aspectos de los dos toreros que marcaron la Tauromaquia a los comienzos del siglo XX. Cuenta, además, con un magnífico catálogo, todo un libro para guardar .El balance final es mucho más que bueno. Lo cual no obsta para que algunos visitantes, sobre todo si son ilustrados en materia taurina, habrían hecho algunos cambios, no por lo que se expone, sino por aquello otro que no figura en la muestra. Hablamos, naturalmente, de la magna exposición sobre Joselito y Belmonte que hasta el próximo 15 de diciembre esta abierta en Sevilla y que resulta de muy recomendable visita.
La dirección de Juan Carlos Gil, profesor de la Universidad de Sevilla y Director de la Cátedra Ignacio Sánchez-Mejías, es toda una garantía sobre la exactitud y el interés de lo expuesto; de hecho, la muestra saca a la luz muchos elementos de la vida de los dos protagonistas del Siglo de Oro de la Tauromaquia, a los que difícilmente se puede acceder por pertenecer en su mayoría a colecciones privadas, en especial de las familias de los dos protagonistas.
Los contenidos
Si hubiera que destacar dos elementos principales en los contenidos de ambas exposiciones, habría que referirse de modo necesario a la precisa documentación que acompaña a cada elemento y la facilidad que ofrecen los expositores para observar todos elementos de pequeño formato que eran de uso personal de los dos grandes toreros de la historia.
En efecto, cada elemento cuenta con una precisa descripción, incluida su procedencia y su fecha, de forma que se pueden situar en su contexto. Desde una montera de Joselito hasta los gemelos de Belmonte, pasando por su pasaporte o por la pluma del célebre canónigo Muñoz y Pabón, que tanto tuvo que ver con las exequias fúnebres de “Gallito”. Así como se exponen varios capotes de paseo, no ocurre lo mismo con los vestidos de torear y con otros elementos propios de la lidia. En cambio, se puede contemplar la chaquetilla corta que vestía Juan Belmonte el día de su muerte.
Pero se abunda mucho más en elementos de uso personal o de su vida más privada. Y así, se pueden contemplar un manto regalado por Belmonte la Virgen del Patrocinio, de su hermandad de El Cachorro, o la Oreja de Oro ganada por el Pasmo de Triana y que también donó a su hermandad. Bien conservadas pese a su antigüedad, se muestran la saya que Joselito regaló a la Hermandad de la Macarena, de cuya Junta de Gobierno fue miembro, y de otra que Belmonte encargó para la Esperanza de Triana
.Curioso, además de valioso, son los recortes originales de la prensa norteamericana dedicados también a Belmonte. Llaman también la atención las partidas de bautismo y de defunción de “Gallito”, así como la escritura notarial de la finca “Pino Montano” que, aún siendo menor de edad, adquirió en Sevilla.
Tienen un espacio muy destacado distintos retratos al oleo de los dos toreros. Los oleos de Zuloaga, de Vázquez Díaz o de Enrique Marín, así como esculturas de Benlliure, Sebastián Miranda o del más moderno Venancio Blanco, entre otros, y los apuntes al natural de Roberto Domingo y de Martínez de León. También abunda la cartelería, toda ella sobre ejemplares originales, que sin tratar de ser exhaustiva si resulta muy representativa de la época, en lo taurino y en lo que hace a las propias artes gráficas.
Por su ubicación alejada del centro de la muestra, quizá andan un poco descolgados del hilo de la exposición dos piezas valiosas: el chaleco del terno grana y oro que vistió Joselito la tarde trágica de Talavera y la pistola con la que se quitó la vida Belmonte. Son dos piezas que aparecen arropadas con fotografías a gran formato muy interesantes.Precisamente una de las cosas que más llama la atención es el acierto y la calidad en el tratamiento del material fotográfico, la mayoría procedente de la importante Fototeca Municipal de Sevilla. Siendo originales con un siglo de antigüedad, su reproducción en muchos casos a tamaño natural, resulta excepcionalmente buena, además de impactante.
Pero como habitualmente ocurre en el mundo taurino, cada aficionados que visite la exposición echará en falta algo, probablemente un elemento que por motivos muy diversos él tiene la cabeza. También esto, cada visitante tiene “su” exposición.
Y así, por ejemplo, junto a las páginas de “Mundo Gráfico” y dos portadas de “ABC”, se echan en falta algunos testimonios más de la prensa de la época, comenzando por la propia alternativa de Juan Belmonte, de la que ahora se ha cumplido un siglo, o de la muerte de “Joselito”. Ahora que la Hemeroteca Nacional ofrece digitalizadas y en abierto las colecciones prácticamente íntegras de esta etapa, no habría resultado complicado conseguir esos originales. Y en el mismo sentido, cabría haber reproducido las dos crónicas del periodista sevillano José María Requena, que fue el único narró en la prensa --en este caso en “La Gaceta del Norte”, de Bilbao-- las circunstancias en las que murió Juan Belmonte, contadas además desde la propia finca de “Gómez Cardeña”.
Pero la calidad de lo expuesto no obsta para hacer notar que podría haber dado para mucho más de sí gran parte del contenido, si no fuera por las limitaciones de los locales donde se exponen.
Y así, el Espacio Santa Clara --lindando con la Alameda de Hércules y muy cerca de la casa de Manuel Jiménez “Chicuelo” y de la calle Hombre de Piedra, donde estuvo la casa de “Gallito”-- cuenta con unas salas limitadas en su espacio, además de carecer de luz natural, que es un elemento importante para apreciar bien las tonalidades de lo expuesto, no permite admirar lo expuesto con una cierta perspectiva, en especial los cuadros y carteles. Resulta lógico que por necesidades de preservar la muestra, no haya podido ser aprovechado más el maravilloso patio interior, porque podría haber dado mucho juego, si no fuera por el riesgo de las inclemencias climatológicas.
Pero otro tanto ocurre con el trianero Castillo de San Jorge. Se trata de un recinto donde se conservan --con extraordinario detalle-- lo que ha sobrevivido de la fortificación medieval construida en la plaza del Altozano, que fue usada también como sede y prisión de la Inquisición Española, para luego ser derribada en el siglo XIX con objeto de edificar un mercado de abastos, que por cierto ahora ha sido rehabilitado y resulta más que curioso. Con buen criterio, los restos que sobrevivieron han sido convertidos por el Ayuntamiento sevillano en un centro museístico. Pero tan interesante recinto --que de por si sólo ya merece una visita-- tiene tanta fuerza que se “come” materialmente a la selección gráfica sobre Juan y José, gran parte de ella inédita. Y es que por las necesidades de conservación de las ruinas, las fotografías deben ser contempladas a demasiada distancia y en un formato sin dimensiones adecuadas, porque de modo necesario quedan reducidas por exigencias de espacio. En un recinto más neutro, la selección gráfica habría lucido mucho más.
De hecho, si todo el material que el profesor Gil ha conseguido reunir se expusiera en un solo recinto con adecuadas dimensiones y condiciones de luz, estaríamos hablando de una de las retrospectivas taurinas más interesantes de los últimos años. Pero, naturalmente, si esos eran los locales de los que disponía, el Comisario de la exposición ha buscado sacarles el máximo partido posible. Y lo ha conseguido. En último extremo, siempre será mejor celebrar la gran muestra, pese a estos circunstanciales inconvenientes, que no haberla organizado.
De hecho, si por las condiciones en que los contenidos ha sido cedidos por sus propietarios para esta exposición lo permitieran, se trata de una muestra que bien valdría que se reeditara en otros lugares de España.
El catálogo, un libro para guardar
Escrito por Juan Carlos Gil y José Lucas Chávez Maza, de gran interés resulta el catálogo editado para la exposición. A lo largo de 200 páginas, muy ampliamente ilustradas, se hace todo un relato interesantísimo de lo que, como muy bien dice su propio titulo, fue “una revolución complementaria”.
Escrito con amenidad, los autores han tenido el acierto de no tratar de contarnos una historia mil veces contada, sino que se seleccionan unos temas muy representativos en la vida de los dos colosos. Es de los trabajos que se leen de un tirón, tanto porque está muy bien escrito como por su propio contenido. Un libro para guardar, de los que compensa con creces su precio de 20 euros.
►La exposición
Duración:
Sedes:
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Precio de la entrada:
Duración estimada para la visita a ambas sedes:
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