viernes, 25 de octubre de 2013

Plazas de toros en la Sierra Aracena

ARACENA

La Sierra de Aracena tiene una arraigada tradición taurina y cuenta con varias plazas de toros de las que enorgullecerse, algunas por lo pintoresco, otras por su tradición, por su arquitectura y, todas, por su situación.Hoy hablamos de tres plazas singulares: Almonaster , Aroche y Linares de La Sierra.


Esta es la famosa plaza de Almonaster la Real.
 Enclavada en la parte más alta de pueblo, junto a su magnífica mezquita musulmana del siglo IX, tan bien conservada y desde la que se tienen una vistas sublimes. Desde Almonaster podemos subir al Cerro de San Cristóbal, que como todos los cerros de este santo es el más alto del lugar. El paseo ascenso merece la pena, atravesando un maravilloso castañar, y desde arriba se divisa toda la Sierra desde distintos puntos y se puede descansar antes de la menos atractiva bajada. Además en este pueblo se come fenomenal.
Esta otra es la vieja plaza de toros de Aroche, en pleno casco urbano y que se puede visitar en todos sus preciosos recovecos. Según su guía la plaza data de 1802 y es una de las más antiguas de España (otros dicen la que más). Este pueblo merece la pena visitarlo en toda su extensión porque el conjunto es una maravilla, contando con casas verdaderamente señoriales y sus alrededores son preciosos.Uno de mis aficiones es el senderismo, lo que antes era darse paseos por el campo, ahora se ha normalizado en rutas señalizadas pero no por eso con menos atractivo. En esas rutas se pueden visitar algunas plazas de toros verdaderamente magníficas.
Este pueblo tiene una red de casas rurales lo suficientemente desarrollado como para no tener problemas de hospedaje, y se puede tapear en bares que mantienen el sabor serrano de antaño. Quizás por estar situado al final de la sierra mantiene este sabor más acentuado frente a otros en los que el turismo de los urbanitas está dejando su huella
.Otro sendero recomendable es el que nos lleva de Aracena a Alájar, pasando por la población de Linares de la Sierra, donde en su plaza, que hace de plaza de toros, hay que descansar y tomarse un botellín. Esta plaza abierta, donde había un azulejo que recordaba que se mantenía gracias a D. Juan de Dios Pareja Obregón, cuenta con sus burladeros de obra y sus gradas, y en ella asoma un “alcornoque torero” que bajando por el tendido quiere acercarse al ruedo, y cuenta hasta con un verso en otro azulejo.

De lo alto del tendido
inclinado hacía el albero
cita al toro del viento
un alcornoque torero.
El toro se le encampana
embiste veloz y fiero
al capote de sus hojas
ajadas ya por el tiempo.
Sereno mueve sus ramas
en verónicas de ensueño
en revoleras garbosas
en naturales muy lentos.
Le quiebra con su cintura
sin mover sus pies del suelo
y agradece el azahar
aromático pañuelo
que por su buena faena
agita el limonero.
El ventarrón se ha marchado
no sabe por cuánto tiempo
se va mugiendo de rabia
el bravo toro del viento
(José Antonio Ortega)
Por Ignacio Sánchez-Mejías

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