domingo, 21 de mayo de 2017

Espectáculo circense

Una puerta grande más en Madrid para Diego Ventura. Y van ya 13. Pero ha sido una puerta grande fruto de la pura aritmética reglamentaria, no por una causa mayor. De lo que cabría deducir que la Puerta Grande se abre con mucha más facilidad para el toreo a caballo que para el toreo a pie. La corrida de Los Espartales fue muy deslucida, con tan sólo un toro de calidad, que fue el 2º. Y con ellos la tarde se fue a ratos con acrobacias --algunas profundamente antiestéticas hasta para el circo--, y a ratos, menos, con lo que debe ser la lidia a caballo.

MADRID. Novena de feria, La empresa colocó el “No hay billetes”, aunque había bastantes localidades sin ocupar. Toros de Los Espartales (José L. Iniesta), reglamentariamente despuntados, noble pero sin fondo el 1º, con calidad el 2º, los cuatro restantes  mansos y complicados. Andy Cartagena, silencio y ovación. Diego Ventura, una oreja y una oreja. Leonardo Hernández, ovación y ovación. 
En aplicación del Reglamento, al término del festejo Diego Ventura ejerció el derecho que se le reconoce a salir a hombros por la puerta grande.
Cierto que la corrida de Los Espartales no ayudó prácticamente nada.  Pero esa no puede considerarse razón suficiente para que un festejo de toreo a caballo se convierta en un espectáculo mixto de acrobacias varias y rejoneo. Es lo que sucedió en Las Ventas en esta novena del abono, que no duró mas que 2 horas y diez minutos, pero que se hizo eterna en el tendido. No puede extrañar, pues, que este tipo de festejos ande  de capa caída en la estimación de los aficionados.
Si un torero de a pie tiene una actuación parecida a la que Diego Ventura realizó a caballo, la bronca habría sido monumental con la oreja del 5º y nada digamos de esa puerta grande, que sirve para la estadística, pero  que aunque fuera reglamentaria careció de todo sentido. Quizá por eso, al caballero hispano-portugués los costaleros de turno lo sacaron con tantas prisas del ruedo.
Le correspondió a Ventura el único toro verdaderamente con calidad, que fue el 2º. Lo toreó a placer, siempre muy reunido. Hubo una banderilla al quiebro con “Fino” de antología y otra buenísima con “Remate”, como antes con “Nazarí” hizo todo un alarde cómo se puede torear templadamente desde el caballo. Pinchó antes de dejar el rejón de muerte. Se le concedió una oreja meritoria.
Lo que su segundo turno ya fue otro cantar. Cierto que el espartalero, manso como sus hermanos, desde que saltó a la arena daba un derrote arriba, casi rebañando. Pero con eso ya se supo desde el minuto 1; lo que resultaba menos esperable es que los cuatro caballos que sacó Ventura se vieran atropellados, en un par de ocasiones además de forma muy comprometida. De toda su labor se salvó de verdad la última banderilla que colocó a lomos de “Sueño”, el resto todo un tanto a empellones, incluso cuando trataba de llevarlo encelado en la grupa. Eso sí, tiró de recursos para en lo suplementario llegar a los tendidos. Muy valiente y arriesgado, desde luego;  pero lucido no resultó mucho menos. 
A pesar de lo cual el palco sacó pañuelo blanco.

El abuso de las acrobacias llegó a su culmen con Andy Cartagena.
 En ocasiones daba la impresión que había sacado a un determinado caballo tan sólo para la pirueta posterior. Pero es que, además, algunas de sus innovaciones resultan completamente antiestéticas, como esa que podría bautizarse como la del “patito cojo”. Tuvo mayor acierto con el que abrió la tarde a la hora de la reunión de clavar, aunque no faltaron los intentos fallidos. Pero ya con el 4º el desajuste en las suertes pasó de la raya: las dos rosas finales las colocó desde la penca del rabo mientras hacía la noria.

Si los ya comentados habían sido de mal juego, los dos que le correspondieron en su mala suerte a Leonardo Hernández podría decirse que eran imposibles para la lidia: ambos manseando todo el rato, buscando tablas –el 3º a la segunda saltó hasta el callejón--, sin celo alguno ante los caballos y saliéndose a mitad de las suertes en busca de un territorio libre. Resulta comprensible que tuviera tanta dificultad para clavar arriba y para evitar pasadas en falso; es que no le dejaban otra opción. A pesar de todo, con su insistir sin desmayo, tuvo mérito el tercio de banderillas montando a “Xarope” en su primero,  como luego ocurriría en el que cerró  la tarde con “Despacio”.

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