miércoles, 22 de julio de 2020

TODO POR VIVIR, TODO POR MORIR


Por Santi Ortiz.

TOROS     Tiene la tez de oscuro pergamino y plateadas las canas y las sienes; conserva su figura la dignidad del viejo campesino y arrasa su mirada una constelación de orgullos y humildades, de oscuras letanías, de la tremenda carga de contemplar de frente aquello que le viene.
 ¡Qué tremenda fatiga amancebar a diario la vida con la muerte! 
¡Qué insensata demencia poner el cementerio junto al arco del triunfo! Pegado al paladar, se le ha quedado el regusto del miedo más valiente, y en el rictus irónico de su sonrisa grave crepita una memoria de glorias y naufragios.
     Siendo a pie su faena, hermanó sus anales a la historia del transporte viajero. En sus tiempos mocitos, fue a caballo o se cubrió del polvo de aquellas diligencias que recorrían España. Más tarde, sacaría el kilométrico de los humildes trenes de humo y carbonilla, y no dudó en hacerse a la mar –vapores transoceánicos– para poner bandera en la América hispana. Luego vendrían los caballos del coche sin caballos: el automóvil. Y el avión, y los trenes eléctricos y el AVE, y los vuelos privados y esas furgonetas de ahora que parecen hoteles.

XLII. El espectáculo en la segunda mitad del siglo XIX - Ensayos
    Un peregrinaje de siglos lo contempla. Nacido del alarde, educado en las reglas, convirtió la estocada en la suerte suprema y, aunque su meta fue siempre arrancarles caminos de luz a las tinieblas de la incertidumbre, un día se produjo un milagro: el misterio de la belleza vino a unirse a la estética de la bizarría, y el temple –¡otro milagro!– le donó el esplendor del enigma del tiempo. Con tales pertrechos, golpeó la aldaba del templo de las Bellas Artes y sus puertas se abrieron para darle merecido aposento y justa pleitesía.
     Depurado su vuelo, su firmeza, la increíble selección que ha extraído al toro de la materia viva, para meterlo en la materia culta –pues superó a la selección natural, la inteligencia humana–, el inaudito grado de armonía que, en muy alto porcentaje, ha expulsado de las plazas la violencia; haber convertido la piedra en viva llama, transmutado la lucha en un poema, transformado la muerte en pura vida, son hazañas más propias de dioses que de hombres. 
postal torero joaquin rodriguez costillares - Comprar Tauromaquia ...Y sin embargo, hombres son los que las realizan. Hombres que han dejado sus nombres para construir con ellos el castillo de la mitología: Costillares, Pedro Romero, Pepe Illo, Curro Guillén, Paquiro, Cúchares, El Gordito, Manuel Domínguez, El Tato, Lagartijo, Frascuelo, Mazzantini, Guerrita, El Espartero… Dejémoslos ahí, para no traspasar el siglo XIX. Pero han seguido cabalgando en el tiempo hasta llegar a estos José Tomás y Roca Rey que les dan categoría al presente.
     Este longevo personaje, con tez de oscuro pergamino y plateadas las canas y las sienes, se llama Toreo. Un ser que, de la bribonería de los mataderos donde tuvo su cuna, ha llegado, cultivándose, a un grado de exquisitez sin par. Ha poblado de matices las relaciones de un torero y un toro y ha encontrado en ellas la eternidad que mora en el instante. Nada hay tan efímero como el toreo y, sin embargo, en sus cimas triunfales llega a ser inmortal.
 
Los 12 trabajos de Heracles - ¡o César o Nada!     Es este milagro, esta maravilla, este mundo complejísimo y profundo, en que algunos hombres han conseguido hermanar mitología e historia a fuerza de hacer mítico lo real, el que quieren eliminar otros hombres y mujeres que miran la tierra y no ven más que tierra.
 Sin conocimiento de causa, sin formación taurina alguna, sin sopesar las consecuencias de su antagonismo, no les arredra el hecho de erigirse en censores y dictar lo que debe verse y lo que no y lo único que puede existir en un mundo que tiene el fallo de no estar hecho a su imagen y semejanza. ¡Pobres diablos!

     Siguiendo el ejemplo del Toreo, debemos seguir mirando de frente todo lo que nos viene. Sin perderle la cara. Con el convencimiento de que estamos tratando de preservar una cultura de siglos; una cultura única; una cultura grandiosa, cuyo misterio se roza con las más grandes aventuras del hombre. Da igual que mentes mezquinas quieran acabar con él, porque, hemos de saber que, cada vez que un toro sale a la plaza, al toreo le queda todavía todo por vivir y todo por morir.
     Les guste o no.

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