Así se expresaba este jueves por la tarde François Zumbiehl (París, 1944), catedrático de Lenguas Clásicas, doctor en Antropología Cultural y militante taurino, minutos después de conocer que la Asamblea Nacional de Francia no debatiría la iniciativa de un diputado de izquierdas para abolir la fiesta de los toros en el país vecino.
La verdad es que los aficionados taurinos franceses han pasado unos días que para ellos se quedan. De pronto, una propuesta parlamentaria amenazaba con poner patas arriba las ilusiones de miles de personas. La voltereta, ciertamente, hubiera sido de campeonato. Mientras las comisiones de distintas ferias buscaban toros en las ganaderías españolas, el máximo órgano legislativo se preparaba para debatir y votar la iniciativa de un diputado al que no le gustan los toros y tampoco le gusta que les guste a otros.
Pero, ¿está abierto el debate sobre los toros en Francia?
“Existe una división muy clara entre una mayoría indiferente del norte y unas regiones del sur muy motivadas taurinamente”, François Zumbiehl
Zumbiehl no tiene ninguna duda. “Esta discusión ha tenido una importancia casi nacional”, asegura. “Ha despertado muchísima controversia, y está claro que existe una división muy clara entre una mayoría indiferente del norte y unas regiones del sur muy motivadas taurinamente. Siempre ha sido así”.
Zumbiehl cree, no obstante, que los taurinos hubieran ganado la votación porque tanto la Unión de Ciudades Taurinas como el Observatorio Nacional de Culturas Taurinas, que integra a aficionados de todo tipo, habían dirigido a todos los diputados un texto en defensa de la tauromaquia, de modo que “la mayoría de los representantes de la soberanía popular, los socialistas, el partido del presidente Macron, la derecha, y los presidentes de las tres regiones taurinas, Aquitania, Occitania y Provenza-Los Alpes-Costa Azul, estaban a favor de los toros”.
Este comprometido taurino sigue pensando que la tauromaquia perdurará “mientras la comunidad de aficionados valore lo que tiene entre las manos, exprese sin miedo su voz y defienda el respeto a la diversidad cultural en el caso de que se convierta en una minoría; mientras haya una afición que reivindique su libertad, la fiesta seguirá viva”.
Francis Fabre, director de la revista francesa Toros, la publicación taurina más antigua, considera que es normal que la votación no saliera adelante por el mecanismo parlamentario francés, y porque la iniciativa había partido de un diputado de la extrema izquierda. “Pero puede suceder lo contrario si mañana la presenta un miembro del partido de Macron”, señala.
“En la Asamblea Nacional existe una creciente sensibilidad por los animales y la ecología”, añade, “con la consiguiente influencia social”. “El debate sobre los toros está abierto desde hace tiempo en mi país”, concluye, “prueba evidente de la evolución social”.
Araceli Guillaume-Alonso, catedrática emérita de Historia de España en la universidad París-Sorbonne, afirma que no esperaba que se produjera la abolición “porque el propio presidente Macron había declarado que no era el momento”. Añade que el documento que se hizo llegar a los grupos políticos estaba firmado por intelectuales de todas las tendencias, con mayoría de personas de izquierda. “El nivel de argumentación en favor de las corridas ha sido muy alto”, prosigue. “El debate está abierto y ha avanzado mucho”, concluye, “y volverán a atacar, pero es tan difícil prohibir los toros como acabar con el queso camembert; sería terrible… con lo que son los franceses.
El peligro de que ganen los antitaurinos lo veo muy lejano”.
Por fortuna, la temida voltereta ha quedado en un susto. El propio promotor de la idea retiró la propuesta y declaró que “hoy no es posible abolir la corrida en Francia”. Menos mal, porque, de haber prosperado la iniciativa, 56 localidades hubieran tenido que cerrar sus plazas, 49 ganaderos se hubieran quedado sin negocio, una docena de toreros en activo se verían obligados a emigrar, al igual que un puñado de picadores y banderilleros franceses, y, por encima de todo, un jarro de agua helada hubieran recibido los muy documentados aficionados que hacen gala, y con razón, de su amor incondicional al toro bravo y a la defensa de la integridad de la fiesta.
Esta temporada de 2022 se han celebrado en Francia 156 festejos mayores (64 corridas, 31 novilladas con picadores, 32 sin caballos, 9 espectáculos de rejoneo y 20 festivales) con una asistencia media del 90 por ciento.
“Es tan difícil prohibir los toros como acabar con el camembert; sería terrible”, Araceli Guillaume-Alonso
La Francia taurina no está exenta de curiosidad: los toros están vetados en ese país por el artículo 521-1 del Código Penal, que prohíbe los actos de crueldad contra los animales, pero contempla una excepción para las corridas de toros, siempre y cuando “se pueda invocar una tradición local ininterrumpida”. Esta excepción cultural, que representa el respeto a las minorías en diez provincias, es la que hubiera desaparecido si la propuesta hubiera sido votada afirmativamente.
Hubiera sido una decisión de imprevisibles consecuencias la abolición de los toros en el sur de Francia. Allí, la fiesta se vive con auténtica pasión, los franceses amantes de esta fiesta no se limitan a acudir a la plaza; leen, se documentan, visitan ganaderías, y se sienten verdaderos militantes en defensa de la tauromaquia.
De ello está convencida la catedrática Guillaume-Alonso, quien hace unos años declaraba en este blog, y hoy se reafirma en ello, que “hay más ambiente taurino en París que en muchas ciudades españolas. Allí hay más ‘militantismo’. Somos militantes activos y hacemos un esfuerzo por afirmar con valentía nuestra afición a los toros.
El aficionado francés no intenta convencer a nadie, pero tampoco permite que nadie le prohíba ir a los toros. Forma parte de su manera de concebir el mundo”.
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