Una excelente corrida de Santiago Domecq
David de Miranda le corta las orejas a un quinto de particular calidad y deja sello de su valor y su peculiar estilo
Sevilla, martes, 9 de abril de 2024. 3º de abono, Primera de la serie seguida de la Feria de Abril. COLPISA, Barquerito). 4.500 almas. Primaveral. Dos horas y media de función. Seis toros de Santiago Domecq. José Garrido, oreja y silencio tras aviso. David de Miranda, saludos tras aviso y dos orejas tras aviso. Leo Valadez, de México, silencio y palmas.
FUE UNA CORRIDA muy completa de Santiago Domecq. En primer lugar, por sus armónicas hechuras, mejor rematados los tres últimos que los tres primeros. Y, luego por sus muchas virtudes, las propias de la bravura: prontitud, fijeza, nobleza, las tres en grado muy llamativo. La manera de galopar y de darse, el vivo brío de las embestidas, la más que aceptable aunque desigual entrega en el caballo y lo que se llama el estilo de un toro, todo eso tuvo el sello privativo y distintivo de ganadería mayor. La palma se la llevaron los tres toros de la segunda mitad: un encastado cuarto que atacó en varas con fiereza y persiguió en banderillas con particular celo, un quinto de son realmente singular y un sexto de ritmo sobresaliente.
Malherido por un segundo puyazo trasero muy lesivo, el cuarto se resintió del lanzazo pero sin dejar de embestir. Las embestidas del quinto, que se fue a tablas muy a última hora, se corearon debidamente. Pese a ser toro menos celebrado que el quinto, para el que se pidió el indulto masivamente, el sexto fue de muy buena nota. El temperamento del segundo de corrida, que rompió en la muleta sin precio aviso, se sumó al éxito redondo de la ganadería. Muy noble el primero, que se apagó ligeramente al cabo de cuatro tandas. Codicioso y listo el tercero, el único colorado del envío y el de peor nota en el caballo. El final de corrida se vivió como una fiesta. Con voces reclamaron la presencia del ganadero, que saludó en pie desde su asiento en un tendido de sombra. La ovación, rendida y espontánea, vino a compensar la racanería del palco presidencial, que negó al quinto toro una más que merecida vuelta al ruedo en el arrastre. La vuelta habría sido un clamoroso colofón.
Con un lote de formidable calibre -el temperamental segundo y el magnífico quinto- se hizo sentir y se dejó querer David de Miranda, que debutaba en la Maestranza al cabo de siete años y medio de alternativa. Desigual el toreo de capa -en el haber, un valeroso quite por gaoneras en el segundo y solemnes verónicas en el saludo del quinto- y francamente logrado el toreo de muleta en dos versiones distintas. En las dos, la nota común de la verticalidad, la firmeza, el desmayo natural y no impostado, el buen juego de brazos, el secreto poder del temple. El toreo rodilla en tierra -en la apertura de las dos faenas- fue de calidad en los dos turnos. Los cambios de mano en esos dos mismos turnos fueron lindos remates y golpes de sorpresa. La manera de acoplarse y reunirse con las embestidas del quinto desataron pasiones. No tantas pero no pocas la segunda mitad de su trasteo seguro, arriesgado decidido con el muy interesante segundo de la tarde. Una estocada ladeada y ocho descabellos entonces. Un pinchazo y una comprometida estocada tendida de la que salió con la bragueta de la taleguilla rota fueron la rúbrica de la faena de mayor clamor. Mucha gente de Huelva y Trigueros, su tierra, en los tendidos. Se hicieron sentir.
José Garrido, excelente como suele con el capote clásico -la verónica embraguetada-, estuvo firme, entregado y serio con el bondadoso primero, que toreó sin pruebas y ligó sin perder pasos. Encajado, hizo valer su autoridad de torero capaz con el cuarto, pero en faena que perdió pronto el hilván. Nervioso en su debut en Sevilla, el mexicano Leo Valadez no se entendió con la codicia revoltosa del tercer toro y acreditó su oficio resuelto con el gran sexto pero en trabajo a menos, algo corto de ambición o ideas.
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