Se oye decir a menudo en España que la afición francesa es un ejemplo a seguir. Nada es perfecto en este mundo, y tampoco ella. Pero sí reúne dos condiciones que le permiten por lo menos expresar su voz: es bastante estructurada y es consciente; consciente en primer lugar de la fragilidad de la Fiesta.
En Francia la afición sabe que constituye una minoría, radicada en las regiones del sur y del suroeste, si bien es verdad que unas cincuenta ciudades se reconocen como ciudades taurinas y se agrupan en una asociación correspondiente. Sabe también que la tauromaquia no es algo que va de por sí, que es cuestionada en este mundo contemporáneo, cada vez más alejado de las realidades del campo, influenciado por la ideología animalista del entorno anglosajón y por lo que se podría llamar el idealismo de Walt Disney. En resumidas cuentas, los aficionados galos hemos entendido que la permanencia de los toros en nuestro país, como en los demás, dependía de nuestra capacidad de luchar para hacer reconocer esta tradición como una cultura viva y auténtica, tan legítima como otras formas de patrimonio cultural inmaterial. Hemos entendido que de simples espectadores nos teníamos que convertir en militantes.
El arma principal de esta militancia es el Observatoire National des Cultures Taurines (ONCT), organismo federativo, tanto más eficaz cuanto que ha sido capaz de agrupar todas las componentes y entidades de la afición; las asociaciones profesionales, desde luego, pero también las federaciones de peñas y sociedades taurinas, la Unión de las Ciudades Taurinas de Francia (UVTF), los juristas, los universitarios e investigadores aficionados...Y con una finalidad muy específica: la defensa y la promoción de la Fiesta como cultura, de cara a la sociedad y al mundo político, dejando a otras instancias los asuntos gremiales y los problemas internos, tales como la organización del espectáculo. Hablando del mundo político, tenemos la gran suerte que en Francia nunca los toros han sido motivo de una oposición entre la derecha y la izquierda. Dentro de los alcaldes que constituyen la UVTF, y dentro de los diputados aficionados de la Asamblea Nacional los hay conservadores, socialistas y comunistas...todos conscientes de la importancia de las ferias con corridas para fomentar las actividades culturales y festivas de sus ciudades, amén de las actividades turísticas.
Toda la empresa de nuestro Observatorio ha sido inspirado por los principios defendidos por la Unesco: el respeto de las minorías culturales, de su derecho a practicar y transmitir la diversidad de sus culturas, especialmente en el campo del Patrimonio Cultural Inmaterial. Por eso nos hemos afanado en conseguir el reconocimiento de la cultura taurina en Francia como PCI de nuestro país por un proceso que no puede limitarse a una simple declaración política y debe tener una muy sólida base científica con un argumentario ad hoc.
El resultado es la ficha que cada uno puede consultar en www.culturestaurines.com También hemos tenido que asumir todos los retos que nos han planteado los antitaurinos en el campo jurídico, logrando en particular que el Consejo Constitucional legitime la excepción cultural que supone la celebración de corridas al amparo de la ley en las regiones de tradición taurina ininterrumpida. Ahora nos queda esperar que otros países con esa tradición nos acompañen en la batalla internacional que permitirá la inscripción de la tauromaquia en la lista representativa del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por parte de la Unesco, pues del punto de vista científico, en este caso antropológico, reúne todos los criterios marcados por esa Organización.
En materia de toros el particularismo francés se nota también en la organizac
ión del espectáculo. En casi todos los casos es asunto de los ayuntamientos, propietarios de los cosos, o bien con una responsabilidad directa o bien a través de "una delegación de servicio público". El reglamento taurino vigente en Francia emana de la Unión de ciudades taurinas (UVTF), lo que implica una mayor cohesión y una mayor eficacia para la lucha contra fraudes y abusos: cualquier sanción se repercuta en todas las ciudades. Los alcaldes, por razones electorales obvias, implican directamente a las peñas de aficionados en el montaje de los carteles. La "Comisión Taurina Extra-municipal (CTEM)", presidida por el alcalde, reúne a los representantes de las peñas. Ellos eligen a los toros, a los toreros, van a visitar las ganaderías, escogen el ganado, vuelven para el embarque...
El punto de vista de los aficionados de a pie contribuye a definir la línea editorial de cada plaza, sus preferencias en cuanto a los espectáculos. Desde luego esta personalidad artística lograda por cada plaza y ciudad está basada en la eliminación progresiva de los grandes consorcios empresariales españoles, sustituidos por empresarios independientes, cuyo contrato puede ser rescindido en el momento de que haya dejado de dar satisfacción a la afición local.En cuanto a su gusto y exigencias artísticas, la afición francesa en conjunto ha sido una de las primeras en marcar resueltamente un viraje hacia la recuperación de la autenticidad, poniendo de verdad al toro en el primer lugar a la hora de montar los carteles, y seleccionando muy cuidadosamente las ganaderías. Después de Vic Fezensac y Ceret, Bayona, Dax y hasta Nîmes y Arles han tomado esa orientación. Se ha recuperado también la importancia de la suerte de varas con caballos domados y más ligeros, con un peto especial más elástico, y ciertas plazas exigen que un solo caballo esté en el ruedo para no distraer al toro, y que éste sea puesto a la mayor distancia posible para que se arranque de largo. Actualmente, en Francia, se están dando más oportunidades a los toreros jóvenes y lidiadores, tales como Fandiño, Alberto Aguilar, Manuel Escribano, y no tan jóvenes como Fernando Robleño, cuya segunda carrera debe mucho a este lado de los Pirineos. Claro está, si se revaloriza la lidia y si se procura que el toro se emplee a lo máximo en el segundo tercio, cierta parte del público galo debe aprender a calibrar las faenas según las condiciones físicas del toro y su forma de comportarse. No todo puede y debe ser filigranas, ni todos los pases pueden ser ligados.
Y para concluir, en las ferias francesas se vive la afición en cada minuto, con festejos mañana y tarde, donde alternan corridas formales, novilladas y novilladas de promoción sin caballos. Los escaparates de las librerías privilegian los libros taurinos, los autores firman sus obras, se realizan exposiciones de esta temática y después de la corrida sendas tertulias de periodistas y aficionados comentan los pormenores de la tarde. Desde luego no todos entienden lo que ha pasado en el ruedo, pueden producirse reacciones desafortunadas por parte del público.
Pero sí hay una cosa cierta: aquí la fiesta de los toros es en todos los sentidos una cultura.
Por François ZUMBIEHL en Burladero.
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