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miércoles, 29 de julio de 2015

Un lustro de vergüenza

Cinco años sin toros. Barcelona cumple, este 28 de julio, cinco campañas sin que se reavive su afición porque una decisión totalitaria, antipopular y, sobre todo, demagógica cambió el juego democrático en la ciudad para siempre.
 Fue un atentado en toda regla contra una ciudad que durante siglos había hecho gala de su afición a los toros, una afición esfumada entre la contrariedad animalista en medio de la sociedad y la sinrazón de muchos de sus carteles de temporada. Barcelona se fue, pero no lo hizo para siempre.
Cuatro años y nueve meses de nuestras vidas son los que llevamos esperando la ansiada decisión que, dado las idas y venidas judiciales que el sur europeo lleva consigo en su enrevesada burocracia, ahora está más cerca que nunca. Esperemos que no sea vana sentencia la de un Tribunal Constitucional en el que está esperanzado un sector al que, desgraciadamente, ya se la ha olvidado Barcelona.
Ahora, que vuelven más pronto que tarde los toros a Cataluña, aficionados y sobre todo figuras -los primeros ya han demostrado con creces que están dando la cara- serán los que no tienen que tratar esta vuelta como un asunto de juguete. Porque ahora sí que nos la jugamos de verdad: no la desaparición física, pero sí la desaparición social del toreo, esa que radica en la apreciación o no de los valores taurómacos por parte de la sociedad catalana.
La labor misionero-taurómaca a la que nos enfrentamos, quizá, sea la más importante de la historia del toreo. Hace falta preparación, fondo, disciplina mental y mucha lógica por parte de aficionados, profesionales y, sobre todo y ante todo, de las figuras que hasta ahora no han dado la cara. Y eso sin mencionar en todo el editorial la hecatombe podemita que está echando raíces en la ciudad condal: un raticida que puede corromper mentalmente a toda la sociedad. 
Y tengan claro que van directa y violentamente contra el toreo...

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