Después de una Baleares abandonada por los taurinos, encerrados en las Ferias en actividad sin importarnos lo que allí se estaba cociendo en nuestra contra, una nueva mota de esperanza que nos encontramos en la cuneta nos acaba de dar una nueva –y posiblemente de las últimas- llamada. El Tribunal Constitucional suspende cautelarmente la ley de toros a la balear, que prohíbe la muerte del animal en el ruedo. Así lo dicta el TC en un auto del pasado 28 de noviembre y conocido este lunes 4 de diciembre.
Esto -que supone que esta ley invade oficialmente competencias estatales que regulan las condiciones básicas que garantizan la igualdad de todos los españoles en el ejercicio de sus derechos y deberes- nos ha venido de sopetón y la reacción no depende del simple comunicado de turno que las entidades defensoras del toreo hagan –si no lo han hecho ya-. No depende de unas líneas loando la decisión. No depende de unas palabras de ánimo. No. La reacción a lo ocurrido en Baleares depende de una movilización de todos. To-dos. Empezando por los que viven de esto.
Una esperpéntica posible modalidad de toreo ha sido tumbada, pero no por ello Mallorca no sigue llevando a cabo los mismos pasos de Catalunya y nadie se moja en su defensa. Ni las figuras ni los profesionales ni la empresa. Todos miran hacia su lado mientras los titulares ruedan sangrantes contra quienes compartimos una afición y profesión totalmente legítima.
Pero Mallorca, donde los políticos se siguen queriendo saltar la ley y las voces de los aficionados no tienen ningún valor, está también por nuestra parte dejada de la mano de Dios y tan sólo una Federación de Peñas Taurinas sostiene el frágil hilo de la esperanza en un futuro mejor.
O nos movemos o morimos. No podemos dejar pasar ni una pedida de mano más… porque esta puede ser la última.
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