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miércoles, 3 de febrero de 2016

La mirada del toro

Los animales bravos, aunque no puedan hablar, solo con su mirada te lo pueden dejar todo dicho, o al menos, de cómo es su condición, porque la mirada es el reflejo del alma.
Cada encaste tiene una expresión peculiar y una mirada distinta, aunque, como siempre se ha dicho: cada toro es un mundo. Cada encaste tiene su personalidad, su forma de comportarse, de meter la cara y de mirar.
Los toros de Cuadri, por ejemplo, imponen una barbaridad a los toreros, además de por su trapío, por tener una mirada fulminante y unos ojos saltones que pueden descomponer hasta al más valiente matador. 
Esas miradas que tienen los "cuadris", son en parte herencia santacolomeña, pues, aunque por morfología no lo parezca, esta ganadería tiene un porcentaje importante proveniente de la antigua ganadería de Pérez de la Concha, pero D. Celestino Cuadri, partiendo de varias sangres creó un toro y un encaste propio.
Como bien me dijo Lucas Carrasco (ganadero de Ana Romero) cuando le entrevisté, "el toro de Santa Coloma tiene una mirada intensa y viva". Esta mirada puede, descomponer y hasta quitar el sitio y al mismo tiempo, cuando la mirada es fija y transmite nobleza, dar más confianza y seguridad, pues cuando un santacoloma mete la cara con nobleza y suavidad y humilla, no es comparable a ningún otro encaste.
Un maestro del toreo como Antonio Chenel "Antoñete", decía que "el toro refleja en su mirada su condición y sus sentimientos. Hay toros que te miran con ojos de asesino. Otros tienen ojos de loco. Otros parecen asustados. Y los hay con mirada bondadosa, de estar predispuestos a que los torees a gusto."
Y el maestro tenía toda la razón y lo sabía mejor que nadie. La mirada es el reflejo del alma. Hay toros que te miran queriéndote comer. Otros se afligen y rechazan la pelea y miran con cara de asustado o también con ojos de loco o asesino si se ponen a la defensiva. Otros te miran entregados y diciéndote que van a embestir con todo. Y otros, tienen esa mirada bondadosa, esa cara de buena persona, esa mirada noble y fija que hace que los toreros puedan llegar a olvidarse del cuerpo.

Yo, que solo he toreado unas cuantas vacas desde la tapia, no soy quien para dar lecciones ni para demostrar nada, pero, puedo decir que esto que afirmaba Antoñete es otra verdad como la Giralda.
Este invierno fui por primera vez a un tentadero en la ganadería de Toros de la Plata. 
Estaba muy verde y no sabía cómo funcionaban las cosas, porque era algo nuevo para mi y tampoco me habían explicado. Tanto que cuando me tocó salir, ni siquiera supe que había que pedirle permiso al ganadero. Aquella erala de pelo burraco, como buen Núñez había roto en la muleta y no había hecho otra cosa que ir a más. Si hubieran seguido hubiese muerto allí embistiendo. Cuando me puse delante, aquella mirada entregada, noble y fija, hizo desaparecer mis nervios y a pesar de no tener experiencia ni sitio ni a penas técnica entonces, aquella becerra me permitió darle dos tandas en las que por primera me pude sentir torero y coger una enorme moral para seguir entrenando.
 
También, recuerdo que cuando toreé en la ganadería de Chamaco  le pude dar los pases más sentidos de mi vida a una vaca chorreada que como decía su mayoral, tenía cara de ser buena persona y por supuesto así fue. Muy distinta fue una vaca ensabanada de Ana Romero, que tenía esa mirada intensa, viva y de listeza, que me decía: hazme las cosas bien porque no soy tonta. 
Yo creo que hasta sabía si había entrenado duro y también lo que yo había desayunado aquel día. Se movía mucho, se acostaba y se quedaba un poco corta. Lo cual requería calma y un toque suave desde la cadera y hacia afuera. En un descuido no dudó en cogerme, pero el porrazo me vino bien, porque sin hacer daño me hizo venirme arriba.
 No fue ese santacoloma extraordinario que embiste al ralentí, que por cierto también salió aquella mañana. Lástima que no se tuviera en pie.
Una lección muy importante que me enseñaron es que los animales responden como se les tratan y que a la brusquedad hay que tratarla con suavidad, pues de esta manera se puede acabar templando la embestida, porque como quiso decir Belmonte: a cojones siempre gana el toro. O en este caso la vaca.
 
Los toros y las vacas son también grandes maestros para quienes empiezan, pues, sin palabras, pueden enseñarte lecciones que nunca se te olvidarán.
 El toro es seguramente el animal más sincero que existe, pues todo lo que va a hacer te lo suele dejar ver antes, si te va a coger, te avisa y la mirada de un animal bravo hace que el hombre puede sentirse único delante de él y sentir no querer estar en otro lugar del mundo más que ahí.
 
El toreo es un mundo donde se inculcan unos valores fundamentales como ser humano como en ningún otro mundo y te enseña lecciones que pueden marcarte la vida. Comprendo perfectamente que haya personas antitaurinas, pero les digo una cosa, no hablen de amor a los animales, porque no hay nadie que ame más al toro bravo que los ganaderos y los toreros.

Mario García Santos

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