Con un tremendo y peligroso toro de Cuadri, arriesga lo indecible en una faena de emoción sin cuento y cobra una estocada por todo extraordinaria. Limpio triunfo
Domingo, 2 de abril de 2023. Domingo de Ramos. Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. 2º festejo de la temporada. Primera corrida de toros. Soleado, fresco y ventoso. 8.212 almas. Dos horas y tres cuartos de función. Un minuto de silencio en memoria de Rafael Jiménez, Chicuelo.
Dos toros -2º y 3º- de Pallarés (José Benítez-Cubero Pallarés), tres -4º, 5º y 6º- de Hijos de Celestino Cuadri y un sobrero -1º bis- de Martín Lorca.
Esaú Fernández, silencio y leves protestas. Adrián de Torres, silencio tras dos avisos y una oreja. Gómez del Pilar, silencio tras un aviso en cada uno.
José Manuel Sangüesa picó con categoría al sexto y fue muy ovacionado
LA CORRIDA inaugural de temporada en las Ventas tuvo dos mitades bien distintas. Acogida a la fórmula de los llamados desafíos ganaderos, fue corrida de dos hierros en litigio. Los tres toros de uno de los dos anunciados -el de Los Maños, encaste Buendía-Santa Coloma- no pasaron el reconocimiento veterinario por falta de trapío. Por los rechazados vinieron tres de los Cuadri, que, jugados en la segunda mitad, fueron protagonistas del espectáculo. Por el cuajo y la hondura tan peculiares y privativos de la ganadería y, sobre todo, por una afiladísima arboladura de escabrosas dimensiones para nada habitual en la casa.
Los tres cuadris hicieron de salida lo propio: moverse y atacar con prontitud, y repetir sin soltarse. Los tres se emplearon en el caballo, pero cada uno de una manera. De largo vinieron en espléndidos y celebrados galopes los tres. El cuarto derribó después de encelarse y meter en un primer puyazo los riñones con el estilo grande de la genuina bravura. Tomó un segundo puyazo severo y al salir del caballo todavía recargó dos veces. Pelea parecida, pero sin derribar hizo el quinto, que también recargó después de la segunda vara. El sexto fue el de menos nota en varas, pero el único que tomó tres puyazos, el segundo y el tercero cabeceando y protestando, aunque sin soltarse. A este sexto lo picó de maravilla José Manuel Sangüesa.
Después de varas, los cuadris sacaron en banderillas el estilo que los lleva definiendo hace años. Fieles a su fama, esperaron y cortaron y, sin embargo, no hicieron hilo. Sangrados y castigados, fueron en la muleta un saco de problemas. Tan solo el cuarto se empleó en una primera tanda de embestidas turbulentas con el sello Cuadri. El quinto, el más agresivo de los tres, se volvió celoso antes de completar ni medio viaje y, cuando se puso a la defensiva, lo hizo punteando primero y tirando derrotes después. Fue toro peligroso. El sexto se paró en seco, como si se le hubiera ido el aire. Inmóvil, como un toro de piedra.
Con el toro de peligro, descaradísimo, muy abierto de cuerna, se jugó el pellejo con arrojo y arrogancia conmovedores Adrián de Torres, que ya de salida había toreado a la verónica con asiento y despacio, lances de buen vuelo, y que, puesto sin pruebas previas, decidió provocar al toro y no esperarlo. Tomando casi ciegos riesgos, aguantó coladas, probaturas, gañafones, miradas y testarazos. Sin pestañear, sin dar muestras de fatiga. La pelea tuvo tintes épicos. Se estuvo mascando la cornada en cada reunión. En un solo terreno, descubierto por el viento el torero de Linares, impasible. Despendido por el toro en un hachazo tirado con la pala y no con el pitón, desarmado antes de montar la espada. Y, en fin, atacando por derecho y en una reunión impecable, fuera de las rayas, donde menos podría defenderse el toro, enterró hasta el puño una estocada memorable, perfecta. La estocada levantó un clamor extraordinario, que, al rodar sin puntilla el toro, cobró todavía más fuerza. Un triunfo de mayúsculos méritos.
Esaú Fernández pasó un quinario con el cuarto, que, probón y enterado, no le dejó pararse. Gómez del Pilar lo intentó con el toro de piedra que no se movió nada, nada de nada.
Los toros de Pallarés, en tipo y en peso, con los papeles reglamentarios, fueron protestados de salida. El primero se derrumbó dos veces y fue devuelto en banderillas. El segundo, tardo pero noble, metió la cara y tuvo más fijeza que gas. Paciente, Adrián de Torres se batió contra la querencia a tablas del toro -por mor del viento no se podía torear fuera de las rayas- y, encajado, seguro y suelto, le acabó pegando un par de tandas de rico pulso. Gómez del Pilar se empeñó con las embestidas regañadas y protestonas de un tercero probón. Con un sobrero cinqueño de Martín Lorca que se aplomó Esaú, fácil y suelto, consintió y aguantó sin eco apenas.
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Sentado en su tertulia diaria de la Alameda, Rafael Chicuelo, puntual y sosegado, tenía el aire de un senador romano. Creo que era el torero más querido en Sevilla por sus pares. Con el capote toreaba bien de verdad, y en la corridas de rejones, cuando se acopló como auxiliador en la cuadrilla de Javier Buendía, pegaba lances tan hermosos que solo por eso valía la pena ir esa tarde a los toros.
Madrid, 3 abr. (COLPISA, Barquerito)
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