Así se arrampla con una su propia naturaleza y razón de ser, por más que en tiempos de crisis para la empresas resulten más económicos.
Con toda razón, bien que para otro tipo de mano a mano, ya lo dijo Carlos Gardel en su tango. Y es que todo lleva a pensar que los actuantes en los actuales mano a mano de los ruedos se apuntan a ese “no me importas lo has hecho, lo que hacéis ni lo que harás”. Ellos, sencillamente, pasaban por allí y se encontraron que en esa ocasión les tocaba a tres toros. Y es que si algo carecen estos carteles es, precisamente, de su misma razón de ser: la competencia, que es lo que siempre les caracterizo en la historia taurina.
Por eso, Antolín Castro ha podido escribir en “Opinión y Toros” que “los programan con un inusitado entusiasmo, los venden como la panacea que va a resucitar la fiesta, y el resultado es el que es, nada de nada. Todo cuanto es artificial por muy bien que lo envuelvas o lo presentes, sigue siendo artificial. Por si fuera poco, en ausencia del toro, que es el elemento vertebrador de lo que supone una competencia real. Sin toro, o incluso cada uno con su ganadería, no hay competencia… cada cual sigue su mini encerrona de tres en lugar de seis. Nueva modalidad inventada, habrá que darle patente al modelo”.Hasta en el Diccionario de la Rea Academia se nos dice que se trata de una expresión”originalmente fue utilizado para corridas de toros en la que dos matadores alternativos que compiten por la admiración del público”.
Hoy, en cambio, en el fondo no pasan de ser en la inmensa mayoría de las ocasiones más que carteles que a lo que más se parecen es a esos festejos que las empresas modestas montan por los pueblos: reducen a cuatro los novillos y eso que se ahorran. Pero cuando se trata de plazas mayores, optan por añadir dos reses más. Los objetivos no son muy diferentes, si bien en estos casos con el mayor aforo se cubre ese exceso de gasta en ganado.
No puede extrañar, pues, que le estén lloviendo un aluvión de críticas a esa serie de mano a mano que se han montado en las últimas semanas sobre la base de cuatro nombres, que luego se combinan de dos en dos: Morante, El Juli, Manzanares y Talavante. Resulta evidente que no le han hecho ningún favor a la Fiesta, sino que de cara al aficionado no ha sido más que una forma de desmitificar cuanto ocurre en un ruedo.
Cuatro toreros que pasan por ser figuras en el momento actual no pueden anunciarse para lo que pretendidamente debía ser una gesta, luego lidian corridas absolutamente impropias. Basta decir que hasta en Huelva, plaza no precisamente torista, hasta les protestaron los animalitos de turno. Y para colmo en todos esos festejos de desafío resultaron que no llenaron los tendidos.Cuando se viven momentos en los que reivindicar la autenticidad de la Fiesta, comenzando por hacerlo en los ruedos, constituye hoy un factor fundamental, si se quiere enderezar tan preocupante actual, la responsabilidad de quien quiere ser figura pasa por ser los primeros en apuntarse a este empeño. Pues resulta que no.
A estas alturas de la historia resulta bastante absurdo pretender que tales carteles de mano a mano se construyan sobre la base de la camada de Victorino Martin, por poner un ejemplo. Pero ese límite por arriba y lo que está ocurriendo media un abismo.
Y encontrar una corrida con la debida presentación, incluso entre las que los taurinos consideran de “garantías”, es posible. Sin ir más lejos, cuando José Tomás se encerró con los seis toros de Nimes y por chiquero salió una corrida que sin ser exagerada cumplía ampliamente los requisitos exigibles. Todo es cuestión de actuar con sentido común y con medida.
Pero esta insistente repetición, que hasta que acabe el año nos quedan unos cuantos mano a mano todavía, les hace perder todo carácter de novedad, para convertirse exclusivamente en un mero recurso sin otro aliciente mayor. Por eso no están llenando las plazas.
De hecho, con lo que nos queda por delante el único que tiene un punto de interés es el programado para Bilbao entre Miguel A. Perera e Iván Fandiño, con una corrida de Fuente Ymbro. Luego ocurrirá lo que la fortuna nos depare, pero antes de empezar se reúnen dos elementos consustanciales históricamente a un mano a mano: se trata de dos toreros que arrean y por medio hay una corrida encastada, que además se repartirá según el sorteo convencional.Los otros pueden servir para el cante falseado de no se sabe qué duendes o que mengues.
Pero resultan carentes de lo más principal: la rivalidad. Sin ella, el cartel está vacío. Hasta Ernest Hemingway decía en su época que cuando se anunciaban estos carteles eran tardes “de una intensa competencia”. Ahora ni intensa ni amortiguada.
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